domingo, 4 de junio de 2023
AMARSE EN LOS DESCANSILLOS
miércoles, 31 de mayo de 2023
SON RISAS MIL SOBREVIVIENDO
La auténtica, la que no tiene doble cara, es LA SONRISA INTERIOR, la que ponemos cuando nadie nos mira: no dejes que nada ni nadie te la amargue.
miércoles, 24 de mayo de 2023
HAY PASADOS QUE NO TIENEN FUTURO
Conforme íbamos caminando, la conversación se entrelazaba con otros temas, en parte por kyara, la perra de Susana, un animal inteligente y sociable que al parecer conocía media vecindad, por el gran número de paseantes que la llamaban por su nombre; la perra iba saludando a todos y esos todos saludaban a Susana y cruzaban palabras con ella. No se como fue, en referencia a una de estas personas con la que nos cruzamos, que nos dijo, me gustan las personas así, directas, las que van al grano, sin rodeos, las que dan vueltas a las cosas no me gustan, me confunden, nunca sabes donde quieren llegar, no las entiendo. Por más que me duela prefiero la verdad.
Susana no sabía mentir, cómo más tarde confesó. Yo iba de sorpresa en sorpresa, pues ya he dicho que no hacía tanto tiempo que nos conocíamos. En mi casa no se mentía nunca, nos dijo. Mis padres nos acostumbraron a mi y a mis hermanos a hablarlo todo en familia, cualquier tema, cualquier problema de cualquier tipo se debatía y se hablaba entre todos. Creció pensando que todas las personas eran así, que todas las familias hacían lo mismo. Eso explicaba que cuando su hija la insultaba o le hacía reproches, siempre a puerta cerrada, Susana la recibiera con la actitud natural de: vamos a hablar sobre lo qué te pasa hija, con la mejor de las intenciones y que eso no fuera suficiente pues la niña llevaba nudos internos muy fuertes de desatar que requerían conocimientos y ayudas de profesionales expertos.
Susana escuchaba lo que la hija soltaba por la boca y lo interpretaba con horror y con error: al pie de la letra. Me contó que esa manera suya de entender las cosas, sin vueltas, literales, tal cual las escuchaba, le había ocasionado muchos problemas con las personas. En cierta ocasión, nos contó a modo de ejemplo: unas amistades que vivían en Nueva York me dijeron: ven cuando quieras a visitarnos Susana, siempre serás bien recibida, y así fue como un día le dio el arranque, cogió un vuelo sin avisar y se presentó en casa de los amigos, en Manhattan, quien al verla aparecer por la puerta se quedaron a cuadros y ella al darse cuenta quiso que le tragara la tierra. Así era Susana, una persona sin filtros, ni picardías, directa.
Yo iba de sorpresa en sorpresa. Ahora entendía cierto comportamiento, la falta de tacto, -que no de educación- que había mostrado en alguna ocasión conmigo, por supuesto sin ninguna maldad. Los humanos somos todos harto complicados, manuales dignos de ser estudiados y subrayados.
¿Me estás diciendo que no tienes picardía? le pregunté, y me contestó: cero. Bueno, estoy aprendiendo y lo mío me cuesta. A veces hay que mentir por no herir, le dije, para que alguien no se moleste, son mentiras no premeditadas, sin maldad, hay que tener tacto. No me queda más remedio que aprender, estoy en ello, pero sigo prefiriendo la verdad, lo espontáneo, no me fio de los que dan vueltas y rodeos. Y esa misma verdad sin filtro ofensiva e hiriente, sin medida ni tacto, era la que escupía su hija por la boca cuando discutían.
Nunca acabamos de conocer a los otros, ¡qué fuente de riqueza inagotable! pensé, no hay dos iguales. Me confunde y me gusta a la vez.
Al escucharla esa tarde entendí que en ese comportamiento suyo había una forma de pureza que la hacía verdad a mis ojos, se mostraba sin postureo alguno, a cara descubierta, su ignorancia era también la mía, todos somos de muchas maneras ignorantes.
La joven no quería trabajar, ni independizarse, quería seguir viviendo a la sopa boba, a costa de la madre. Las dos convenían cuando estaban bien, que era mejor el vivir independiente de cada una, tomar distancia emocional para una mejor relación, pero llegado el momento la joven se resistía a buscar trabajo, a irse de casa, de manera que el conflicto no cesaba.
