Un viaje empieza el día que cierras una reserva o contratas un viaje. El mismo día que la imaginación vuela libre al lugar de destino y empiezas a elucubrar qué verás y qué harás. Continúa cuando te levantas por la mañana, a dos días de la marcha, y haces una lista con lo que te vas a llevar, y te subes a la escalera para tirar de la maleta que guardas en el altillo. Cuando llegas al lugar, se borra la imagen que traías, a mi me pasa: lo que ves es distinto, ni mejor ni peor, distinto. Reseteas, te acomodas y te maravillas con lo que estás viendo, como nos sucedió a nosotros hace unos días al llegar a este lugar de Francia, donde nos encontramos ahora: Sant Medard de Guizieres, una pequeña localidad al suroeste, cerca de Sant Emilión, famoso por sus viñedos y a una hora en coche de Burdeos.
Estamos en un bonito entorno rural de naturaleza, rodeados de grandes extensiones de campos, viñas y fincas. Las casas son más sencillas que lujosas, pero todas tienen su encanto, rodeadas de zonas de recreo y jardín, no hay ninguna igual a la otra, y no se ve ni una sola casa pareada. Por aquí la excepción es encontrar un piso en algún edificio de viviendas, los pocos que se ven son antiguas y no parece vivir nadie en ellos.
Hace poco más de un año que pertenecemos a un club de intercambio de casa de vacaciones: HomeExchange, cuya experiencia nos está resultando muy gratificante. Cambiamos nuestro apartamento de la playa en Sitges-Barcelona-España por otros lugares que nos apetece visitar; lo mismo puedes ir a Sri Lanka, que visitar Canadá o solicitar una semana en Paris, y por supuesto ir a cualquier lugar de nuestro preciosa y rica geografía española. En doce meses hemos viajado a cinco países, y a ocho destinos diferentes. Para este verano tenemos previstos dos más. Nuestra casa de Sitges ha recibido a diez invitados/familias de distintas nacionalidades. Los intercambios pueden ser recíprocos y simultáneos, o no, también mediante un sistema de canje de puntos llamados GP (puntos de invitados: a cada casa se le otorga un valor en GP) que es lo que utilizamos nosotros, pues al estar libres de compromisos profesionales podemos viajar en cualquier época del año, además de por ser nuestra casa de intercambio la segunda residencia, lo que hace que esté muy disponible en cualquier época del año para cualquier viajero.
Mucha gente nos pregunta si no nos da miedo dejar nuestra casa, sin saber a quien recibimos; la respuesta es sencilla: no. Todos los miembros de esta asociación están verificados por la organización, en unos mínimos exigentes, por otro lado, después de cada ocupación, tanto los anfitriones como los invitados rellenan una pequeña ficha de valoración que recoge aspectos como la limpieza, la comunicación y la coincidencia de lo publicado con lo que tu has visto. En la página de la organización se publican todas las casas con imágenes, descripciones y detalles. La gente comenta y explica datos de interés del lugar, también datos personales de presentación, si se quiere puedes hablar con los interesados, todo el mundo muestra respeto y educación; cualquiera no deja su casa a extraños de dudosa conducta, y si alguien no es de tu agrado, por como se define o comenta, o por las valoraciones recibidas, no tienes más que no admitir su propuesta.
Nada ni nadie te obliga. Nuestras experiencias hasta la fecha, tanto cuando hemos ido, como cuando hemos recibido, han sido todas altamente satisfactorias. Durante las estancias la comunicación es fluida, todo el mundo colabora y está dispuesto a ayudar a su invitado o a ser ayudado. Por otro lado están los benditos traductores, que hace que la comunicación fluya con total facilidad y entendimiento. Esta manera de viajar nos ha permitido conocer diferentes países y también aprovechar estancias cortas, en nuestro territorio, cuando tenemos compromisos de reuniones o encuentros familiares o de amigos. Pero lo más gratificante es estar en otras casas, experimentar como viven otras personas en sus propios universos, de todos hemos aprendido algo, o hemos cogido una idea. Y a la inversa lo mismo, cuando un huésped se va, se interesan por donde comprar o como obtener algo que han visto en la tuya. En estas convivencias de intercambio das de lo tuyo lo mejor y en la misma medida lo recibes. No puedo decir otra cosa.
Para nosotros dejar nuestro apartamento, al que queremos y cuidamos con cariño, es un motivo de satisfacción. Hablar con las personas que se instalan, que llegan siempre contentas de poder compartir esta manera distinta de viajar es muy gratificante, y lo mismo cuando se despiden, siempre muestran su satisfacción y agradecimiento.
