Un pensamiento tóxico repetido nos lleva a una disfunción de comportamiento nada aconsejable. No solo maneja una energía densa, tiene también una gran capacidad de contagio. Se acomoda en nuestra mente, que lo justifica y alimenta, de manera rápida haciéndolo cada vez más intenso. Más pronto que tarde esa negatividad actúa directamente sobre nuestra autoestima y nuestro estado de ánimo, hasta llegar a la depresión... Esa vía neuronal que es un surco cada vez más y más profundo nos lleva al fracaso.
Intervenir en los pensamientos recurrentes negativos y cambiar su naturaleza es lo correcto. Encontrar buenas razones que justifiquen porqué están ahí, es el principio de que se diluyan. Los pensamientos inciden directamente sobre la salud, siempre podemos elegir con cuales de ellos queremos vivir para cambiar y mejorar nuestra vida.
Intervenir en los pensamientos recurrentes negativos y cambiar su naturaleza es lo correcto. Encontrar buenas razones que justifiquen porqué están ahí, es el principio de que se diluyan. Los pensamientos inciden directamente sobre la salud, siempre podemos elegir con cuales de ellos queremos vivir para cambiar y mejorar nuestra vida.
Elegí la vida un poema de Rudyard Kipling
No quise dormir sin sueños:
y elegí la ilusión que me despierta,
el horizonte que me espera,
el proyecto que me llena,
y no la vida vacía de quien no busca nada,
de quien no desea nada más que sobrevivir cada día.
No quise vivir en la angustia:
y elegí la paz y la esperanza,
la luz,
el llanto que desahoga, que libera,
y no el que inspira lástima en vez de soluciones,
la queja que denuncia, la que se grita,
y no la que se murmura y no cambia nada.
No quise vivir cansado:
Y elegí el descanso del amigo y del abrazo,
el camino sin prosas, compartido,
y no parar nunca, no dormir nunca.
Elegí avanzar despacio, durante más tiempo,
y llegar más lejos,
habiendo disfrutado del paisaje.
No quise huir:
y elegí mirar de frente,
levantar la cabeza,
y enfrentarme a los miedos y fantasmas
porque no por darme la vuelta volarían.
No pude olvidar mis fallos:
pero elegí perdonarme, quererme,
llevar con dignidad mis miserias
y descubrir mis dones;
y no vivir lamentándome
por aquello que no pude cambiar,
que me entristece, que me duele,
por el daño que hice y el que me hicieron.
Elegí aceptar el pasado.
No quise vivir solo:
y elegí la alegría de descubrir a otro,
de dar, de compartir,
y no el resentimiento sucio que encadena.
Elegí el amor.
Y hubo mil cosas que no elegí,
que me llegaron de pronto
y me transformaron la vida.
Cosas buenas y malas que no buscaba,
caminos por los que me perdí,
personas que vinieron y se fueron,
una vida que no esperaba.
Y elegí, al menos, cómo vivirla.
Elegí los sueños para decorarla,
la esperanza para sostenerla,
la valentía para afrontarla.
No quise vivir muriendo:
y elegí la vida.
Así podré sonreír cuando llegue la muerte,
aunque no la elija…
…porque moriré viviendo.