domingo, 27 de septiembre de 2020

TENGO PRISA POR VIVIR




Conté mis años y descubrí, que tengo menos tiempo para vivir de

aquí en adelante, que el que viví hasta ahora…

Me siento como aquel niño que ganó un paquete de dulces: los

primeros los comió con agrado, pero, cuando percibió que

quedaban pocos, comenzó a saborearlos profundamente.

Ya no tengo tiempo para reuniones interminables, donde se

discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos,

sabiendo que no se va a lograr nada.

Ya no tengo tiempo para soportar a personas absurdas que, a pesar

de su edad cronológica, no han crecido.

Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades.

No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados.

No tolero a manipuladores y oportunistas.

Me molestan los envidiosos, que tratan de desacreditar a los más

capaces, para apropiarse de sus lugares, talentos y logros.

Las personas no discuten contenidos, apenas los títulos.

Mi tiempo es escaso como para discutir títulos.

Quiero la esencia, mi alma tiene prisa…

Sin muchos dulces en el paquete…

Quiero vivir al lado de gente humana…, muy humana.

Que sepa reírse de sus errores.

Que no se envanezca con sus triunfos.

Que no se considere electa, antes de la hora.

Que no huya de sus responsabilidades.

Que defienda la dignidad humana.

Y que desee tan sólo andar del lado de la verdad y la honradez.

Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.

Quiero rodearme de gente, que sepa tocar el corazón de las personas…

Gente a quienes los golpes duros de la vida le enseñaron a crecer

con toques suaves en el alma.

Sí…,

tengo prisa…, por vivir con la intensidad que sólo la madurez puede dar.

Pretendo no desperdiciar parte alguna de los dulces que me quedan…

Estoy seguro de que serán más exquisitos que los que hasta ahora he comido.

Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia.

Tenemos dos vidas y, la segunda comienza cuando te das cuenta que sólo tienes una…


Poema Golosinas de Mario de Andrade





miércoles, 23 de septiembre de 2020

SOY ESCRITORA

Artista Christian Schloe


Soy escritora, sí. El mero hecho de practicar la escritura a diario me convierte en escritora. No es necesario publicar libros para llamarse escritora. Algunas voces dicen que mi escritura habla mucho de tristeza y soledad. Yo creo que habla sobre todo de vida. La escritura es un acto de descubrimiento, de relación con uno mismo, ante todo. Nos descubre como seres humanos espirituales que tienen necesidad de conexión. El ejercicio de la escritura nos ayuda en ese encuentro profundo con lo más íntimo, para luego proyectarnos mejor hacia el exterior. En la escritura hay observación, hay escucha de fuerzas superiores que nos hablan, a las que ponemos voz. Nos enseña  a guardar distancias y encontrar nuestro sitio.
La escritura me hace más poderosa. Por eso escribo, porque me construye sólida y me impide caer. 
Cuanto más se de mí, menos dispuesta estoy a dejarme engañar.
 
La escritura es también un acto de valentía cuando se hace con honestidad. Ayuda a derribar barreras, acostumbrados como estamos a maquillar lo feo, a edulcorar lo amargo de la vida, a sonreír cuando no tenemos ganas. La escritura nos desnuda, nos alienta, nos alimenta, nos hace bien. La escritura es un camino que deseo compartir contigo. ¿Estás ahí?

Elena Larruy

lunes, 21 de septiembre de 2020

A PARTIR DE LOS CINCUENTA



A PROPÓSITO DE LAS BUENAS FORMAS Y LAS MALAS MANERAS

Hay una edad vivida a partir de la cual recomiendo la impertinencia ante el mal trato. No permito que nadie me hable mal o me amargue el día por un mal servicio. No siempre pasa, pero cuando me enfado, protesto y sugiero a la persona cual es la manera correcta en que debo ser tratada. Es una cuestión de respeto.

Recientemente he vuelto con mi pareja de un viaje por Asturias, con los ojos verdes, me gusta decir,  de tanto admirar  sus paisajes. Decidimos al regreso dar la vuelta por tierras cántabras y darnos una fiesta, comiendo buen marisco, en uno de sus puertos pesqueros donde sabíamos servían excelentes platos. Elegir dónde comer fue tarea fácil, cuando se tiene buena materia, apenas hay elaboración, ese es el secreto y no otro. Dar al cuerpo el placer de una buena mesa, en buena sintonía con el momento  y resguardarnos de la copiosa lluvia que estaba cayendo en esos momentos, era el propósito inmediato.

