sábado, 27 de enero de 2024

EL ENFOQUE HUMANO DE LAS EMPRESAS

 

Una de las cosas que más me hacía sufrir cuando trabajaba como directiva en una entidad bancaría, era el instrumento en que nos convertían a todos los cargos para obtener resultados. Yo escuché de un superior la conocida frase “No se os paga por pensar, se os paga por obtener resultados” Había momentos que la presión era tan fuerte que a punto estuve de enfermar.

La sensación de fracaso era insufrible; me negaba a ser valorada por los parámetros de venta: tanto haces, tantos vales. No concebía competir y ser utilizada de forma tan deshumanizada. Nos hacían sentir como camellos de feria a la carrera por llegar los primeros al objetivo y tocar la campana.

Se equivocan las empresas cuando tratan a sus empleados como meros instrumentos para sus fines. Antes que nada, son seres humanos.

Una empresa es tan buena como la gente que trabaja en ella. Lo compruebo cada día en el trato que recibo cuando gestiono mis cosas o voy a la compra. La calidad profesional y humana con que soy atendida, la educación, la amabilidad… determina el trato que la empresa, (el jefe, el dueño del establecimiento, la entidad…) da a sus empleados. Todo trabajador ha de ser instruido y considerado en su trabajo.

Cuando una empresa competente invierte en sus trabajadores, los motiva y escucha; cuando se ocupa de potenciar sus habilidades y capacidades, no solo de sus conocimientos, obtiene rendimientos muy superiores. Para conseguir su propósito ha de llegar a las partes más íntimas de sus empleados. Ha de conocerlos. Saber cómo son con sus compañeros, qué pasión les mueve, su grado de generosidad, su humildad, su humanidad, su comportamiento en equipo… Cuando un trabajador se siente escuchado y respetado lo da todo.

No concibo ningún trabajo sin entrega y entusiasmo. Sin pasión en lo que se hace. Un trabajador desmotivado no contribuye a hacer crecer una empresa.

Las empresas las forman equipos humanos, y funcionan o deberían hacerlo cómo funcionan las familias: en equipo. Todos los miembros son importantes, del primero al último. No compiten entre ellos, colaboran y se apoyan. Se cuidan unos a otros. Tienen proyectos comunes. Les mueve la ilusión; el logro de un miembro es el logro de todos. 

miércoles, 17 de enero de 2024

EN UN VIVIR APARTE


Ilustración de Ana Jarén


Conocí a Juana en el 2019, un poco antes de la pandemia. Coincidimos en un curso de poesía que impartía el poeta Jesús Aguado, un buen maestro, y excelente guía poético, del que se podía aprender mucho. Al poco nos recluyeron en casa, y las clases que hasta entonces habían sido presenciales continuaron por Zoom. Para mi, ya no fue lo mismo.

Cuando escuchaba los poemas que traía Juana a clase, mi voz se quebraba. Me sentía una impostora. Empequeñecía. Sus poemas, de gran calidad y manifiesta cultura, ahondaban por todos los paisajes del Ser. Con ella me trasladaba hasta la misma orilla del mío. 

A Juana le gustaba como escribía yo. Quiero imaginar que mi forma decidida y valiente. En cierta ocasión trabajando con la poesía erótica, compuse dos poemas subidos de tono, inspirados en la poeta cubana Carilda Oliver, recuerdo como Juana se ruborizaba al escucharlos, pues decía que ella no se atrevía a escribir así. Admiraba mi atrevimiento. Y eso me gustaba, viniendo de ella.

La poesía de Juana recorría un sin fin de paisajes por templos helénicos, lagunas, bosques, estepas, precipicios... Horizontes amigos comunes que perseguíamos todos los que estábamos allí.  

Pablo era otro compañero de "altura". Jugaba con la palabra, hacía juegos malabares. Sus imbricados textos de oraciones y versos convertían sus creaciones en ingeniería poética, difícilmente por mi entendible. Descarrilaba al escucharlos, y me reducía a la mitad. Poemas surrealistas, del que el mismo Dalí hubiera copiado. No alcanzaba a entender lo que escribía a la primera, ni a la segunda, ni en primera fila. ¡Que no!  Y además el brillante y agraciado Pablo lo aderezaba todo con un humor e ironía, que yo tampoco tenía. 

