El Post de hoy cuenta la conversación que tuve con Moli a su salida del Centro de Salud Zuhaizpe, donde estuvo internada el pasado mes de Julio, para tratar de curarse de un cáncer de mama. Os hablé de ella aquí
Medicina con alma.
Unas fechas después del diagnóstico acudió a su cita con la cirujana. Fue recibida por un equipo médico que le explicó el detalle de su enfermedad y el programa a seguir con los tratamientos recomendados. Me contó que le hablaron en términos profesionales, de manera directa, aséptica y sin paliativos. Moli estaba asustada y temerosa nunca imaginó encontrarse en esa situación; debía someterse a quimioterapia, extirpación de la mama y radioterapia; así se lo expusieron. Tenía dos tumores en el pecho derecho, que se ramificaban por la axila en forma de ganglios: el mayor de algo más de cuatro centímetros. En esos momentos no cruzaron con ella palabra alguna de aliento. Nadie le preguntó como se sentía, nadie mostró calor humano o comprensión que la hiciera sentir mejor. Le dieron quince días para decidirse. Quince días de temores e incertezas, Moli se devanaba la cabeza pensando lo peor, por un lado, por el otro, buscando respuestas. En ese tiempo la llamaron varias veces para saber si ya se había decidido; debería firmar las autorizaciones pertinentes para poder entrar en las sesiones del programa propuesto. Pero ella no estaba preparada, ni se había decidido, tampoco se rendía a la evidencia de los hechos que le mostraban. Debía saber cuál era el camino a seguir pero de lo único que estaba segura, era de no querer dañar su cuerpo más de lo que ya estaba. Pensaba en las posibles consecuencias... En los efectos secundarios de tratamientos tan agresivos. Sentía que debía haber otra maneras de curarse. Le pidió ayuda al universo, que le diera respuestas, señales claras para tomar decisiones acertadas: y este le respondió.
¿Serán robots? me pregunté, mientras escuchaba las explicaciones que Moli me daba de como había sido atendida por los médicos en su primera cita. No. No eran máquinas, solo eran médicos que dejaban su alma en casa cuando iban a trabajar, porque así lo instruían sus protocolos de actuación. Días más tarde escuché el relato de otra persona cercana con el mismo diagnóstico cuya atención recibida me contó fue amorosa, compasiva y responsable, la oncóloga que la atendía le había transmitido confianza y seguridad. La que Moli hubiese deseado. Por fortuna no todos los médicos actúan de la misma manera descorazonada.
Moli me contó que salió de esa consulta completamente desconcertada.
Fue su marido, ─la persona que siempre estuvo a su lado─, quien se acordó de un nombre: Karmelo Bizcarra. Lo había oído en alguna ocasión y se puso a buscar información útil. Cuando la encontró, se sentaron los dos a escuchar lo que este hombre médico, que practicaba la medicina antroposófica, integrativa y humana, tenía que contarles. Desde el primer momento les atrajo el carácter humano de la persona, la manera que tenía de abordar la enfermedad, y su larga experiencia como médico. Entendía el cuerpo como un ente saludable, cuando enfermaba debía tratarse de manera trimembrada, decía: atendiendo por igual cuerpo, mente y espíritu. Todo está intercomunicado, no se puede desatender ningún aspecto. Él y el equipo de profesionales con los que trabajaba, sabían como devolver la salud al cuerpo del paciente, como conducir y tratar a una persona enferma para que recuperara su estado natural de salud y bienestar. Les gustó. Les dio confianza. Moli sonrió. Todo encajaba en su manera de pensar, en la manera de entender la vida de ella y de su marido.
Cuando tuvo claro que quería confiar en este médico contactó con el centro de salud de Zuhaizpe, en Navarra. La atendieron de manera personalizada, respondiendo a todas sus dudas. Le mostraron gran humanidad en el trato y un profundo respeto hacia el cuerpo; demostraban saber como cuidarlo.
