Nadie discutirá que estos días fríos de extremo invierno y recogida son los más adecuados para encontrar en la mesa un buen puchero, de esos que hacían las madres y las abuelas de antes, que encendían los carrillos y te reconciliaban con el mundo. Pues bien, este puchero lo he cocinado yo, lo llevé a clase y todos los compañeros lo degustaron y contribuyeron con sus sugerencias a hacerlo mejor, guiados por la mano del gran «chef-poeta» Jesús Aguado. Entre todos lo mejoramos y le dimos gusto y mejor forma.
Sujetar el soneto a su regla métrica, como todo lo medido, tiene su dificultad. Calzar versos endecasílabos, verbos y predicados (o no) con rima consonante, que suene bien, sean entendibles y empaticen con el resto y con lo que se quiere contar, lleva su trabajo. Encajar en la estructura todas las demás reglas y que el conjunto, respetando los acentos -melódico, heróico, sáfico, dactílico- dándole el ritmo adecuado y al tiempo conseguir la atmósfera que el poema nos pide, insisto, tiene lo suyo. No siempre se consigue. En concreto con este soneto y "el bombero infiltrado" además de aprender las reglas, lo mejor que nos pasó es que echamos unas cuantas risas.
Espero que ya que no podéis degustarlo os llegue parte de su aroma y os caliente un poquito el cuerpo: !que menos!.
SONETO DEL PUCHERO
Cuando llega el invierno, un buen cocido
caliente, despierta al cuerpo dormido
y lo deja encendido tal brasero.
No es una encomienda de bombero.
En remojo, bien magro y desvestido
que resucita el mal o el buen sentido
del noble, del albañil y del clero.
Hueso de caña, carne de morcillo.
No llevar prisas. Que no falte el vino
ni el buen amigo de gusto sencillo.
Deleite lento, humeante y alpino:
hueso de jamón, vaho de tomillo
que al sentido quita crédito y tino.
Elena
Una poeta 3 estrellas Michelin así es Elena!
ResponderEliminarAsí es como tu me miras Adriana, yo se muy poquito, ando con la poesía muy estrellada -descarrilada-, pero no dejes de quererme así, me construyo mejor. Gracias amiga
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