El restaurante cumplió las expectativas que llevábamos; comimos bien,  incluidos los postres. No pudiendo decir lo mismo cuando llegó la hora del café y yo quise ver un vídeo sobre el Estoicismo  que me había enviado mi amiga Raquel, con sus comentarios. Queríamos relajarnos, hacer tiempo para que bajara la comida, pues nos quedaban muchos kilómetros por recorrer.

No acostumbro a hacerlo cuando voy de restaurantes, pero esta vez sí les pedí el wifi, por lo ya explicado y porque apenas disponía de datos. Llevábamos una semana fuera de casa. Se lo pedí a la camarera que nos servía la mesa. Esta se lo pidió a otra que me lo cantó de corrida y tuve que hacer que me lo repitiera. El código dio error. Esperé a que volviera a pasar y se lo pedí de nuevo. Y de nuevo me lo dio corriendo, esta vez corrigiendo a voz en  grito: "en mayúsculas". La respuesta se repetía en letras rojas: "código incorrecto". Como me hacía cargo de donde estaba y cuál era la situación no quería molestar con otra reclamación, así que esperé un tiempo prudente hasta ver que el personal se relajaba y, por tercera vez, lo volví a solicitar -como quien pide disculpas. La camarera subió el tono tras la mascarilla y me contesto de malas maneras que a veces no había cobertura, que era normal: que acostumbraba a pasar. Le dije que no era el caso, que me estaban dando mal el pin o yo no lo entendía bien,. Esta vez les pedí que lo escribieran. La tensión iba en aumento, pues me dejaba siempre con la palabra en la boca. Cuando de nuevo volvió y lo dejó escrito en un papel sobre la mesa -de forma molesta-, por tercera vez me lo volvió a dar mal: ósea incorrecto. A lo que ya no pude reprimirme y decirle que los pin se dan bien y si es por escrito mejor,  y no incomodar al cliente haciéndolo sentir exigente y pesado. Al final logré mi propósito: conseguir que me dieran el  Pin correcto por cuarta vez.

Por eso digo que puedo llegar a ser muy impertinente, cuando me encuentro con cosas que cuestan muy poco esfuerzo hacerlas de manera correcta, como es el caso de dar el Pin bien y si es posible a la primera. 

Elena Larruy


domingo, 6 de septiembre de 2020

UNA HISTORIA DE AMOR CINCO ESTRELLAS


Solo el amor se conserva, nada de lo que tenemos tiene más valor que el amor. Nada de lo material nos llevaremos el día que nos vayamos; Con estas palabras abría la noche del sábado la entrevista que, su compañero de trabajo, Jorge Javier le hacía a la también presentadora y humorista Paz Padilla.

Hace poco más de un mes que falleció el marido de Paz Padilla, Antonio Vidal. Los que me seguís sabréis de la debilidad que tengo por los hombres buenos; Todos los indicios apuntan que este hombre lo era. Se veía en su cara y en su mirada, en su manera de sonreír, se sabía por el constante testimonio que de ello nos hizo la que durante cinco años fuera su esposa.

Paz y Antonio se querían como dos almas gemelas, -que decía ella que eran-, con un amor sin condiciones, a toda prueba, con un deseo continuo de manifestar ese amor el uno al otro.

A la pregunta de Jorge Javier en el programa Sálvame de Lux: ¿qué hacer con ese dolor? la presentadora le corrigió:

No es dolor Jorge, es amor lo que me ha quedado. Es un amor tan grande el que siento que estoy llena. Cuando pienso en él, hay muchos momentos de tristeza, es lógico que así sea, pero lo que siento de verdad es amor, un profundo amor por nuestras vidas compartidas, por todos los momentos de felicidad que viví junto él. Conservo ese amor, todo está en mí y lo estará siempre.

