Este poema "visual" de Carolyn Kizer, cuyos versos, a modo de fotogramas, parecen sacados de una película de los años cuarenta, explica cómo una educación exigente y muy celosa hacia los hijos, les trasmite un sentimiento soterrado de temor e inseguridad. Sumidos en el silencio y la obediencia se construyen espíritus mutilados, gargantas sin voz, artistas sin manos, científicos sin oficio, personas sin nombre. Y aun pudiendo responder a las expectativas paternas del "producto final acabado" y el resultado de los logros pudiera parecer exitoso, no lo es. La virtud se deforma y el talento empequeñece cuando se vive cautivo bajo un régimen de vida autoritario y severo, como fue el caso de esta poeta estadounidense.
C A U T I V E R I O
El cuarto tiene pocos muebles:
una silla, una mesa, y un padre.
Se sienta en la silla junto a la ventana
libros sobre la mesa.
El momento es siempre justo después del almuerzo.
Pasas en puntas de pie mientras come su manzana
y lee. Levanta la mirada, enojado.
Ha escuchado tu respirar asmático.
Leerá durante años sin alzar la vista
hasta que tu niñez haya terminado:
olores, desorden y preguntas aburridas;
sangre, desde las primeras rodillas raspadas
hasta los primeros muslos manchados.
Estúpidas lágrimas de amor adolescente.
Un día levanta la mirada, complacido
por el producto final.
¡ahora está listo para amarte!
Entonces te induce con voz reservada
a leer a Keats. Tu lo aceptas todo.
Disciplinada en el silencio y el deber,
no le darás causa de reproche.
Se jactará de ti ante extraños.
Cuando la tarde envejece
caen sombras en un cuarto más pequeño
sobre la cama, los libros, el padre.
Le lees en voz alta
"La Belle Dame sans Merci."
le das su medicina.
Le dices que lo amas.
Esperas a que sus ojos se cierren definitivamente,
entonces puedes escribir este poema.