lunes, 18 de enero de 2021

SONETO DEL PUCHERO



Nadie discutirá que estos días fríos de extremo invierno y recogida son los más adecuados para encontrar en la mesa un buen puchero, de esos que hacían las madres y las abuelas de antes, que encendían los carrillos y te reconciliaban con el mundo. Pues bien, este puchero lo he cocinado yo, lo llevé  a clase y todos los compañeros lo  degustaron y contribuyeron con sus sugerencias a hacerlo mejor, guiados por la mano del gran «chef-poeta»  Jesús Aguado. Entre todos lo mejoramos y le dimos gusto y mejor forma.  
Sujetar el soneto a su regla métrica, como todo lo medido, tiene su dificultad. Calzar versos endecasílabos, verbos y predicados (o no) con rima consonante, que suene bien, sean entendibles y empaticen con el resto y con lo que se quiere contar, lleva su trabajo. Encajar en la estructura todas las demás reglas y que el conjunto, respetando los acentos -melódico, heróico, sáfico, dactílico- dándole  el ritmo adecuado y al tiempo conseguir la atmósfera que el poema nos pide, insisto, tiene lo suyo.  No siempre se consigue. En concreto con este soneto y "el bombero infiltrado" además de aprender las reglas, lo mejor que nos pasó es que  echamos unas cuantas risas.
Espero que ya que no podéis degustarlo os llegue parte de su aroma y os caliente un poquito el cuerpo: !que menos!. 


SONETO DEL PUCHERO


Garbanzos, morcilla, rico puchero.
Cuando llega el invierno, un buen cocido
caliente, despierta al cuerpo dormido
y lo deja encendido tal brasero.

No es una encomienda de bombero.
En remojo, bien magro y desvestido
que resucita el mal o el buen sentido             
del noble, del albañil y del clero.

Hueso de caña, carne de morcillo.
No llevar prisas. Que no falte el vino
ni el buen amigo de gusto sencillo.        
 
Deleite lento, humeante y alpino:           
hueso de jamón, vaho de tomillo           
que al sentido quita crédito y tino.

Elena
                       

martes, 12 de enero de 2021

Llevarse

 



Poema inspirado en un aforismo del
poeta Jesús Aguado, de su libro
Heridas que se curan solas


llevarse bien con los espárragos en lata

con el apio

con los polvorones navideños

con el run run de mis caderas

                          

con los programas de la secadora

con Julio Cortázar

con esas cosas que no se dicen

y solo se piensan

 

con los años

de más los por demás

y los que me quedan

 

llevarse bien con las piedras

-no hay otra-

 

y con los rotos de cada día

que pego con saliva

para que no se me escape el vivir

 

llevarse bien con el tapa ojeras

el eyeliner

con la ceja esa insumisa

con el caldera

con ese color difunto

que te devuelve a la tierra

 

llevarse bien con el perdón

como virgencita en capilla

repartiendo bendiciones

de casa en casa 

 

quererse bien por las torpezas

y la palabra chica -el todo a cien de la vida-.

 

Llevarse.

martes, 5 de enero de 2021

MEMORIAS DEL CORAZÓN









MEMORIAS DEL CORAZÓN
(el agradecimiento)


Corría la primavera

por Balmes con Travesera.

Yo también corría

huyendo del invierno

por las mismas vías.

En el pecho una banda 

llevaba mi nombre escrito,

de mi padre el apellido

con su orgullo impreso.


Una historia reciente

con sus enseres de hielo

-cetro, llaves, credenciales, tarjetas-

se deshacía.

Nadie asistió a ese entierro.

Aquella mañana sin nombre

una brida maliciosa

salió a mi encuentro

y se ocupó del resto:

me derribó con violencia

para en dos partirme el  brazo,

el de mando.

Doliente mi causa

y humillada mi suerte

con urgencia compasiva y humana

nos recogió el otro brazo

y nos dejó en la mesa de rayos

del hospital más cercano.

Un asistente enfermero

nos recibió con desprecio

-como si yo no estuviera presente-

y envolvió mi brazo derecho

entre silencios y  mortajas.

El alma asustada

salio afuera,

se negó a entrar en detalles:

aquel asunto "pacato"

no iba con ella. 


"En mi cabeza un canon de voces desafinaba"

entre pensamientos crispados

y hogueras encendidas

que nada alumbraban.


La primavera siguió con su agenda,

a lo suyo.

Tres semanas y un día pasaron

hasta destapar mi brazo.

Cuando eso pasó

       ¡pan y besos pedía!

 Lo asistió el otro brazo

cuidadoso y entregado 

redobló la guardia

lo trató con cariño,

nada le echó en cara,

lo ajustó contra mi pecho

con ternura de madre

para darle abrigo.

Lo acunó con ternura

Le hizo saber que no era huérfano.

Y fue en ese momento de ea ea y arrullo

que yo escuché las gracias más sinceras

que jamás antes había escuchado:

las que mi brazo derecho

le dio

a mi otro brazo.


Elena Larruy
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...