«Un médico que cura, también se cura a sí mismo dice el Dr. Karmelo Bizcarra, ─ayuda al niño indigente que todos llevamos dentro─. Se vive ayudando a vivir a los otros. Los seres humanos no solo vivimos, también convivimos». Un paciente necesita ser consolado, acogido, escuchado... el estado emocional de un paciente es determinante en la recuperación de un enfermo.
Durante el largo mes que Moli estuvo internada en Zuhaizpe, no tuve contacto con ella, sabía por la familia que todo iba bien. Cuando la llamé, a finales de agosto para saber como estaba y preguntarle cómo había ido, me encontré una persona entusiasta, llena de vida. Confiada. Una persona que podía pensar con claridad, que había entendido el porqué de su enfermedad. Que había recuperado la energía perdida y que ahora era capaz de cuidar de si misma como merecía.
─ He recibido un trato estupendo por parte de todos, Elena. Eran gente cercana, muy profesionales. Se respiraba un ambiente familiar. Estaba muy controlada. Me escuchaban, me sentía acompañada.
Moli volvía pletórica, alegre. Retomaba su vida con muchas ganas de hacer cosas, de cambiar conductas. Había pasado casi un mes desde que dejó el centro, entre medio había estado quince días de vacaciones con su familia en un país extranjero.
─¿Cómo estás Moli, cómo te encuentras ahora? le pregunté ─Bien, me encuentro bien: contenta, muy satisfecha con este momento de mi vida, con todo lo que estoy viviendo. Dando gracias al universo por esta enfermedad; la necesitaba para saber dónde me estaba equivocando. No lo veía. He tenido que pasar por este trauma para despertar. Me costó, pero ahora lo sé, Elena. Sé que lo voy a superar. Está en mi mano.
─ Cuéntame, ¿cómo ha ido tu experiencia en Zuhaizpe?, lo quiero saber todo. ─No sé ni por donde empezar. ¡Tengo tanto que contar!. Lo primero que hice cuando supe que quería ser tratada por el equipo del Dr. Karmelo Bizcarra, fue levantar el teléfono para hablar con alguien que me explicara. Cómo ya te dije me atendieron muy amablemente y me dieron todas las explicaciones. Mi intención era estar quince días, pero me aconsejaron estar más tiempo, dada la gravedad, y así lo hice. Estuve cuatro semanas.
─ ¿Te has hecho nuevas exploraciones clínicas y analíticas, para valorar tu estado actual?. Me apresuré a preguntar. ─No, me respondió. Ten en cuenta que ha habido cambios fisiológicos y bioquímicos muy importantes en mi cuerpo durante estos días, que alteran los parámetros medibles de una analítica. Me aconsejaron dejar pasar un tiempo para nuevas revisiones. Piensa que he estado tres semanas en completo ayuno, ingiriendo solo agua. Me haré las pruebas en cinco, seis meses, siguiendo sus indicaciones. Ahora me encuentro muy bien. El tumor grande se ha rebajado ostensiblemente. Siento como mi cuerpo se recupera. Soy otra persona, con mucha más energía.
─ En Zuhaizpe hay un gran equipo médico de profesionales. El seguimiento del ayuno dirigido y de todo el proceso de recuperación ha sido diario y constante. Allí se ocupan del bienestar general de todos los residentes, en todo momento. Lo escuchan y atienden sus necesidades.
─ Cuando llevaba varios días sin ingerir ningún alimento mas que agua, empecé a sentir la lógica debilidad del cuerpo. En esas tres semanas perdí diez kilos. No tenía muchas ganas de entretenimientos ni de participar en talleres que ponían a nuestra disposición. Tampoco tenía hambre. Me quise obligar a estar más activa, pero luego dije: no, eso era antes, ahora escucho mi cuerpo, y este me está pidiendo que descanse, y así lo hice. Me levantaba a las once de la mañana y bajaba a las revisiones diarias, mas tarde a las charlas del mediodía, donde compartíamos experiencias con otros residentes. Reíamos y llorábamos juntos, cada uno contando su historia, siempre de manera voluntaria. Fueron encuentros muy enriquecedores.