Jesús, el profesor, admiraba la genialidad de Pablo. Diseccionaba sus poemas con mano de experto cirujano hasta hacerlos entendibles,  como quien repara, ajusta y coloca venas y arterias en un corazón, para su buen funcionamiento. Entonces yo sangraba, en una hemorragia interior,  y no tenía manera de taponar la herida. Un mes antes de acabar el curso me despedí de las clases. 

Todo en Pablo era ingenio y agudeza. Generosidad,  además de gran persona. ¿Cómo una mente tan prolija y sobresaliente podía convivir en un mundo tan de baratija y mediocre como el nuestro? !Ah! Por eso estaba ahí: en clase de poesía, me respondía. Porque era un tipo raro sin diagnosticar, como todos los que allí estábamos, de alguna manera. Refugiados. Disidentes sumisos. Marginados por la necedad: trastornados del vacuo vivir cotidiano.  

Los poetas sobreviven y se entienden entre ellos en "los apartes" de las vidas. Cómo hago yo ahora que he cambiado de compañía, de casa, de barrio, de ciudad, del que ya no pega su ombligo a mi espalda porque ya no es mi marido, ni mi hombre, ni mi noche, ni mi día.  Pese a todo seguimos siendo dos: yo y mi soledad de poeta. 

Desde ese lugar donde vivo ahora, en mi recién estrenada vida, tengo la fortuna de contar con gente como Juana, cuya amistad redobla su significado, pues me hace sentir querida y acompañada. Agradezco infinito su amistad, sus acertados consejos con la escritura, y en especial la gran humanidad y cercanía que siempre me demostró. Todo lo de esta persona me nutre.  Me siento muy privilegiada.  

Os dejo tres poemas de su libro BESTIARIO DEL DESEO.

Adentrarse en la poesía de Juana Gallardo es desvelar sutilmente el misterio que habita en cada uno de nosotros: hilanderos, costureros, zurcidores, tejedores de vida. 


AQUÍ ESTOY, ESTA SOY

Poco a poco recobro

a la que he sido.

No a la que he sido en esta vida

o en otras

en las que me cuesta tanto

creer,

sino a la que tejió mi deseo,

a la que, en mi imaginación,

ha vagado,

con el anhelo de ser algún día

algo más que un esbozo.

Aquí estoy, esta soy.

La cobarde y

la que saltó a mil abismos,

la que habló sin cesar

y la más silenciosa.

Soy aquella que,

cuando todo parecía perdido,

logró salvar el amor.

Ahora que la materia pierde

perfiles y formas,

ahora que los ojos impacientes

dejaron de buscar horizontes,

ahora que ya no hay

nada más que el ahora

aquí estoy

esta soy.


EL MIEDO

Te he guardado dentro

como botella

con tapón bien ajustado.

Tienes el sabor a astilla

de las almendras verdes,

su dureza.

y para digerirte he tenido que tragar piedras

igual que los caimanes.

Pero la vida es efímera

como un haz de luz inesperado

y, aunque nosotros, los vivos,

no lo sepamos

nada distingue a un muerto

de otro muerto.

Te dejo aquí, amante vacío

de alcobas clandestinas.

Te dejo con la soledad del vencedor

pues solo los vencidos aprenden

a hacerse compañía.


LA VEJEZ

En cada estación del año

me parece

habitar algo de ella.

No creas que voy a decir

que me convierto

en

tormenta

amapola

ola de mar

hoja seca.

En cada estación

me siento

un poco más vieja

y, como esto de envejecer

cuesta tanto,

me dan ganas de dejarlo todo

y encerrarme en casa a dedicarme

solo a eso:

a hacerme vieja

y a hacerlo bien.

Pero luego entra el sol,

o me da en la calle

una racha de aire fresco

y se me olvidan estas zarandajas.

Me pongo de nuevo

a escuchar al mundo

y a cantar

las canciones

que me llegan de él.

Y se me abren las alas de grulla

y otra vez estoy dispuesta

a viajar donde sea,

a donde el aire me lleve:

sin pensar en nada.

Poesía de Juana Gallardo Diaz

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