Todo en la vida exige un equilibrio entre las partes, en formas y maneras. Susana no tenía destrezas sociales especiales, tener una buena educación no la hacía perfecta. Perdía la vida intentando que la razón le explicara, le argumentara comportamientos que ella pudiera entender, sacaba conclusiones con conocimientos pobres, viajaba a la India en busca de paz y la perdía en el camino de vuelta, quería entenderlo todo de forma académica y reglada con el discurso de una mente discursiva, dejando así que se le escapara la escucha esencial, aquella que pasa por los costados cuando estamos viviendo -no de frente- como cuando estamos subidos en un tren en marcha, con la mente y la mirada relajada y una vocecita amiga, a la que no interpelamos, aparece y nos habla, nos da las respuestas que andamos buscando mientras el tren está en marcha y nosotros en silencio, pero que olvidamos en la primera parada o cuando la noche pasa página.
Con el mismo propósito, empeño e insistencia que la vida nos plantea mil problemas de todo tipo, deberíamos nosotros insistir en aprender, pero no lo hacemos porque nos asalta la culpa, tenemos miedo al rechazo, a la confrontación, al fracaso. Sufrimos siempre por las mismas cosas, en el mismo sitio, con las mismas personas, a la misma hora. Leí en un ocasión algo de Paulo Coelho que decía algo así, cuando una cosa te pasa por primera vez, puede que nunca más te vuelva a pasar, cuando te pasa dos veces es muy probable que te pase una tercera. Ahí empieza nuestro periplo emocional de repeticiones y fracasos.
Una hija que ha superado la adolescencia, que ha recibido una buena educación, que tiene edad de entender, que cuenta con el apoyo familiar que siempre tuvo, ¿Qué más puede exigir? nada. Si acaso pedir ayuda, si acaso agradecer, si acaso llorar, si acaso perdonar, si acaso entender, si acaso aceptar, si acaso dejarse ayudar, si acaso respetar, si acaso seguir viviendo y dejando que los otros vivan.
Lo que no se puede arreglar, lo que no podemos atrapar ni está en nuestras manos hay que dejarlo pasar. "Hay pasados que no tienen futuro" si no hay empeño ni voluntad. Se ha de aprender a vivir con ello, con determinación y tirar para adelante.
Nuestras virtudes y nuestros defectos son inseparables, como la fuerza y la materia. Cuando se separan, el hombre deja de existir -Leonardo da Vinci.
Vivir perturbados en la zozobra permanente, el temblor, el dolor y la angustia no es vivir.
Cada persona adulta ha de cuidar su vida, su casa y su jardín, para dar una mejor vida a los que quiere. Eso sí es vivir con autenticidad. También es heroísmo, no dejar que nadie apague tu luz.
domingo, 14 de mayo de 2023
ENTENDERSE MAS Y MEJOR CON EL MUNDO
Cuando me preguntan sobre qué escribo, contesto que sobre mi. Escribir pone en orden los pensamientos. Siempre escribo sobre mi, hasta cuando no lo parece. Orhan Pamuk "cree que escribir es descubrir, batallando con paciencia durante años, la segunda persona escondida en el interior de uno mismo, ese ser encerrado en una habitación y sentado a una mesa, que se repliega a si mismo, a solas, para soltar las palabras que hagan del mundo otras cosa diferente de lo que es que sin ellas".
Mientras que otros eligen la botánica, la fotografía o la jardinería, yo escojo conocerme más y mejor, ordenarme, poner letra a mi historia personal, a mis descubrimientos, a la música que suena en mi. Ocuparse de uno implica cuidarse, prestar atención a los cambios que se van produciendo, despertar la curiosidad de los otros, en ese basto universo que somos todos, y aprender a aceptar aquello que no podemos impedir, aquello que hay que dejar pasar, como dice el Budismo Zen. Quitarle al mundo retórica y gravedad, desvelar la mentira.
El conocimiento a veces produce malestar y dolor cuando nos aleja de los otros, cuando nos hace más críticos y sabedores. El saber, al contrario de lo que dice el refrán, sí ocupa lugar, y desplaza a las personas, pues el conocimiento siempre está en acción, y nosotros con él. Hay personas que parecen estar siempre activas y sin embargo no van a ninguna parte, porque su manera de estar y sus ideas solo dan vueltas en círculo, repitiendo las mismas cosas de siempre. Yo digo que estas personas son "de movimiento mecedora", no avanzan. El saber conlleva una corriente interior que nos mueve más lejos; si no hay cambios no hay crecimiento, si no hay duda incertidumbre no hay progresión. Me lo repito cada vez, con más frecuencia, ahora que me estoy haciendo mayor, por que la tendencia del adulto es repetir y circular por las mismas vías de costumbre de siempre, donde se siente uno a salvo.