─ Durante la jornada daba largos paseos por los jardines y los bonitos entornos que que hay allí: todo está muy cuidado; podíamos tomar el sol en la piscina, bañarnos, ir al jacuzzi, participar en actividades varias que nos ayudaban a pasar el tiempo de manera agradable y distraída lejos de casa.
─ El trato por parte de todo el personal de Zuhaizpe, como te he dicho, era siempre cercano, respetuoso y humano. Todo hacía que te sintieras bien. ¡Tienes que ir algún día, Elena!, es el lugar ideal donde armonizar tu vida cuando pierdes la salud. Se respira de otra manera. Se vive en paz, el aire no está contaminado, en ningún sentido. Uno regresa distinto cuando ha pasado por el Centro. Allí va todo tipo de personas: con problemas de estrés, ansiedad, de enfermedades crónicas, cualquier trastorno que desequilibra el cuerpo y lo enferma. En Zuhaizpe te dan luz.
─ Julio, el jefe de cocina del Centro -Julio Arroyo- es experto en agricultura Biodinámica. Un tipo encantador que nos daba charlas de cocina y alimentación. Nos enseñaba cómo comer de manera sana y natural. Era además especialista en transformados lácteos, panadería y pastelería ecológica. Nos dio muchas explicaciones sobre la manera de cocinar los alimentos y cómo condimentarlos. La comida es fuente de salud, insistía. Hay que comer poco y de manera saludable. Tendrías que ver lo delgados y sanos que están todos los que trabajan allí. La mayoría son veganos, toman muchos jugos de frutas y verduras, se les ve muy vitales.
»De una tercera parte de lo que comemos se beneficia el cuerpo, de las otras dos partes el médico»
Esta es una inscripción recogida en una antigua pirámide egipcia. Comemos en exceso, no tengo la menor duda. De manera inadecuada: también, con alimentos procesados, manipulados, cada vez más degradados y alterados orgánica y genéticamente. Todo da lugar a enfermedades por todos conocidas, y otras nuevas que no dejan de aparecer. Cada día es mayor el número de personas que tienen alergias a algún tipo de alimento. No es natural.
Moli me contó como había aprendido a hacer salsa de tomate (falsa salsa de tomate) sin tomate, pues el tomate tenía un componente ácido que no le convenía a su cuerpo. Le enseñaron a condimentar y potenciar los sabores con especias y hierbas aromáticas. Julio y Karmelo habían escrito conjuntamente Comer en Color, un libro lleno de recetas veganas, sabrosas y fáciles de cocinar. ─Cómpratelo, te gustará.
─ Una de las tardes pasó a darnos una charla Juan Carlos, no sé el apellido. Este señor era experto en nutrientes y complementos alimenticios. Nos dio abundante información muy útil y buena. Lo pude abordar en un aparte antes de que se fuera y le pedí consejo sobre lo que me recomendaba tomar. Me aconsejó, como gran conocedor que era, unas gotas y cápsulas que debía estar tomando durante año y medio para fortalecer mi sistema inmune y complementar los déficits y carencias de nutrientes que mi cuerpo necesitaba. Casi todo procedía de plantas y cultivos biológicos, extraídos de la naturaleza con métodos tradicionales naturales. Nos contó que en su empresa trataban los productos y los procesos con el máximo respeto a la naturaleza y a las personas a las que iban destinados. Su charla me dejó gratamente impresionada.
─ El Dr. Karmelo Vizcarra hacía mi seguimiento personal, pasaba consulta con él. Cuando faltaban pocos días para que me dieran el alta, exploró mi tumor y pudimos comprobar que se había reducido mucho. Me hizo las recomendaciones oportunas de como debía cuidarme al salir de allí; aspectos como la alimentación, el ejercicio, la respiración… me aconsejó el ayuno intermitente.
