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domingo, 27 de agosto de 2023

Entrantes de verano con Miscelaneas





Una de las cosas buenas que tiene mi ciudad en verano, cuando las temperaturas son compasivas, es poder pasear por sus calles vacías, o semi vacías de gente: sin ruidos, sin tráfico, sin prisas. El centro es diferente, recibe muchos turistas, a veces demasiados. En los barrios, sin embargo,  sus pequeñas arterias se trasforman, cambian su pulso; el bombeo del vivir cotidiano fluye en movimientos más lentos. En las persianas de los establecimientos cuelgan cartelitos con letreros que dicen: volvemos el 27, no estamos. Los desconchados con humedades en las paredes son más evidentes, lo mismo que nuestros cuerpos semi desnudos, despojados de ropa:  muestra de nosotros lo más auténtico y vulnerable; más frescos, con menos envolturas engañosas.

   Disfruto de los paseos matutinos cuando me acerco al mercado y me cruzo por el camino con los perros que tiran de la correa de sus amos, a los que han sacado de la cama. La mirada del descontento se activa cuando veo en las esquinas y paredes las meadas, el líquido amarillo discurriendo por las aceras,  pequeños ríos y afluentes que he de ir sorteando. A veces vuelvo a casa con salpicaduras en los bajos del pantalón, otras en los tobillos. No queda otra que fastidiarse con J, que dice mi amigo J.A., y esperar a Septiembre a ver si Jaume Collboni, el nuevo alcalde de mi ciudad, Barcelona «hace llover el milagro» que limpie de una vez  nuestras calles de suciedad y de meadas.
 
  En todos los Septiembres hay despedidas y esperanzas.  Es el mes de los reinicios y los comienzos, de volver a retomar los trabajos y las rutinas, de activar las pilas y ponerse la coraza para salir a pelear con la vida, con el jefe, con la competencia ─nos enseñaron a combatir más  que a colaborar, (para desgracia de todos)─. Es el momento de buscar ideas, de encontrar soluciones, de construir estructuras nuevas y servicios que solucionen el problema. Necesitamos a las mascotas en nuestras vidas, cumplen una función social de primera: acompañan, dan cobertura a los ancianos, a los niños, a la gente sola que necesita cariño...  Rompa barreras, si hay que derribar esquinas para que dejen de mearse los perros: se derriban Sr. Collboni. Para obtener resultados distintos, hay que hacer las cosas de diferente manera,  poner intención y ganas, esfuerzo, voluntad y compromiso. Por favor denos pronto buenas noticias. Septiembre está al caer, y se acaba muy pronto.     

  Lo que también finaliza en Septiembre, según las estadísticas, son las convivencias de pareja,  es el mes de más demanda. ¿El motivo? los roces y fricciones por una mayor convivencia vacacional. ¡Ay el amor de las parejas! -romántico, aclaro- que poco se sostiene con el tiempo. El amor romántico no existe, lo dice la escritora Espido Freire, premio Planeta 1999. «El amor romántico en las parejas es una falacia la mayoría de veces, pues las relaciones están más basadas en el interés y el cariño ─por supuesto─ que en el amor auténtico». Explica como a la vuelta de una vida, cuando desaparecen los padres, los hijos se van de casa; cuando se acaba el trabajo, o te separas de la pareja de siempre, como Elena la protagonista de su novela De la Melancolía, el mundo se te viene abajo.  En su caso es abandonada por el marido después de veinte años de matrimonio y le obliga a  volver a empezar, a reinventarse como persona, a construir otro modo de amar, para seguir viviendo. Y lo hace sin  dramatismos:
Bendice tu destino, cumple con aquello que has venido a hacer, que dicen los estoicos.
Y como el drama de ciertas soledades me motiva, recojo la opinión desafiante de otro escritor que admiro, cuya lengua es tan afilada como atinada, Arturo Pérez Reverte. Dice que las mujeres inteligentes a partir de los cuarenta años viven solas, "incluso las casadas y felices" lo están. Ahí lo dejo mujeres. ¿Os sentís reconocidas? ¿Acompañadas en vuestra convivencia? ¿Amadas de verdad?

  La poda en la escritura como en la jardinería ─y el silencio a veces prudente─ es de vital importancia, hacerlo cuando toca también. Ahora es el momento de pasar las tijeras para que brotes nuevos traigan pensamientos renovados y crezcan de manera armónica en sus ramas. De paso le hago un favor a Carmen que me lee en varias veces,  porque dice que mis textos son muy largos, y no le quito razón, aunque me derramo y desparramo de muchas maneras no voy con la corriente. Me gustan los descansillos, las entrelíneas, los remansos, los paréntesis donde detenerme y pararme a pensar. Sentarme a la fresca en verano  en los márgenes del tiempo y el espacio. 
Mi escritura es lenta y meditada. Centrífuga. Observadora. Miscelánea: lleva mi nombre. Me gusta tomar apuntes desde las cornisas de la vida, ampliar la visión general que tengo del mundo y de las personas, para luego llegar aquí y contarlo. 