De la misma manera que corrijo y mejoro los textos que escribo, me esfuerzo por entender la vida que se renueva, y mejorarla. Viajando se amplia la mirada, la visión de las cosas, de las personas, de la propia vida. Nunca somos los mismos cuando regresamos. Todo el mundo debería poder viajar a lugares distintos.
Hace apenas unos días que regresé de Zurich. Pasé allí dos semanas en casa de mi nieta, como ya conté, las dos solas. Nos adaptamos la una a la otra sin ninguna imposición, de manera natural, nadie dio ordenes a nadie: ni yo me metí a organizar el caos de su habitación -tentada estuve-, ni ella reprochó que no me quisiera adaptar a sus horarios suizos. "Allí donde fueres haz lo que vieres". Yo vi en ese espacio mi casa, -así me lo hicieron sentir- e hice lo que hago en la mía, convivir y compartir felizmente, de la misma manera que lo hacen dos saetas en el mismo reloj, y marcan tiempos diferentes.
Habían transcurrido apenas dos horas desde que me recogieron del aeropuerto que mi nieta ya me había subido en un patinete eléctrico que alquiló, y me paseo por los alrededores de su casa primero, luego me dejó sola y finalmente acabó ella subida detrás de mi, enganchada a mi cintura -a lo que queda de ella. Lo tenía como algo pendiente que ya no iba a ocurrir, ella conocía mis ganas y lo hizo posible, fue una auténtica gozada, y también una preciosa locura con mi nieta: "Elena ya no tienes edad para esto" me decía, y también "Ole tú". Recorrimos el trayecto de unos mil quinientos metros hasta el pie de un funicular que nos subió a una montaña próxima, donde pudimos disfrutar de unas vistas preciosas de la ciudad de Zurich y el impresionante lago que la atraviesa de 90 kilómetros. Allí iniciamos una caminata de noventa minutos que se convirtió en otro momento placentero, mientras íbamos conversando y poniéndonos al día de nuestras cosas. Pasamos por una granja donde nos dieron a probar leche recién ordeñada, previamente tratada claro, se podían comprar huevos recién puestos por las gallinas. Nos hicimos fotos con los animales, un selfi con una vaca que se aproximó tanto a mi oreja que pude percibir su aliento. Curiosamente también había alpacas y llamas que parecían vivir en su medio natural, como auténticas reinas en sus cabañas, rodeadas de hermosas lomas y prados verdes. Si hubiera aparecido Heidi en esos momentos le habría preguntado por el abuelo, nada extrañada.
De cada viaje uno trae siempre algo nuevo, por pequeño que sea, os conté en mi anterior carta como me sorprendió descubrir las escaleras para gatos en las paredes exteriores de las casas, me pareció algo extraordinario y nada común, pues bien una de las cosas que más me impresionó de Zurich, en este viaje, que ya sabía pero no hasta el punto que se ahora, fue la pulcra organización en los transportes públicos, perfectamente coordinados y precisos, siempre puntuales, con una exactitud y una información extraordinaria. No hay caos circulatorio ni ruidos molestos, el sonido en el centro de Zurich es el del deslizamiento que hacen los tranvías cuando discurren por las vías, eso si es pacificar una ciudad y no lo que está haciendo la actual alcaldesa Ada Colau en mi ciudad, Barcelona. Soy crítica, y ahora sí cambio de tono, porque ha sembrado las calles de estrés y descontento en horas punta, la ciudad se colapsa por diferentes tramos, la gente, los conductores, los repartidores de paquetería se irritan, les impide llegar puntuales a sus destinos, a los trabajos. Se han suprimido demasiadas vías y calles al tránsito de vehículos, por un proyecto de "pacificar la ciudad" sí muy loable, pero que no se entiende ni se explica a los ciudadanos con claridad entendible.
Estas son, entre otras, las cosas que comparas cuando viajas por el mundo, que te hacen tomar distancia ya no con tu ciudad, que es también tu casa, si no con sus gobernantes y sus decisiones políticas, que son para subirse por las paredes de los gatos, porque no hay vía escapatoria más rápida.
