sábado, 9 de marzo de 2024

LA AMISTAD HABITABLE

 

Escultura de Jaume Plensa



LA AMISTAD HABITABLE

Un amigo es alguien que conoce la canción de tu corazón y puede cantarla cuando a ti ya se te ha olvidado la letra.

Julio R.Ribeyro

Hace unos días siguiendo el rastro del escritor Javier Marías me encontré el homenaje que los amigos le hicieron unos meses más tarde de su fallecimiento, el 11 de Setiembre de 2022. Se escucharon voces de admiración y de respeto al talento de Marías y su obra literaria, pero sobre todo a la amistad que los había unido y al cariño que decían sentir todos por el amigo fallecido; anécdotas entrañables y guiños cómplices que ponían de manifiesto EL GRAN VALOR DE LA AMISTAD.
La verdad de la amistad es muy amplia, imprecisa y extensa. El periodista Antonio Lucas la define así:
La amistad es la más imprecisa de las verdades. La más exacta de las religiones.

En un acto silencioso entre dos amigos, que se entienden solo con mirarse, hay amistad. Sentido de prolongación el uno en el otro. Cuentan la anécdota de Camarón con otro cantaor de flamenco andaluz, Luis de la Pica; sentados uno frente al otro en la barra de un bar de Jerez, sin mediar palabra. Disfrutando el uno del otro solo con la mirada, con una timidez exagerada. Nadie los escuchaba hablar, pero no faltaban a la cita.

Se admiraban y se querían solo con mirarse, como en los versos del poeta chileno Pedro Prado: La amistad es amor. Los/amigos/se/hablan/cuando/están/más/callados.

Algo parecido sucedía entre Pio Baroja y Azorín en sus paseos por el parque del El Retiro de Madrid. De ellos cuentan que eran tan amigos que no cruzaban más que el saludo. Y/por/eso/yo/busco/el/tener/a/mi/lado/el/amigo/que/entienda/cuanto/digo/callado.

Arturo Pérez Reverte, es otro defensor de la teoría del silencio entre los amigos: «Ese saber estar juntos, como se está en un amor silencioso, sin más empeño ni vocación que el estarlo». Afirma, con razón, que no se puede andar por la vida sin gente a tu lado en quien puedas descansar.

A menudo los amigos no se parecen en nada o en casi nada. No comparten nuestros gustos, tienen maneras muy diferentes de ser, de estar en la vida; hasta nos pueden llegar a cansar en algún momento, pero aceptamos sus rarezas y defectos y los queremos sin juicios, de manera natural y sencilla, o no los queremos. Siempre hay algo que admiramos de ellos. Los amigos son hogar cuando más los necesitamos.

Una cualidad que no puede faltar en la amistad es la lealtad. La atención y la lealtad entre amigos deben ser reciprocas: 

No hay amistad sin lealtad. No hay amistad sin atención al otro.

Incluso aquellos de actitud más gatuna ─más esquivos─, pueden llegar a ser grandes amigos desde la distancia más remota. 

Del amigo no tienes siempre que saberlo todo. Te das cuenta, cuando uno de ellos falta y te cuestionas cosas que ya no tienen respuesta ni nunca la tendrán.

Entre buenos amigos artistas cuentan, no exentos de humor, que cuando escriben o sacan una obra no se las muestran entre ellos, precisamente por eso, porque “los amigos son sinceros”. Y es que la amistad está por encima de aquello a lo que te dedicas, a los gustos y aficiones que cada uno tiene, a lo que eres o crees ser. Cuando por oficio o profesión hay rivalidad entre amigos, se mueven muchas vanidades y susceptibilidades. Se ha de ir con tacto y, por supuesto con respeto. Nos debemos al amigo de la misma manera que nos apoyamos.

