lunes, 3 de diciembre de 2018

MUJER DE AGUA Y ESPINAS

"A un gran corazón, ninguna ingratitud lo cierra,  ninguna indiferencia lo cansa."



"La razón no me ha enseñado nada. Todo lo que yo sé me ha sido dado por el corazón"
Pensamientos de León Tostoy



Por el mero acto de vivir adquirí habilidades y escribí poesía, quién así se expresaba era el poeta Ángel González, el mismo que había sido adiestrado en el ejercicio de la paciencia y en la cuidadosa restauración de ilusiones sistemáticamente pisoteadas, el que se acostumbró muy pronto a quejarse en voz baja, a maldecir para sus adentros, y a hablar ambiguamente, poco y siempre de otras cosas; es decir al uso de la ironía, de la metáfora, de la metonimia y de la reticencia. De todo ello nos da buena cuenta su antología poética Palabra sobre palabra.

Este poema está inspirado en la poesía de Ángel González. Para él mi agradecimiento, admiración y cariño. 
También para Pepa, una vieja amiga, a la que me encontré hace unos días y al hilo de la conversación me dijo ¿Tu no crees Elena que estamos muy desaprovechadas? ¿No te pasa encontrarte en situaciones que tienes respuestas rápidas, solventes y acertadas  y has de esperar que algún incompetente, en teoría más apto, no te las de, o no las tenga, o sean malas.?  MUJER DE AGUA Y ESPINAS habla de eso, de cómo la sociedad retira la palabra, la mirada y la atención a la mujer valiosa y experta por el mero hecho de ser mayor. Triste y cautiva realidad.





M U J E R  D E   A G U A  Y  E S P I N A S



Los días pasan inexorables
inconmovibles al derrumbe de tus formas.
Cabe esperar de hoy
que sea lunes todo el día,
-con sabor a almendra amarga-
sin que un alma apuntale su caída.

Al sol la promesa, su intención.

Con la mirada puesta en el vacío
ajustarás cuentas
con el dios de Sabina,
en el paro,
y un cielo en liquidación.

Panzudas y perezosas las nubes
detendrán su vuelo cansado.
Sobre tu vieja casa
derramarán su llanto.

Y lloverá. Lloverá lluvia ácida y arena.

Abatida y húmeda,
tenderás al sol la esperanza,
como cada mañana,
como cada día de la semana
en un vano intento de rescatarla.

Iras a la compra, a la farmacia
darás los buenos días: mentirás,
freirás salmonetes para tu marido,
deshojaras el calendario y los días,
completarás las tardes de vacíos
y en sus intermedios estirarás las piernas
irás por harina para hacer un hojaldre.
Algún taller que otro entretendrá
tus tardes de hastío,
tu soledad, tu apatía.

Y esperarás,
mientras te abandona el día.
Esperarás las noticias de las nueve,
a consumir tu dosis de basura,
como ordenan los que mandan en tu mente,
en tu vida,
y te opinan.

Ganas tendrás de arremeter con furia
de gritar con rabia, sin medida,
de escapar de la ponzoña
de huir por la baranda,

pero no lo harás,
te irás a la cama con tus pastillas
y a la mañana siguiente
de una en una, bajarás las escaleras
obediente y pulcra.
Te cruzarás con los otros de tu quinta,
que nacieron mucho antes,
incompletos y grises,
con su receta en la mano
y su oferta de viaje.

Devaluados: medio vivos,
o medio muertos
que para el caso que nos ocupa
es lo mismo.

Es poco probable que mañana
sea martes,
todos los indicios apuntan
que este lunes durará dos días.

Mujer de aguas difusas
más sirena que pájara,
apta, convencida
convenientemente desaprovechada,
contracorriente,
oceánica
desencantada.

Por tu piel madura,
afluentes
por donde discurre la vida,

y se te escapa.

Elena


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