Mientras escribo estas líneas, han pasado tres días de nuestra llegada, es temprano, llevo el horario de las gallinas, me levanto amaneciendo y me acuesto poco después de las diez. Aquí hay quince gallinas, viven como auténticas reinas en un paraíso natural muy espacioso, al aire libre, tienen una casita de madera para recogerse, a las diez de la noche todas están dentro porque un cuarto de hora más tarde un sistema automático cierra la pequeña puerta de acceso, para resguardarlas de un zorro, que según nos dice M. Ange, la dueña, anda por aquí. Temprano poco después de las siete se abre la misma puerta y las gallinas campan a sus anchas, comen hierba y se llegan hasta el estanque, un gran estanque verde con patos incluidos. Lo dicho: un paraíso.
Todos los viajes han tenido para nosotros algo fantástico, y este no iba a ser menos. Cuando uno cree que va a hacer un viaje, aun no sabe que el viaje es el que nos hace y rehace a nosotros. Viajar nos cambia, decía Mark Twain: El viajar es malo para la intolerancia, el prejuicio y la estrechez de mente.
Al llegar nos encontramos con la agradable sorpresa del lugar, era mucho más grande de lo esperado, la impresión primera fue espectacular. La casa que habíamos visto en las fotos, y la descrita en la página de contacto se quedaba muy corta con lo que estaban viendo nuestros ojos nada mas llegar, sabíamos que tenía terreno, piscina y zona lúdica pero no contábamos estar rodeados por grandes árboles de todo tipo, sobre una superficie superior a 1 Hectárea: diez mil metros cuadrados de terreno, donde además de la casa, se veían otras cuatro construcciones: parking, cobertizo, zona de almacenaje y zona de recreo, con mesa de ping pong, futbolín y palas varias de juego. Y como no podía ser de otra manera la barbacoa. Contaría y no pararía. Este es, sin ninguna duda, un lugar privilegiado para los que vivimos en la ciudad pisando asfalto todo el día, con apenas nada de espacios verdes y rodeados de ruidos y cielos contaminados.
Francia es un país hermoso de extremo a extremo, todo su suelo es un manto verde, tiene grandes árboles, el campo está cuidado y muy bien delimitado, la mayor parte de la gente que vive en estos entornos lejos de las ciudades lo hace en casas, como las descritas: salen y pisan tierra y ven el cielo por las noches, sin contaminación de ningún tipo.
Cada año volvemos, estar en Francia es como estar en casa, es "como llegar a un sitio que te espera", que decía José Saramago. Todo nos parece amable y cuidado, desde el paisaje hasta la arquitectura, no hay nada a la vista ofensivo, lo mismo en los interiores de las casas; los franceses son conservadores en gran medida, de buen gusto, cuidan sus espacios, invitan al respeto y las buenas formas.
Cuando me levanto por la mañana, tengo que retenerme, pues mi primer impulso es ir a ver las gallinas, quiero ver si han puesto algún huevo, pocas cosas hay en estos lugares que me guste más que ir a buscar huevos recién puestos, y llevarles de comer restos vegetales. Mientras camino hacia la "casita de lujo" de las gallinas y atravieso el jardín donde está la piscina, siento la humedad de la hierba en los pies, con el rocío de la noche, los pájaros empiezan a despertar, se escuchan diferentes sonidos en sus cantos, todo es serenidad, el robot de la piscina limpia las pequeñas hojas del fondo y el murmullo del agua que deja se integra en el conjunto armónico del amanecer, como un instrumento musical que se incorpora a una orquesta y mejora la pieza del conjunto: esa es la escena sinfónica de la primera hora del día, y entonces yo doy las gracias, porque me siento viva y dichosa y la vida me parece más bella. Profundamente hermosa y bella.
Hoy es día de mercado en el pueblo de al lado, iremos a dar una vuelta después del desayuno y compraremos verduras, albaricoques y cerezas. Mañana tenemos pensado pasar el día en Burdeos, aunque el tiempo no parece estar con nosotros.
Entre los árboles curiosos que hay en la finca hay un arce y un litonero, varios frutales y un par de cedros muy grandes. Flores de todo tipo, unas naciendo otras muriendo, cono nosotros mismos. Todo aquí respira paz y armonía.
Esta, bien pudiera ser la carta de una niña agradecida a la que los reyes le han dejado uno de sus regalos favoritos: pues así es, así lo siento. Siempre imaginé que el cielo es lo más parecido a esto, un lugar en la naturaleza, donde vivir desde la paz y la creatividad, en conexión con la tierra, abrazando árboles, escribiendo, leyendo, escuchando música, mientras braceo por la piscina como el pez que soy, y acompañada por la persona que quiero, por llenarme de estos espacios que equilibran mis sistemas biológicos, que me armonizan, que me dejan una estela luminosa de luz de largo alcance de gratitud y amor que puedo expresar y hacerte llegar, como hago ahora. Viajar es vivir.
Gracias por leer💖me. Elena
La aventura de viajar consiste en ser capaz de vivir como un evento extraordinario la vida cotidiana de otras gentes, en parajes lejanos a tu hogar.
Javier Reverte, escritor, viajero y periodista