Estos gestores, nada ejemplarizantes, y sus movidas políticas, también están en un continuo y aparente "movimiento mecedora", no van a ningún lugar. Se desgastan y nos desgastan. Lo imperdonable y decepcionante, lo insufrible y frustrante es el alto precio que tenemos que pagar los ciudadanos y la salud que nos cuesta.
Deberíamos tener, las personas, la capacidad de inhabilitar estas decisiones, trabajando desde una conciencia más crítica, determinante y ejemplarizante. No hay otra manera de entenderse con el mundo y mejorarlo. Mientras consintamos que ellos, los de siempre, nos gobiernen como siempre lo hacen, con el mando remoto en sus manos desde sus butacas mecedoras no iremos a ninguna parte. Yo quiero seguir viajando, ¿qué quieres tú?
Elena Larruy
martes, 2 de mayo de 2023
UNA ESCALERA PARA EL GATO
Entre el mal tiempo y los precios tan elevados no se ve mucho turismo. Pero todo no es malo, esta ciudad tiene cosas que suman, y muchas fortalezas, que ya os iré contando. Yo me adapto a sus horarios y quehaceres, ahora mismo hago tiempo mientras espero que mi nieta salga de la cama. Hoy es su día de descanso, es sábado y tenemos programado hacer muchas cosas. Yo me levanto muy temprano, se va pasando el tiempo, luego nos tocará correr, pero no le digo nada, prefiero que descanse, el día da para mucho cuando estamos juntas y seguro que a pesar de la lluvia y de las nubes nosotras veremos salir el sol. El sol, eso somos la una para la otra.
En su casa me muevo como un gato, aunque aquí se podría decir como pez en el agua, eso sí con total libertad y antojo, procuro siempre en las casas donde
estoy, hacerlas mías o si no no estoy. Siempre encuentro mi rincón para escribir, donde sentarme
a leer o hacer mi clase diaria de inglés; me preparo para la próxima vida, esté donde esté, quiero traerlo aprendido, facilita mucho las oportunidades cuando viajas, cuando quieres saber cosas. Otras personas a mi edad se entretienen saliendo a pasear, yo también lo hago pero además aprendo. No hay tiempo que perder, me gusta poner intención en todo lo que hago.
Con el tiempo los libros y yo nos hemos ido haciendo amigos, me gustaría ser más lectora, leo menos de lo que me gustaría. Por las tardes se me aflojan "las pilas", lo mío son las mañanas, en especial de madrugada. Siempre hay algo que aprender de ellos, y yo ahora, de mayor, me he vuelto mejor estudiante. En mis viajes llevo siempre uno de papel, ayer terminé de leer: Nosotros de Manuel Vilas. Estuve a punto de
abandonarlo en la mitad, pero de repente el argumento dio un giro inesperado que hizo que le
diera otra oportunidad. Es una novela romántica que cuenta el vivir de una mujer que acaba de quedarse viuda, de cómo a través de viajes y aventuras sexuales con desconocidos sustituye el amor del hombre que ha perdido. No me gusta este género literario, ni la temática, y la pareja
protagonista de la novela me parecían de mentira, luego todo tuvo su explicación, incluso que
le dieran el premio Nadal a Vilas este año, pero lo compré porque él si me gusta y
además es poeta y de Barbastro.
Me gustan las personas
inteligentes, sensibles y honestas, por el mismo orden. Las personas que no se engañan, que van de frente a cara descubierta. Y Vilas es uno. No puedo
concebir una cualidad sin la otra. Hay mucha sensiblería estúpida que no soporto,
y mucha inteligencia dada, -por sorteo divino- a personas que no la merecen, por mal
uso.
