Cuando recorremos los trayectos finales de nuestra historia personal los paisajes, los escenarios, los actores y figurantes que esperábamos encontrar cambian, porque nosotros cambiamos y cambia nuestra mirada. Atrás quedan personas que han estado en nuestras vidas de las que nos alejamos o se alejan de manera natural, o no tan natural cuando nos sentimos heridos o malqueridos. Es entonces cuando interpretamos el papel del inocente, del que no ha hecho nada rechazable; negamos la culpa. Sin embargo sabemos, que todos sin excepción somos partícipes responsables de ese juego teatralizado del vivir donde ocultamos inseguridades, temores y culpas bajo muchas capas de maquillaje y bisutería. De todas las contiendas vividas, que no son pocas, aprendemos a convivir y encontrar nuestro sitio casi siempre con dolor, respecto, para al final, asumiendo nuestras debilidades tomar una decisión: quedarse o marcharse, esperar o movilizarse, alejarse o estarse quieto, amar o tener miedo. De eso va este poema.
ALEJARSE
Aprender a irse con levedad,
sin más portazos.
Reponer la porcelana rota.
Reponer la porcelana rota.
Plegar el dolor y su rumor
cuando se afloja.
Taponar la herida.
Taponar la herida.
Sacudirse el frío.
Ser una tarde de Noviembre
huyendo, en silencio encendido.
Desentenderse de la memoria
en la noche,
no hacer fuego con las astillas.
Aquietarse con un poema.
en la noche,
no hacer fuego con las astillas.
Aquietarse con un poema.
Ser el árbol del paisaje;
quedarse quieto.
Dejar que todo transcurra,
es otra manera de marcharse.
es otra manera de marcharse.
Elena
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