Las piedras son la base de la existencia, la estructura, el esqueleto que conforma un cuerpo con todos sus órganos vivos: árboles, montañas, bosques, ríos, vegetación. La vida sin las piedras no sería posible, sin ellas no existiría el mundo que conocemos y en el que vivimos. Las grandes cadenas montañosas con su sistema vegetal soportan la naturaleza y el desarrollo de su ecosistema, fertilizan la tierra de sustancias minerales, la sostienen, la cubren de un manto donde germinan y se desarrollan todas las especies vegetales y animales, desencadenando el proceso evolutivo hasta la especie humana. Estamos de paso, nada nos pertenece por mucho que queramos trazar líneas fronterizas y parcelas. Somos especies en evolución, tan solo tenemos una minúscula y microscópica visión del conjunto al que pertenecemos, sabemos más verdad por lo que nos dice el corazón y nos cuentan las piedras que por lo que leemos en los libros.
Imagen Elena Larruy |
Por insólito que parezca
converso con las piedras con facilidad,
aparentemente no hablan
pero yo tengo esa facultad extraña,
esa rareza de escucharlas
esa rareza de escucharlas
de entenderme con ellas.
Hace milenios
yo fui una de ellas.
Cuando salís al camino,
me contó una mal trecha,
que tomé en mi mano:
tropezáis,
una y otra vez nos golpeáis
nos echáis la culpa
de vuestra torpeza.
Nosotras que somos
testigos mudos de la historia,
que en nuestra piel
a base de golpes, esculpís la memoria
y derramáis la sangre.
Pasajeras del mundo
rodando desnudas sin bagajes
por los infinitos caminos
de los siglos, sin atajos,
hasta que el océano
nos encuentra
nos recoge
nos deshace.
Las piedras no se lamentan
permanecen estoicas
aguantan, soportan
asumen su destino heroico
cuando son decapitadas,
desmembradas
divididas y separadas
de su centro.
Se entretienen vagabundas
por los caminos del mundo:
lustros y siglos.
Se pierden, se reencuentran
se baten, se rompen en mil pedazos
descendiendo por laderas
y pendientes.
Dios sabe cuántos siglos aguardan
la crecida violenta
del agua del deshielo
para rendirse a él en sacrificio.
O los menhires, alineados como soldados
entregados en actitud pétrea y eterna
esperando la sacudida
de un huracán
que los derribe
para por fin descansar
en la mullida tierra.
No, no tienen boca las piedras
no se equivocan
ni suspiran falsamente
por eso no mienten:
lo sé con certeza.
Atesoran misterios
en las cavernas recónditas
de las simas más profundas,
donde nada ni nadie penetra,
donde el silencio guarda sus secretos
y cristaliza pura la verdad del universo,
auténticos templos de piedra
que la naturaleza nos oculta
donde la fe no se hereda
ni existen los dioses justicieros,
espacio sagrado
donde la maldad no cabe.
Elena Larruy
Hace milenios
yo fui una de ellas.
Cuando salís al camino,
me contó una mal trecha,
que tomé en mi mano:
tropezáis,
una y otra vez nos golpeáis
nos echáis la culpa
de vuestra torpeza.
Nosotras que somos
testigos mudos de la historia,
que en nuestra piel
a base de golpes, esculpís la memoria
y derramáis la sangre.
Pasajeras del mundo
rodando desnudas sin bagajes
por los infinitos caminos
de los siglos, sin atajos,
hasta que el océano
nos encuentra
nos recoge
nos deshace.
Todos los perfiles
aristas y elocuencias
nos conforman:
humildes, arrogantes
aristas y elocuencias
nos conforman:
humildes, arrogantes
desbocadas, como bocas de feriantes.
Sumisas montañas
encadenando paisajes,
esperando su momento.
Obedientes piedras
discurriendo por meandros,
¡cuán parecida la vida a la nuestra!
arrastrada por corrientes
de errores y aciertos.
Caídas y golpes
dándonos forma y consistencia.
O las otras,
las que la mano del hombre
arranca de la cantera
en desolado lienzo
y construye pirámides y templos
puentes
edificios, catedrales
mausoleos
estatuas magnas
sin nervio.
Sumisas montañas
encadenando paisajes,
esperando su momento.
Obedientes piedras
discurriendo por meandros,
¡cuán parecida la vida a la nuestra!
arrastrada por corrientes
de errores y aciertos.
Caídas y golpes
dándonos forma y consistencia.
O las otras,
las que la mano del hombre
arranca de la cantera
en desolado lienzo
y construye pirámides y templos
puentes
edificios, catedrales
mausoleos
estatuas magnas
sin nervio.
Las piedras no se lamentan
permanecen estoicas
aguantan, soportan
asumen su destino heroico
cuando son decapitadas,
desmembradas
divididas y separadas
de su centro.
Se entretienen vagabundas
por los caminos del mundo:
lustros y siglos.
Se pierden, se reencuentran
se baten, se rompen en mil pedazos
descendiendo por laderas
y pendientes.
Dios sabe cuántos siglos aguardan
la crecida violenta
del agua del deshielo
para rendirse a él en sacrificio.
O los menhires, alineados como soldados
entregados en actitud pétrea y eterna
esperando la sacudida
de un huracán
que los derribe
para por fin descansar
en la mullida tierra.
No, no tienen boca las piedras
no se equivocan
ni suspiran falsamente
por eso no mienten:
lo sé con certeza.
Atesoran misterios
en las cavernas recónditas
de las simas más profundas,
donde nada ni nadie penetra,
donde el silencio guarda sus secretos
y cristaliza pura la verdad del universo,
auténticos templos de piedra
que la naturaleza nos oculta
donde la fe no se hereda
ni existen los dioses justicieros,
espacio sagrado
donde la maldad no cabe.
Elena Larruy