El mal tiempo, la dificultad del
idioma, lo endemoniadamente caro que es todo aquí, y que a mi nieta -absorbida por
trabajo y estudios- la veo poco, hace que alguna noche me conecte a Netflix y quiera ver buen cine: misión imposible, ingenua pretensión la mía. Esto si es una inclemencia mayúscula y no la del tiempo en Zúrich, que al final llena lagos y pantanos y hace que se pueda beber agua del grifo, por cierto buenísima. Un horror, un escándalo
de violencia gratuita, eso es -en su gran mayoría- el contenido de Netflix. Insana influencia la de esta plataforma, salvando excepciones de algún documental, de alguna comedia de
las que no miro por insulsas, el resto es todo violencia, corrupción, sangre, armas y terror. Miro las
películas y las series una a una, para elegir la que me entretenga un rato, y es lo mismo que buscar "la aguja
del pajar". Este insano y mal cine, tan pernicioso, debería estar prohibido. Basura, mucha basura, eso es
lo que se puede encontrar en Netflix. No renuncio al placer del sofá y la
mantita, mientras siga haciendo mal tiempo, así que cuando encuentre algo interesante que ver y recomendar, algo que no
ofenda la salud mental, os lo cuento. El cine, el bueno, es un arte, hay muchas maneras de tocar los temas, de escribir buenos guiones, el "qué" cuando el "cómo" está bien escrito, contado e interpretado, es lo de menos. Por fortuna tenemos cientos de actores buenos, y muy buenos directores y profesionales de este arte. El entretenimiento de las personas no debería ser un negocio, ni por supuesto un modo de controlarnos.
Aquí, en las proximidades de Zúrich, donde me encuentro ahora, los que viven bien son los gatos, atónita me dejó una escalera que vi el primer día que llegué a casa de mi nieta, estaba instalada en la pared exterior lateral de un edificio de viviendas de cuatro plantas. La escalera, de pequeños peldaños, discurría desde un entresuelo hasta el ático. Cuando pregunté por esa cosa extraña que colgaba en la pared, me contestaron que era una escalera de gatos. ¿Una escalera para los gatos? Sí, aquí en Suiza es muy normal, no hay gatos callejeros, todos tienen un dueño y una casa, viven durante el día libres, andan sueltos. Esas escaleras que se ven en edificios de entornos rurales y campestres, están instaladas para que los gatos puedan salir y entrar libremente de sus casas, les facilita el acceso a los pisos altos. Ellos suben y bajan por ahí con suma facilidad, incluso tienen una red protectora por una posible caída, cosa bastante improbable para un gato. Para su instalación los dueños de los gatos piden permiso a la comunidad, que normalmente les conceden. Es muy normal ver a gatos lustrosos tumbados al sol, como reyes, en medio del césped en los bajos de las casas. Soy amante de los gatos, me encanta esa convivencia. Yo así también tendría uno, si no viviera en una ciudad grande como vivo, me produce gran placer la compañía de un gato, me gusta su vivir independiente y el modo en que me busca cuando quiere mis mimos. Mejor os lo cuento en un poema que escribí hace mucho tiempo para Mia, mi nieta.
Me gusta su distinción
sus rasgos felinos
su trato justiciero
acariciar su pelo fino,
su manera de esperarme
y ajustarse a mi regazo,
cuando a mi lado se acomoda
y ronronea: me gusta,
o cuando se pone zalamero
y me hace la croqueta
para brinca de repente
y esconderse juguetón
en el primer cajón que encuentra.
Me acomodo
a su vivir independiente,
lo mismo que él hace al mío.
Nunca inoportuna,
al contrario,
¡me gustas mucho, chica!.
A menudo es engreído
ufano y altanero,
así: también lo quiero.
De su higiene y de su pelo
se ocupa a diario con esmero,
de tanto en tanto
Exquisito en sus gustos
se alimenta bien y poco,
si se indigesta:
Políticamente incorrecto,
inadecuado a las visitas,
no se anda con chiquitas:
si le gustas,
Cuando el radar de su cola
le pone en guardia
porque un peligro acecha
arquea el lomo
con los pelos de punta
y dando unos soplidos
Más si de amores se trata
se va por los tejados
en busca de gatos.
Maltrecho y despeinado
a su regreso
bajo este techo,
para este amor correspondido
que cuida y protege
que acompaña y abriga
que asiste y reconforta
en la mejor medida,
que me espera cada día
al volver a casa.
¡Créeme!
¡Hazme caso!:
Elena Larruy
lunes, 17 de abril de 2023
MIS SIETE DÍAS EN BERLÍN

lunes, 6 de febrero de 2023
LA IMPOSTORA
Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se maquillan, se perfuman, se peinan, se visten y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son. Julio Cortázar
A menudo me siento una impostora. ¿Quién soy yo en realidad? Me pasa cuando escribo, cuando hablo; cuando pienso también me engaño, hasta cuando rio. ¿Cómo saber quiénes somos con tanta niebla en el corazón?
"Entrelazando los párrafos de estas reflexiones que aquí dejo sobre "la impostora", encontraréis frases y citas extraídas de las novelas, ensayos y prosas de Julio Cortázar, que hacen alusión a los personajes que nos poseen a lo largo de la vida; que nos hacen ser otros -o no ser- desde la más tierna infancia"
No puede ser que estemos aquí para no poder ser.