   A menudo la mente se nos distrae con tanta información como le llega. Nos pasa a todos. Se mueve como pollo sin cabeza en una nube. De ahí la importancia que la  meditación tiene en nuestras vidas. Ahora dicen practicarla todos los modernos recién llegados a la jaula, donde andamos todos metidos. Se erigen en iconos de la moda y las tendencias y discursean con inconsistencias de espuma. Creadores de contenido, de pensamientos subvencionados, robados y subrogados a los de la misma condición. Embajadores de fruslerías en un país rendido a la incultura y las  bagatelas.   

   Tengo varios libros entre manos este verano, alguno en la espera de que llegue el momento,  como el que sabe que tiene un rico postre en la nevera y aguarda para más tarde el delicioso bocado.  Empecé a leer tarde, no puedo recuperar ese tiempo. No importa, lo que sí me importa es elegir bien las lecturas y las escuchas. En un pasado me interesaron las biografías, los libros de autoayuda, los que contaban lo que a mi me pasaba y cómo era. No soy lectora de novela, hay muy pocas historias que despierten mi atención, ─en parte porque he leído poco─ me considero culturalmente bastante ignorante. Lo que sí me gusta, es ver con que psicología abordan los autores los personajes y sus tramas. Disfruto leyendo  ensayos de buenos autores, me sorprende  la cantidad de argentinos que lo escriben, aprendo mucho de ellos.  No soporto la paja y la hojarasca de la narrativa, y cada día menos de las personas.  Me entretienen los Haykus, me justa jugar con la métrica de sus tres versos 7/5/7 y el logro y la atmósfera que consiguen de sus poemas. Los aforismos son mi debilidad, siempre tengo a mano los de Benjamín Prado:  todos de geniales para arriba. Él y Sabina son viejos amigos,  componen juntos desde hace muchos años. Son únicos, saben como construir frases cortas, recrearlas con ingenio y agudeza, con sensibilidad de artista y decir mucho. Contaban la anécdota que alguna vez son tan tercos y cabezones cuando escriben sus letras que discuten por una coma, se pueden pasar dos días sin hablar, con portazo incluido, defendiendo cada uno su postura. 


   Y para acabar cierro esta miscelánea con un postre poético delicioso. Un poema de mi amiga Juana Gallardo, de su libro recién publicado Bestiario del Deseo.  La buena poesía, como la de Juana, es néctar para el alma. No todos gustan de ese fruto delicado y reparador. No es nada extraño, en temas de cultura nos tienen a dieta de mortadela y refritos grasos, procesados por el televisor.  
Para los que os quedéis a leerla sin prisas, alejados de cualquier atención negativa: recrearos en cada verso, ─como el que mira sin ver─ sin pensar en nada. Todo a nuestro alrededor se apacigua y se vuelve manso y aquietado.
Que nada le reste pureza. Conectaros con la inocencia del momento en la naturaleza. Seamos la cebra joven o el cervatillo asustado que busca como cruzar a la otra orilla. Confía. Esto también es meditar.

   Cuando se lee poesía como cuando se observa un cuadro,  no importa tanto lo lo que el autor nos cuenta como la sensación que trasmite en cada uno de nosotros; puede o no coincidir. No estamos ante una prueba de conocimiento, ni queramos atrapar la figura, el sujeto... todo es más sutil. Es un sentimiento que se acoge, sin quererlo retener, sin pretender convertirlo en materia de estudio. Eso es otra cosa.
Tenemos necesidad de esponjar el alma, de hacernos más sensitivos. Mostrarnos más humanos. Aflojar los nudos y los ruidos exteriores. Imaginad por un momento ser el cervatillo que acaba de nacer y se enfrenta a la vida como nosotros mismos lo hacemos cada Septiembre.  


Elena Larruy



Como un potrillo de cebra

que ve el reflejo del agua

por primera vez,

sabrás que tienes que cruzar el rio.

Al perder el envoltorio del tiempo

perderás la cáscara de las palabras:

huérfana prudente amante torpe

acacia triste y corazón de ciervo

no querrán decir nada.

Tu vida no quedará

como libro olvidado

si supiste devolver

lo que de ella te vino.

Llegar será un deseo,

igual que deseamos

la voz de nuestra madre.



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