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martes, 5 de enero de 2021

MEMORIAS DEL CORAZÓN









MEMORIAS DEL CORAZÓN
(el agradecimiento)


Corría la primavera

por Balmes con Travesera.

Yo también corría

huyendo del invierno

por las mismas vías.

En el pecho una banda 

llevaba mi nombre escrito,

de mi padre el apellido

con su orgullo impreso.


Una historia reciente

con sus enseres de hielo

-cetro, llaves, credenciales, tarjetas-

se deshacía.

Nadie asistió a ese entierro.

Aquella mañana sin nombre

una brida maliciosa

salió a mi encuentro

y se ocupó del resto:

me derribó con violencia

para en dos partirme el  brazo,

el de mando.

Doliente mi causa

y humillada mi suerte

con urgencia compasiva y humana

nos recogió el otro brazo

y nos dejó en la mesa de rayos

del hospital más cercano.

Un asistente enfermero

nos recibió con desprecio

-como si yo no estuviera presente-

y envolvió mi brazo derecho

entre silencios y  mortajas.

El alma asustada

salio afuera,

se negó a entrar en detalles:

aquel asunto "pacato"

no iba con ella. 


"En mi cabeza un canon de voces desafinaba"

entre pensamientos crispados

y hogueras encendidas

que nada alumbraban.


La primavera siguió con su agenda,

a lo suyo.

Tres semanas y un día pasaron

hasta destapar mi brazo.

Cuando eso pasó

       ¡pan y besos pedía!

 Lo asistió el otro brazo

cuidadoso y entregado 

redobló la guardia

lo trató con cariño,

nada le echó en cara,

lo ajustó contra mi pecho

con ternura de madre

para darle abrigo.

Lo acunó con ternura

Le hizo saber que no era huérfano.

Y fue en ese momento de ea ea y arrullo

que yo escuché las gracias más sinceras

que jamás antes había escuchado:

las que mi brazo derecho

le dio

a mi otro brazo.


Elena Larruy
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