No puede ser que estemos aquí para no poder ser.
Siempre quejándote de todo y a la vez fingiendo no darle importancia a nada. Vives de esperanzas, pero no sabes ni qué esperas.
En una de sus últimas publicaciones bajo el título: En la dirección correcta escribía este texto que extraigo de un párrafo.
Nací en una farsa, forjé mi carácter en una mentira y, mientras nos limpiábamos del polvo de aquel engaño, no parábamos de sorprendernos: los camaradas de repente eran lobos. Por algo «El Show de Truman» es mi película favorita.
Detrás de este triste espectáculo de palabras, tiembla indeciblemente la esperanza de que me leas, de que no haya muerto del todo en tu memoria.
Nací a mediados de los años cincuenta. Mi generación aprendió a fingir antes que a hablar. La iglesia y la dictadura franquista se emplearon a fondo, nos educaron para la obediencia y la sumisión. Poco se supo de nosotros, los que nos fuimos perdiendo por los confines oscuros de los adentros, hasta que ya de adultos nos hicimos cargo de nosotros -a medias- y nos rescatamos -siempre a medias- del escondite donde nos metieron a vivir en la infancia, como a la cenicienta del cuento.
Hay enormes zonas a las que no he llegado nunca, y lo que no se ha conocido es lo que no se es.
Hoy se que "No soy lo que aún no he conocido de mí". Esta acertada frase que leí no sé dónde, me tiene expectante. Me hace estar despierta, atenta a mi propio conocimiento y su desarrollo, a lo que va siendo de mí y mi trasformación. Hace tiempo descubrí que no soy la misma que ayer, vamos cambiando, estamos todos en continua transformación. Lo cual significa evolucionar. Los inmovilistas, que no defienden esta teoría, los obedientes a credos heredados, conservadores de pensamientos, costumbristas de las formas, con rancios apegos a pasados, los que se reafirman en su yo, los que poco o nada se cuestionan, ni se plantean la duda, los que no progresan son los que se inscriben siempre siempre en su propia dictadura. No todos aprendemos en la misma forma y medida aunque fuéramos educados por la misma sociedad y por las mismas personas.
Gran parte de mi generación aprendió a caminar con piedras en los zapatos y una incómoda camisa de fuerza con la que andábamos a la pata coja. Embutidos en otra piel que no era la nuestra, hasta llegar a la adolescencia.
La explicación es un error bien vestido.
De habernos educado para ser otra cosa distinta que fotocopias, nos hubieran ahorrado mucho sufrimiento, tristeza y apegos que llevaremos de por vida y con los que hemos de aprender a vivir. Seguramente hoy nuestras vidas serían mejores, nuestra mirada más limpia y no andaríamos con tanto lagrimeo, como ando yo ahora.
Para sobrevivir en esa humedad tuvimos que aprender a ser fuertes, mientras inhibíamos lo innato de nuestra personalidad que nos obligaban a ocultar por ser de dudosa aprobación, o por temor al castigo de una conducta impropia y reprobable. Nos vaciaron por dentro de lo natural.
Había tanto tiempo perdido en vos, eras de tal manera el molde de lo que hubieras podido ser.
En muchos casos el cuerpo cronificó conductas y estados, por cuestión de supervivencia, dio por buenos y válidos comportamientos y creencias, pues no tenía voluntad ni referencias, y hoy son muchas las personas que nunca despertaron de esa dictadura y siguen metidos en su escafandra, con mugrientas máscaras pegadas a su piel, en su papel de falsa apariencia de héroes de nada y triunfadores de mentira.
Tienes que vivir peleando entre nosotros, es la ley; la única forma en que las cosas valen la pena, pero duele.
No es de extrañar con tanta careta y gotelé tapándonos el rostro que nos desencantara conocernos, que no nos quisiéramos, que nos tuviésemos que pasar media vida buscándonos sin encontrarnos.
Nada está perdido si se tiene por fin el valor de proclamar que todo está perdido y que hay que empezar de nuevo.
