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viernes, 18 de enero de 2019

LA ILUSIÓN QUE ME DESPIERTA

Un pensamiento tóxico repetido nos lleva a una disfunción de comportamiento nada aconsejable. No solo maneja una energía densa, tiene también una gran capacidad de contagio. Se acomoda en nuestra mente, que lo justifica y alimenta, de manera rápida haciéndolo cada vez más intenso. Más pronto que tarde esa negatividad  actúa directamente sobre nuestra autoestima y nuestro estado de ánimo, hasta llegar a la depresión... Esa vía neuronal que es un surco cada vez más y más profundo nos lleva al fracaso.
Intervenir en los pensamientos recurrentes negativos y cambiar su naturaleza es lo correcto. Encontrar buenas razones que justifiquen porqué están ahí, es el principio de que se diluyan. Los pensamientos inciden directamente sobre la salud, siempre podemos elegir con cuales de ellos queremos vivir para cambiar y mejorar nuestra vida.










Elegí la vida un poema de Rudyard Kipling


No quise dormir sin sueños:
y elegí la ilusión que me despierta,
el horizonte que me espera,
el proyecto que me llena,
y no la vida vacía de quien no busca nada,
de quien no desea nada más que sobrevivir cada día.

No quise vivir en la angustia:
y elegí la paz y la esperanza,
la luz,
el llanto que desahoga, que libera,
y no el que inspira lástima en vez de soluciones,
la queja que denuncia, la que se grita,
y no la que se murmura y no cambia nada.

No quise vivir cansado:
Y elegí el descanso del amigo y del abrazo,
el camino sin prosas, compartido,
y no parar nunca, no dormir nunca.
Elegí avanzar despacio, durante más tiempo,
y llegar más lejos,
habiendo disfrutado del paisaje.

No quise huir:
y elegí mirar de frente,
levantar la cabeza,
y enfrentarme a los miedos y fantasmas
porque no por darme la vuelta volarían.

No pude olvidar mis fallos:
pero elegí perdonarme, quererme,
llevar con dignidad mis miserias
y descubrir mis dones;
y no vivir lamentándome
por aquello que no pude cambiar,
que me entristece, que me duele,
por el daño que hice y el que me hicieron.
Elegí aceptar el pasado.

No quise vivir solo:
y elegí la alegría de descubrir a otro,
de dar, de compartir,
y no el resentimiento sucio que encadena.
Elegí el amor.

Y hubo mil cosas que no elegí,
que me llegaron de pronto
y me transformaron la vida.
Cosas buenas y malas que no buscaba,
caminos por los que me perdí,
personas que vinieron y se fueron,
una vida que no esperaba.
Y elegí, al menos, cómo vivirla.

Elegí los sueños para decorarla,
la esperanza para sostenerla,
la valentía para afrontarla.

No quise vivir muriendo:
y elegí la vida.
Así podré sonreír cuando llegue la muerte,
aunque no la elija…
…porque moriré viviendo.




domingo, 7 de octubre de 2018

ELEGÍ LA VIDA

Este poema de Rudyard Kipling,  es un canto a la vida,  la que se sobrepone día a día al cansancio, a la decepción, al abandono, al camino sin prosas y al desaliento. 





Elegí la vida un poema de Rudyard Kipling

No quise dormir sin sueños:
y elegí la ilusión que me despierta,
el horizonte que me espera,
el proyecto que me llena,
y no la vida vacía de quien no busca nada,
de quien no desea nada más que sobrevivir cada día.

No quise vivir en la angustia:
y elegí la paz y la esperanza,
la luz,
el llanto que desahoga, que libera,
y no el que inspira lástima en vez de soluciones,
la queja que denuncia, la que se grita,
y no la que se murmura y no cambia nada.

No quise vivir cansado:
Y elegí el descanso del amigo y del abrazo,
el camino sin prosas, compartido,
y no parar nunca, no dormir nunca.
Elegí avanzar despacio, durante más tiempo,
y llegar más lejos,
habiendo disfrutado del paisaje.

No quise huir:
y elegí mirar de frente,
levantar la cabeza,
y enfrentarme a los miedos y fantasmas
porque no por darme la vuelta volarían.