Porque somos humanos, vulnerables y tenemos pulso, naufragamos en ese mar encrespado de las emociones que nos desbordan tan a menudo y, nos hace sufrir. Los pequeños enfados y las molestias están siempre ahí, como lección de vida, para que ajustemos diferencias y reseteemos egos y credos. La humildad es otra cualidad que enseña la buena amistad. Hay que saber quitar hierro a esos pequeños conflictos que nos separan y hacerlos durar poco. Cuando desaparece el Yo personal entre buenos amigos se establecen vínculos superiores, se envejece juntos y nunca se está solo. 

Un buen amigo siempre nos hace mejor persona. Ríes con él. Con él y por él aprendemos a decir las cosas sin dañar, a dar valor a lo que no se ve, a lo que en apariencia no ocurre; porque vivimos en su guarida y ellos en nuestra trastienda, sin necesidad de poner palabras. Conocemos su canción.

El pájaro tiene su nido. La araña, su tela. El hombre, la amistad. W.Blake

Elena larruy

viernes, 1 de marzo de 2024

EL AMOR EN MOVIMIENTO NO TIENE EDAD



Artista Lita Cabellut

En cualquier momento
un labio encuentra otro labio
y vuelve a empezar el mundo.
Juana Gallardo


   En pocas horas cumplo setenta años. Cualquier persona joven, a quién pudiera interesar o entretener lo que escribo, ya se habrá ido de esta página antes del primer punto. Adiós.  Las personas mayores no interesamos al mundo, salvo a otros de la misma edad y, a veces ni eso.
 
   Un run run constante me ronda por la cabeza estos días que se acerca la fecha. Mi familia me prepara una sorpresa, no se de que tipo. Le tengo dicha  a mis hijos que no me pongan velas con la edad en el pastel. No quiero caras de extraños, desconocidos, camareros, gente entrando y saliendo del restaurante, volviendo sus caras hacia mi persona cuando suena la cancioncita dichosa, que todos desafinan. ¡Tierra, trágame!  
   En ese devaneo molesto de la edad biológica que tengo y me toca asumir (¡que pesado verbo!) con tan pocas ganas, no me salen las cuentas. A veces gente amable me dice ¡ostras Elena, pareces más joven!  abren los ojos  y arquean las cejas en signo de admiración. ¡Qué bien te conservas! qué ágil y despierta se te ve. Ayer incluso me pasó con Fabio un desconocido latino con el que llevo dos días hablando por teléfono y chateando. Fabio tiene una voz bonita, de esas radiofónicas que te envuelven; es educado y amable, hasta me escucha sin interrupción cuando hablo. Te dan ganas de invitarlo a casa a celebrar contigo. Sus servicios son altamente satisfactorios, así se lo digo, y lo valoro con un nueve, cuando Mas móvil me pregunta cómo he sido atendida.

   Cuando Favio me daba explicaciones a cerca de como configurar el amplificador del rúter de media distancia, sin ningún conocimiento tecnológico como yo tengo, le dije que me hablara más despacio, pues el próximo lunes cumplía setenta, pues hablaba como una bala y no me era fácil seguir sus indicaciones. Las personas mayores tenemos otros tiempos.
 ─ ¡Entiéndeme Favio!
 ─ ¡D i s c u l p a  E l e n a! ¡P e r o t u v o z  p a r e c e  m u c h o m a s j o v e n! exclamó.  ¡E s   a d m i r a b l e!. Ralentizó tanto la suya en ese momento que perdió parte del encanto. A punto estuvo de cambiar el tú, con el que me estaba tratando, por el de Usted.
 ─Sí, ya lo sé, le respondí. Parece una voz de cuarenta y cinco, eso me dicen. 

Viene siendo costumbre que las personas mayores tengamos que pedir disculpas por no entender las cosas. Los que nacieron más tarde ignoran en muchas ocasiones que las personas mayores manejamos tiempos distintos. Pero eso no es materia docente ni lo enseñan en los masters, a las personas que atienden servicios. 