Desde el mismo momento de nacer estamos destinados a morir, pero en occidente nadie nos enseña a llevar ese tránsito, sí nos enseñan a vivir, pero no a morir. La muerte forma parte de la vida. Yo ya no le temo a la muerte, sé que algún día moriré de la misma manera que lo ha hecho Antonio. He vivido esa experiencia primero con mi madre y ahora con él, ahora puedo contar que se lo que es. Antonio se fue en Paz, escuchó, entendió, aceptó con esa paz. Se despidió de todos nosotros, rodeado por el afecto de su familia y  amigos. Con mi mano sujetando la suya y diciéndole a todas horas: te quiero, te quiero, vete, vete en paz.

Juan era una persona sumamente buena, nunca se enfadaba, iba con la corriente de la vida, siempre decía a las cosas que sí. Ese es el ejemplo de vida que dejó en todos nosotros: en su hija a la que adoraba, y en la mía que era como la suya; Fue un auténtico padre: protector y amoroso.

Desde el mismo día que nos dieron el diagnóstico -a bocajarro,"sin anestesia"- desde el mismo instante que Antonio supo que tenía un tumor maligno en la cabeza, luchamos juntos hasta el final. Me preocupé en darle lo mejor. Me entregué a sus cuidados en cuerpo y alma. Escuché a todos los expertos, vi, escuché, escuché y vi sin cansancio para facilitar su tránsito. Eliminé de su dieta todos los alimentos nocivos, llené su espacio de aromas de lavanda, de música relajante. Juntos en nuestra casa, junto a mi hija Anna. Le proporcioné un ambiente de cuidados y cariño día y noche. La familia me ayudaba, yo sola no podía, Juan era un hombre muy alto, medía metro noventa, mis brazos no resistían.

Durante todo ese tiempo no paré de decirle lo mucho que lo quería, que era mi alma gemela, le daba las gracias: gracias por los años de felicidad que me había dado, lo mucho que me había querido y lo tremendamente felices que habíamos sido juntos desde que nos habíamos vuelto a encontrar, después de muchos años, y decidimos darnos una segunda oportunidad. Los dos éramos muy jóvenes cuando nos conocimos. Yo tenía solo catorce años y Antonio quince, luego la vida nos separó por caminos diferentes, los dos nos habíamos casado y separado de nuestras parejas, y los dos  teníamos una hija. Pero el destino quiso que nos volviéramos a encontrar, y fue en la playa de Zahara de los Atunes que Antonio después de dos décadas me besara y sucedió algo mágico: sentí que había vuelto a casa. 

Antonio Juan -así era su nombre completo-, siempre decía sí a todo lo que Paz proponía. Eran felices como nunca antes lo habían sido. Su amor no tenía condiciones, simplemente se querían a todas horas. Así fue como él no pudo resistirse cuando Paz le dijo que se casaban al día siguiente por el rito Balinés. Estaban en la India pasando unas pequeñas vacaciones en Junio de 2016, y Paz lo organizó todo para darle una sorpresa. Ya tendrían tiempo de celebrar con los amigos y familia en España, pero eso sería más adelante, ahora tocaba casarse al más estilo Bollybood porque a Paz le ilusionaba que así fuera; Y como no podía ser de otra manera Antonio se rindió al amor. Cuentan que fue una boda especialmente bonita.

Amor infinito es lo que siento por Antonio, nos cuenta Paz, es lo que he sentido y sentiré siempre, no me cansaré de repetirlo. Sé que nos volveremos a encontrar en otro espacio, en otro momento. Nunca volveré a amar de la misma manera. Esta experiencia es transformadora, no soy la misma o si lo soy estoy mucho más llena de amor.

Nadie sabe lo que yo he llorado en un año -siempre por atrás- procurando que no me viera Antonio, incluso trabajando, en los descansos había veces que me iba a llorar a escondidas, para luego repetirme lo que me decía mi madre "palante hija, siempre palante" ¡vamos!, tú puedes;  No podía dejarme vencer y continuaba.

Espérame Antonio, hazme un sitio a tu lado "pero no tengas prisa" apostillaba la humorista; Me dedico al humor siempre seré humorista y haré reír, no concibo la vida sin humor. Así es como quiero vivir la pérdida: feliz, sabiendo que se ha de reír, que se ha de llorar, siempre amando. SIEMPRE AMANDO

Elena Larruy


Marc Chagall


jueves, 3 de septiembre de 2020

LECTURA NO OBLIGATORIA

La poeta de mirada traviesa y sonrisa descreída, la poeta para los lectores que recelan de la poesía y desconfían de las verdades profundas, para los que no acostumbran a leer poesía... para ellos estos poemas. 