No pude olvidar mis fallos:
pero elegí perdonarme, quererme,
llevar con dignidad mis miserias
y descubrir mis dones;
y no vivir lamentándome
por aquello que no pude cambiar,
que me entristece, que me duele,
por el daño que hice y el que me hicieron.
Elegí aceptar el pasado.

No quise vivir solo:
y elegí la alegría de descubrir a otro,
de dar, de compartir,
y no el resentimiento sucio que encadena.
Elegí el amor.

Y hubo mil cosas que no elegí,
que me llegaron de pronto
y me transformaron la vida.
Cosas buenas y malas que no buscaba,
caminos por los que me perdí,
personas que vinieron y se fueron,
una vida que no esperaba.
Y elegí, al menos, cómo vivirla.

Elegí los sueños para decorarla,
la esperanza para sostenerla,
la valentía para afrontarla.

No quise vivir muriendo:
y elegí la vida.
Así podré sonreír cuando llegue la muerte,
aunque no la elija…
                                       …porque moriré viviendo.





domingo, 30 de septiembre de 2018

EL CANSANCIO

El esfuerzo por sobrevivir nos lleva al agotamiento, nos lo cuentan muchos poetas; nos cansamos de repetir insistentemente la palabra y los actos, nos cansamos de las personas. Nos cansamos del amor, de que nos mientan, de que nos engañen, de nuestro propio lamento, de levantarnos cada día, de ponernos la careta y salir al trabajo. Levantar la voz y revelarnos es una forma de protesta, otra es el silencio, cómplices ambas del hastío que como nube sin voluntad transita por los espacios infinitos.


Hoppe Gangloff


El cansancio. De nuevo, el
cansancio. El esfuerzo por
sobrevivir. Reiterado.

Observar las nubes.
Dentro.
Barrer.
Dentro.

Elegir quedar.

Toda nube
lleva una trayectoria. Asumir
la trayectoria. Imposible
barrer todo siempre. Está el
cansancio.

Aunque también el de
las trayectorias. De ver pasar las nubes.
También ese cansancio.

Entonces,
por un momento, ahora.
Sin voluntad. Y casi está bien.
Hasta pensar el estar bien y convertirlo
en nube. En trayectoria.

Chantal Maillard
de su poemario Hilos 2007


Una mente abierta puede ver lo extraordinario en lo aparentemente corriente y cotidiano. En estado creativo, la mente libre de pensamientos inútiles, emite lo poético, deja que se manifieste la belleza.





Cuando la cabeza se recrea en pensamientos que acostumbran a ser del pasado y la llena de ruidos hace que sollocen los espacios, inundándolos de soledad.



Recostada sobre el ladrillo desolado
y en silencio,
busco apoderarme de las sombras que danzan burlonas
sobre el patio rojizo y a la intemperie.
Las paredes cincuentonas del ayer,
crujen solitarias y al desnudo,
descarnando las cicatrices cansadas del recuerdo.
Una porción de historia autografiada,
desata a las muecas desesperadas de la furia,
mientras, sollozan lentamente los espacios
inundando soledades de costumbres apretadas por cimientos.
Un desamparo frío,
destiñe a las alas coloridas de la casa.

Todos marcharon, menos el olvido
que sobre mis huesos, se quedó mirándome.

LA CASA DESOLADA
MARY ACOSTA



Dicen los expertos que cada individuo genera al día cincuenta mil pensamientos, la gran mayoría de esos pensamientos son mecánicos, repetitivos y hasta obsesivos, no llevan a ningún lugar que no sea el agotamiento y la angustia: el cansancio de mí, de ti, de todo cuanto nos rodea. La obra del pintor noruego Edward Munch es una gran manifestación de personajes en actitudes trágicas más allá del cansancio: la desesperación y la soledad.  



Edward Munch


No es posible que todos los habitantes de este pueblo,
se levanten, desayunen tranquilamente,
salgan a trabajar, a comprar o al ambulatorio
sin reparar en esta catástrofe.

No puedo entender cómo andan tan tranquilos
y se limiten a mirarme cuando se cruzan por la acera
sin percatarse de tan desatinada mañana.

Es inconcebible que algunos se atrevan a llevar gafas de sol
- de qué sol está usted guardándose- le preguntaría,
O dejen al niño en la escuela, tomar un café con una amiga,
comentar el fin de semana entre risas.