─ Cuando pasaron las tres semanas de ayuno el primer alimento que me dieron fue un caldito vegetal que apenas podía tragar; me costó unos veinte minutos. Mi garganta se había cerrado. Al día siguiente, lo mismo con un jugo de frutas y así hasta ingerir algún hervido vegetal. Poco a poco la cosa se fue normalizando. Ahora a mi salida, debía permanecer otras tres semanas alimentándome a base de jugos y verduras crudas y vaporizadas. Salí con una idea muy clara de lo que podía comer y de lo que no me convenía. Debía evitar al máximo carnes y pescados, y si lo hacía: en pequeñas cantidades, y siempre productos con etiqueta ecológica o antroposófica, ─cosa que desconocía que existiera─ cuya etiqueta también estaba homologada. Y así lo hice, no fue fácil porque coincidió que a mi salida estuve de vacaciones con mi familia en un país extranjero. Era un viaje que habíamos programado con mucha antelación. Allí me costaba encontrar los alimentos recomendados, pues se comía de manera muy diferente, pero con ayuda de todos conseguí alimentarme de forma saludable y conveniente, cumpliendo las recomendaciones recibidas.
─ Se me pasó decirte que durante el internamiento me hicieron dos limpiezas de colon. ¡No quieras ver lo que salió!, sobre todo en la segunda. Es una higiene necesaria, altamente recomendada. Las paredes de los intestinos son como cañerías, están llenas de microorganismos y bacterias, no todas buenas, se adhieren sustancias nocivas que se han de limpiar, pues da lugar a muchas infecciones, inflamaciones y trastornos digestivos entre otros. Todos deberíamos hacernos una limpieza cada seis meses.
En un momento dado de la conversación Molí me preguntó. ─¿Tú quién crees que tiene más posibilidades de curarse, el paciente que se trata con quimio, con radio, o con la medicina natural con la que he sido yo tratada? ─ Con medicina natural, respondí sin pensarlo. ─ No, respondió ella. Se cura el que se ha tratado con lo que él cree que lo va a curar. ─Le respondí: caí en la pregunta trampa. Efectivamente: lo sabía, no solo porque se lo había escuchado al Dr. Karmelo, intuitivamente lo he sabido siempre. El que tiene miedo a ser tratado de otra manera distinta a como él cree que es mejor, a como siempre ha pensado o le han contado, tiene pocas posibilidades de curarse o las que tiene se reducen sustancialmente. La creencia y la fe tienen mucho poder en nuestra mente. Pero lo que muchos desconocen o no contemplan, es que el cuerpo tiene mecanismos naturales biológicos para curarse solo, si no lo impedimos, cosa que hacemos con bastante frecuencia. El médico es el especialista conductor que guía al paciente, le da la mano. Pero es el paciente el que debe aprender a escuchar y atender las necesidades de su cuerpo. Este siempre le aconseja lo mejor. Si la persona no lo escucha, si se deja llevar solo por lo que oye afuera, las posibilidades de éxito se reducen o fracasan. Siempre hay que estar con el cuerpo en permanente estado de escucha y hacerlo sin miedo.
─ Me fui tranquila, Elena. Como te dije al principio. Ahora sigo con el curso de sanación que inicié unos meses antes de mi enfermedad, me está ayudando mucho a conocer el origen de todo lo que me ha sucedido. Primero lo hice online, luego tuve oportunidad de hacerlo presencial. Este curso me permite reforzar mi trabajo de sanación, me ha dado herramientas y muchas claves. Ahora lo continuo. Todo trabajo es poco.
─ La vida no para de enseñarnos cosas cada día, Moli. Esto es una escuela, yo tengo un lema: »aquí estamos para aprender y para gozar», cuando no estamos gozando estamos haciendo las cosas mal, por lo tanto no queda otra que seguir aprendiendo.
─ Ya ves, a mí no querer aprender me costó una enfermedad como esta. Ahora sí lo sé.
─ Hay tantas cosas que quiero seguir escuchando de tu experiencia, Moli. ¿Te parece que nos veamos a la vuelta del verano?
─ Sí claro, te lo iba a proponer. Nos llamamos hacia mediados de Septiembre y nos juntamos un día para seguir hablando.
─ Me parece estupendo. Tu testimonio tiene mucho valor para personas que estén pasando por lo mismo que tú.
─ Claro que sí, nos llamamos en septiembre, Moli. Hasta pront☺. Cuídate mucho.
Del dolor al amor y la salud | Una experiencia personal