Wislawa Szymborsca premio Novel Literatura 1996


La lectura no debe ser obligatoria. "La lectura debe ser una forma de felicidad" Jorge Luis Borges


Fin y principio 

Después de cada guerra
alguien tiene que limpiar.
No se van a ordenar solas las cosas,
digo yo.

Alguien debe echar los escombros
a la cuneta
para que puedan pasar
los carros llenos de cadáveres.
       
Alguien debe meterse
entre el barro, las cenizas,
los muelles de los sofás,
las astillas de cristal
y los trapos sangrientos.
       
Alguien tiene que arrastrar una viga
para apuntalar un muro,
alguien poner un vidrio en la ventana
y la puerta en sus goznes.
       
Eso de fotogénico tiene poco
y requiere años.
Todas las cámaras se han ido ya
a otra guerra.
       
A reconstruir puentes
y estaciones de nuevo.
Las mangas quedarán hechas jirones
de tanto arremangarse.
       
Alguien con la escoba en las manos
recordará todavía cómo fue.
Alguien escuchará
asintiendo con la cabeza en su sitio.
Pero a su alrededor
empezará a haber algunos
a quienes les aburra.
       
Todavía habrá quien a veces
encuentre entre hierbajos
argumentos mordidos por la herrumbre,
y los lleve al montón de la basura.
       
Aquellos que sabían
de qué iba aquí la cosa
tendrán que dejar su lugar
a los que saben poco.
Y menos que poco.
E incluso prácticamente nada.
       
En la hierba que cubra
causas y consecuencias
seguro que habrá alguien tumbado,
con una espiga entre los dientes,
mirando las nubes.


El número Pi

Digno de admiración el número pi
tres punto uno cuatro uno.
Todas sus demás cifras también son iniciales,
cinco nueve dos porque nunca se termina.
No se deja abarcar seis cinco tres cinco con la mirada,
ocho nueve con un cálculo,
siete nueve con la imaginación
o incluso tres dos tres ocho con una broma es decir una comparación
cuatro seis con nada
dos seis cuatro tres en el mundo.
La serpiente más larga de la tierra se interrumpe después de algunos metros.
Lo mismo pasa, aunque un poco después, con las serpientes de los cuentos.
El cortejo de cifras de que se forma pi
no se detiene en el borde de la página,
es capaz de continuar por la mesa, por el aire,
la pared, una hoja, un nido, las nubes, y así hasta el cielo,
y por toda esa expansión e insondabilidad celestiales.
¡Ay qué corta, ratonescamente corta es la trenza del cometa!
¡Qué débil el rayo de la estrella, que en cualquier espacio se curva!
Y aquí dos tres quince trescientos diecinueve
mi número de teléfono tu talla de camisa
año mil novecientos setenta y tres sexto piso
el número de habitantes sesenta y cinco centavos
centímetros de cadera dos dedos código charada,
en la que a dónde irá veloz y fatigada
y se ruega mantener la calma
y también la tierra pasará, pasará el cielo,
pero no el número pi, eso ni hablar,
seguirá con un buen cinco,
con un ocho de primera,
con un siete no final,
apurando, ay, apurando a la holgazana eternidad
para que continúe.



Adolescente

¿Yo, adolescente?
Si de repente, aquí, ahora, se plantara ante mí,
¿tendría que saludarla como a una persona próxima,
a pesar de que es para mí extraña y lejana?
¿Soltar una lágrima, besarla en la frente
por el mero hecho
de que tenemos la misma fecha de nacimiento?
Hay tantas diferencias entre nosotros
que probablemene sólo los huesos son los mismos,
la bóveda del cráneo, las cuencas de los ojos.
Porque ya sus ojos son como un poco más grandes,
sus pestañas más largas, su estatura mayor
y todo el cuerpo recubierto de una piel
ceñida y tersa, sin defectos.
Nos unen, es cierto, familiares y conocidos
pero casi todos están vivos en su mundo,
y en el mío prácticamente nadie
de ese círculo común.
Somos tan diferentes,
pensamos y decimos cosas tan distintas.
Ella sabe poco,
pero con una obstinación digna de mejores causas.



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