Es absolutamente intolerable que en esta mañana,
en que todo está negro, más aún que anoche,
que sé con certeza que seguiré siendo el cuarenta y uno
(descendiendo al cuarenta y dos) de los cuarenta principales,
que tengo que callarme porque no tengo voto ni soy ninguna,
que si se me ocurre formalizar una petición soy gusano
y que no tengo fuerzas para romper el maldito lazo que me une a ti,
es absolutamente intolerable que los habitantes de este pueblo
sigan viviendo como si no ocurriese nada

LAS COSAS NO DEBERÍAN SER ASÍ
Remedios Álvarez




Otra forma de cansancio y agotamiento es la utilización de tiempos verbales condicionales: "el si yo hubiera hecho o dicho tal cosa o el si yo debería quizás hacer o decir tal otra"
Incorporar prácticas que acallen los pensamientos estériles, sería lo correcto, comprender de donde vienen, dejar pasar las nubes, generar espacios mentales fértiles.




Obra de Berndnaut Smilde


Cuando cansancios como el del gran poeta argentino Oliverio Girondo nos llevan a "la extenuación de tantos diálogos bostezables, de tantas resonancias huecas de la madre patria, al extravismo mismo de los huesos, a las recansadísimas de tantas metáforas estanca, a las sirenitas reputitas, al harto y extenso entrenamiento, al engusanamiento y al silencio" suena de esta manera.



Extraordinario poema 
 Cansancio de Oliverio Girondo
en la voz de Florencia Saravi Medina



Si has llegado hasta aquí, seguramente como yo, tienes alma y cansancio de poeta, fácilmente vivas hastiado muchos ratos de tu vida a la sombra de una higuera en invierno o en el cuarto de los desencantos, más tiempo del deseado. Pues bien querido, sufrido y amado coetáneo, te recuerdo lo que ya sabes que "todo pasa y todo queda" que lo nuestro es pasar, como nos dejó escrito el gran poeta Antonio Machado pero que nunca olvides seas o no poeta los dos últimos versos: la senda que nunca se ha de volver a pisar.


Al andar se hace camino 
y al volver la vista atrás 
se ve la senda que nunca 
se ha de volver a pisar



Por esos caminos nuevos por los que quiero transitar y espero encontrarte algún día, con un libro en tus manos que diga elijo la vida. Levantarás la cabeza y cruzaremos nuestras miradas para decirnos:
No queremos dormir sin sueños. 







Elegí la vida un poema de Rudyard Kipling

No quise dormir sin sueños:
y elegí la ilusión que me despierta,
el horizonte que me espera,
el proyecto que me llena,
y no la vida vacía de quien no busca nada,
de quien no desea nada más que sobrevivir cada día.

No quise vivir en la angustia:
y elegí la paz y la esperanza,
la luz,
el llanto que desahoga, que libera,
y no el que inspira lástima en vez de soluciones,
la queja que denuncia, la que se grita,
y no la que se murmura y no cambia nada.

No quise vivir cansado:
Y elegí el descanso del amigo y del abrazo,
el camino sin prosas, compartido,
y no parar nunca, no dormir nunca.
Elegí avanzar despacio, durante más tiempo,
y llegar más lejos,
habiendo disfrutado del paisaje.

No quise huir:
y elegí mirar de frente,
levantar la cabeza,
y enfrentarme a los miedos y fantasmas
porque no por darme la vuelta volarían.

No pude olvidar mis fallos:
pero elegí perdonarme, quererme,
llevar con dignidad mis miserias
y descubrir mis dones;
y no vivir lamentándome
por aquello que no pude cambiar,
que me entristece, que me duele,
por el daño que hice y el que me hicieron.
Elegí aceptar el pasado.

No quise vivir solo:
y elegí la alegría de descubrir a otro,
de dar, de compartir,
y no el resentimiento sucio que encadena.
Elegí el amor.

Y hubo mil cosas que no elegí,
que me llegaron de pronto
y me transformaron la vida.
Cosas buenas y malas que no buscaba,
caminos por los que me perdí,
personas que vinieron y se fueron,
una vida que no esperaba.
Y elegí, al menos, cómo vivirla.

Elegí los sueños para decorarla,
la esperanza para sostenerla,
la valentía para afrontarla.

No quise vivir muriendo:
y elegí la vida.
Así podré sonreír cuando llegue la muerte,
aunque no la elija…
…porque moriré viviendo.


                                                                                                       Elena Larruy
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