Para todo el mundo no fue igual, -todo lo que nos pasa, nos pasa en grado diferente para cada persona, como ya he dicho-: aquellos más dotados de gracia, espontaneidad e ingenio, los más graciosos y sagaces, los que por temperamento eran más alegres y abiertos, estos salieron adelante menos afectados por el síndrome del fracaso, que los otros niños y niñas de carácter introvertido, los más sensibles y vulnerables, los que no eran tan espontáneos ni eran "Marisoles ni Joselitos", los que no tuvieron padre ni madre, ni eran ricos, ni esbeltos ni guapitos. Estos se llevaron la peor parte.
Mi diagnóstico es sencillo: sé que no tengo remedio.
No es de extrañar, para los que vivieron en semejante humedad, que les costara sacar los pies del charco y arrancarse el antifaz, sin tener miedo a sobrevivir en la intemperie que vino después, en la que actualmente vivimos ahora. Ni sigue siendo fácil renunciar a dejar de ser la mentira en que nos convirtieron, sin miedo a que nos retiren la palabra, el saludo, los likes, los me gusta...
Que no había más que fijarse un poco, sentirse un poco, callarse un poco, para descubrir los agujeros.
Hay tantos recuerdos por reconciliar, tantos agujeros que tapar, tantas creencias que desmentir, tantas y tantas emociones retenidas por las paredes de nuestros intestinos, que el camino sigue siendo pedregoso y cuesta arriba. Muchas veces lo vivimos como un imposible, otras solo podemos soñarlo para hacerlo realidad.
Soy lo que sueño y sueño lo que soy; despierto solo me conozco a medias.
He pasado parte de mi vida siendo una impostora, sin saberlo. No soy de las que echa la vista atrás, no me gusta que me asalten los malos recuerdos, ni me castigo, prefiero reconciliarme, entenderlos sin sentirme culpable y olvidarlos. Escribir, es mi manera de sanarlos. Todo lo vivido está siempre en mí.
Los recuerdos son siempre un asco.
Hay ausencias que representan un verdadero triunfo.
Hay mucha niebla en nuestro corazón y en nuestra cara munchos restos de tanta catarata.
Ellos ya sabían leer en sus silencios.
Cuando escribo reconozco la voz auténtica y la de la impostora. Me tienta el ego de la razón a dejar actuar a la fingidora, pero una vocecita interna, de la que me fio, me dice: no lo hagas, escribe tú verdad: como tu eres, sé honesta contigo, aunque al que tienes en frente no le guste: atrévete. Sé honesta contigo. ¿Qué esconderá esa palabra? otras veces me asalta la duda y el "compromiso" y también tengo dudas de querer estrechar ese lazo.
No hay cómo compartir una almohada, eso aclara completamente las ideas; a veces hasta acaba con ellas, lo cual es una tranquilidad.
Es como un caballo, solo adora las cosas puras y sin mezcla. Los colores primarios, la escala de siete notas. No es humana, créeme.
Y la vida sigue, y yo con ella. Mi propósito ahora es la desnudez y la alegría, a sabiendas de que me seguirán cayendo jarrones de agua fría. Y yo me enjuagaré la cara y la mirada. ¿Qué otra cosa puedo hacer mejor?
Nada está perdido si se tiene por fin el valor de proclamar que todo está perdido y que hay que empezar de nuevo.
Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos.
Elena Larruy
martes, 10 de enero de 2023
CUANDO SE APAGA LA LUZ OTRA LUZ BRILLA
lunes, 26 de diciembre de 2022
CUANDO ESTÁS CONTIGO NO ESTÁS TAN SOLO
viernes, 16 de diciembre de 2022
ESCRIBIR, LEER, SOBREVIVIR EN EL GRAN LABERINTO PARA COMPRENDER
Leer para comprender, para no sentirse tan solos y abandonados, para recibir respeto.
Que razón tenía Antonio Machado cuando escribió: Que difícil es no caer cuando todo cae. Qué difícil es actuar inteligentemente si la sociedad se vuelve estúpida. ¿Cómo sobrevivir tanta inteligencia a un mundo tan estúpido?, tan determinado por estructuras económicas y políticas, por medios de opinión, ideologías, modas... Controlados y subyugados por fuerzas imbatibles imponiendo sus creencias culturales que nos presentan como evidencias, de las que no tenemos ninguna información porque nada hacemos por saber más: Las Culturas Fracasadas las llama José Antonio Marina en su libro.
Es fácil entender porque ante semejante fracaso la poesía pueda ser, y es, un refugio para tantos hombres y mujeres de valor, donde escapar de la inmundicia, donde sentirse a salvo y consolados.
En mí te pierdo aparición nocturna,