   Mucha gente de mi edad y otras edades, más mujeres que hombres, presumen de lo mismo que yo, de ser más jóvenes de la edad biológica que tienen. Pero el aspecto físico no lo es todo. Las hay que solo valoran ese aspecto y olvidan la cabeza y sus atributos y solo la usan a modo de complemento, como quien lleva un sombrero o una gorra a juego con el traje.
   En cierta ocasión un admirador, de esos que se creen irresistibles y seleccionan lo que ellos consideran presas, para sus infidelidades de cama,  me confesó que nunca había leído un libro entero en su vida. Iba de guaperas, buen partido, y pretendía conquistarme de esta manera: ¿mira que guapo y que listo soy, sin haber cogido un libro en mi vida! Me dio una arcada al escucharlo que tuve que disimular del vomito de desprecio que me produjo. ¿Cómo se puede ser tan estúpido, y presumir de eso? No se puede ser más lerdo. 

   Cada uno es lo que es, pero también lo que piensan los demás que es. No se puede ir por la vida con ningún tipo de engreimiento. Tenemos la edad que tenemos y la edad con que los otros nos miran. Me rindo a la evidencia. Otra cosa muy distinta es como yo me miro, me pienso y me siento. Lo orgulloso/a que podamos sentirnos por los logros y los méritos. Ir con la cabeza alta sin estirar demasiado el cuello. Mirarse al ombligo y a la vez mirar al cielo nos da una medida más exacta de lo que somos en todo momento. 

   Yo pienso sobre mis años que tengo la edad de merecer muchas cosas buenas por muchas razones que acabo de borrar en este momento que sonaban vanidosas. No es falsa modestia. Simplemente sobra tanta explicación. Solo diré que no desfallezco fácilmente, estoy despierta y activa y tengo ganas de aprender y no creo en la derrota. Me alío con el tiempo y, acepto las consecuencias de la edad porque así viven los que deciden morir viviendo. Dos tardes por semana, echo una lloradita corta antes del noticiero, a la hora del Pasa Palabra.  Antes lo veía con mi ex y ahora sola. Pero luego, cuando me levanto temprano por las mañanas y me siento ligera, fresca, viva, conmigo a solas, hasta tengo ganas de bailar. Me aseo, como nos gusta a las personas mayores llamarle a la ducha,  me visto y me pongo de medio lado frente al espejo con la báscula a un costado y me digo: ¡qué bien te conservas! ¡Olé tú Elena! ¡tuviste voluntad! Te sentó divino los cuarenta días de ayuno. Soltaste lastre/me reduje/voy quedando menos.
He conseguido mantener a raya mi peso:  ahora no ceno, o lo hago de manera intermitente, o abro la nevera y como algún resto en plato de postre, o un yogurt de soja y mango. Me cuido y me descuido también con intermitencia, más lo primero. Sé quién soy. Tengo hábitos saludables, amigos, familia que se ocupan de mí, dos preciosas nietas (mis complementos: la vitaminas M y S) que me dicen a menudo: ¡te quiero mucho, yaya!. Mi recién ex marido que ahora es mejor amigo, cuando nos juntamos echamos unas risas y bromeamos sobre como nos gustaría que fueran las personas que deseamos encontrar en nuestra nueva vida, como deseamos ser queridos. (...). 
─ Pídela. Me dijo.
─ Ya lo he hecho. Le contesté.
 Y sonreímos uno frente al otro, con una mirada cómplice de cariño, por todo lo vivido juntos durante cincuenta años.  
El próximo lunes cuando apague la vela, a la voz de mi gente: ¡venga Elena, pide un deseo!: te pediré a ti. El amor en movimiento no tiene edad. Me quedaré quieta para que avances, yo soy más de que me encuentren.
El día menos pensado aparecerás tú, con los brazos abiertos y tu sonrisa poderosa, para decirme: «¡Por fin te encontré Elena, vamos!». 
Invadida por un éxtasis de alegría pura/ (que tomo como un vestido prestado, de un  poema de Clarise Lispector) me vestiré para la ocasión. Con una especie de pudor,/el que se tiene ante lo que es muy grande.
¿Eres tú, o solo lo estaba soñando?. 
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