lunes, 15 de marzo de 2021
EL RIDÍCULO SENTIDO DEL RIDÍCULO
martes, 9 de marzo de 2021
FRAGILIDAD
Este poema explora en el tejido humano de la fragilidad, en la condición humilde a la que le aboca su deterioro y decadencia. La asemeja a los ciclos vitales de la propia naturaleza.
Se borra nuestro rastro, nuestro nombre. Cuando eso sucede, el fruto ya ha dejado en tierra sus semillas para que en un sin parar la vida se renueve y se suceda.
La fragilidad conlleva fortaleza. Ningún movimiento es definitivo, ninguno banal. Nada es más importante que volver a empezar.
Todo en el universo es dual, detrás de la fragilidad está la fuerza de la vida.
FRAGILIDAD
Diente de león
que al vacío cede
el lugar que ocupa.
Pétalo de amapola
tan real en su modestia
escarlata.
Me ajusto al abandono,
a esta manera de estar
presente
sin saberlo
como el aroma fugaz
de una hoja de menta.
Dejo de conocerme.
Olvido mi nombre.
Elena
lunes, 1 de marzo de 2021
LA SONRISA EMPAÑADA
Primero fue Joan Margarit el dieciséis de Febrero, días más tarde, el veintidós me saludó con un hola y un adiós el americano Lawrence Ferlinghetti el último superviviente de la generación Beat y, ayer fue la escritora murciana Isabel Martínez Barquero. Todos tienen maneras distintas de despedirse. Todos coincidieron que Febrero era un buen mes para morir.
No hace ni un año que nos dejó otro gran poeta, además de compositor y cantante L. Eduardo Aute; el mismo día que fallecía en un hospital madrileño, entraba por la puerta de mi casa su libro Toda la poesía, de alguna manera me avisó unos días antes, pues si bien escuchaba su música nunca me interesé por hacerme con sus letras. Sentí entonces como lo siento ahora que los poetas eligen a los herederos de su legado, la poesía no es apta a todas las miradas.
Sorpresivamente ayer veintiocho de Febrero apareció en mi teléfono, sin venir a cuento, el Post de la última entrada del Blog El Cobijo de una desalmada de la escritora murciana Isabel Martínez Barquero, estaba fechada dos años atrás, en ella Isabel se despedía, cerraba lo que llamaba una etapa fértil de nueve años cuyo tiempo había llegado a su fin. Tuve curiosidad por saber qué estaba escribiendo ahora, hacía dos años que le había perdido la pista. La escribí para pedirle dos libros suyos, y tuvimos ocasión de saludarnos e intercambiar comentarios de los mismos. Descubrí entonces a una mujer sufridora que se esforzaba en sonreír. Su poesía trasmitía mucho desgarro. Al leerla sentía que compartía ese dolor y que el suyo se hacía más pequeño, y en ese sentido me aliviaba. Más tarde me contó ─sin contar─ que había padecido una importante depresión que la dejó como muerta: se dejaba entrever en casi todos sus versos y poemas. Conecté de corazón a corazón y la entendí, mucho más cuando leí sus relatos y su libro de poemas el Nervio de la piedra. Ahí dejaba patente la naturaleza de su herida, la necesidad imperante de escribir para seguir viviendo.
Esta mujer Licenciada en Derecho y escritora, cuya valentía y honestidad me emocionaba, la sentí como una mujer de verdad, de las que te hacen sentir orgullosa de tu condición de mujer. Nunca se prodigó más que como una ciudadana que escribía, sin poder parar de hacerlo: le iba la vida. Su alma tantas veces expuesta a la intemperie la llevaba a esa necesidad. Para ella escribir era una pulsión del vivir descosido que sentía en su interior; poder contar aquellas cosas que nos pasan, que sentimos y no decimos, con la sonrisa empañada: sí, pero auténtica y necesaria. Otra mujer echa de voluntad y esfuerzo. Y así se lo hice saber.
Creo que todos los grandes creadores tienen un legado muy valioso que han de dejar en buenas manos, como quien confía un hijo cuando se va. Así hizo Isabel conmigo. La poesía es un material de alta sensibilidad, no apta para miradas que puedan dañarla o ensuciarla. Estos seres entrañables, los poetas, que nos contaron sus vidas para hablarnos de nosotros, se les debe reconocimiento y agradecimiento, y eso es justo lo que hago ahora, además de seguir su rastro.
No porque sus nombres se escriban con letras mayúsculas y doradas, sino por su humanidad y su saber y, sobre todo porque fueron personas que por encima de todo amaron: ¡y de qué manera! nos lo hicieron saber.
Feliz en tu eterno descanso Isabel, y gracias por tus palabras y tus deseos de que, esta que escribe, nunca fuera herida por el nervio de la piedra.
Elena Larruy
De su libro Mujeres de otoño
Fragmento del Relato: Tibieza
Isabel Martínez Barquero
martes, 23 de febrero de 2021
A MI HIJO HÉCTOR
Cuando saliste de mí
para encontrarte conmigo
aquel final de Septiembre,
me estrenaba como madre.
Con la fuerza brutal de un meteorito,
entre espacios siderales de dolor,
derribaste la compuerta de la vida
para llegar a mis brazos.
Siete horas te costó.
las tres y veinte,
en el reloj de la tarde.
Elegiste mi hombre,
que yo fuera tu madre
para quererte y cuidarte,
Aquella Noche de Reyes
le costó al milagro
Aún no tenías nombre
cuando empecé a imaginarte,
a llenarte de besos
a darte formas amables.
Justo, lo que hoy eres.
─Lo que no pude imaginar
no estaba a mi alcance─
Si había una hora precisa
para que tú nacieras:
aquella lo era.
Si había un dolor sin freno
para morir,
aquel dolor "Cósmico" lo era.
Si, le puse nombre
segura como estaba
de que se iba a borrar su huella.
¿Qué cabía esperar? hijo
¡si hasta el cielo dejabas sin luz!
Solo mi amor
estuvo a tu altura.
jueves, 18 de febrero de 2021
A JOAN MARGARIT HONORABLE POETA
Selección de los últimos versos de poemas suyos
Los viejos no buscamos la verdad.
Toda certeza es una herida inútil.
Cuesta entender la vida, no la muerte.
La muerte nunca encierra enigma alguno.
Que extraño puede ser,
al cabo de los años, el amor,
o la memoria del amor, o el rastro
que deja, al apagarse, la memoria.
Como si fuese un gran amor,
el odio ha mantenido a raya
hasta a la propia muerte.
La nostalgia nos manda unas preciosas
postales tuyas desde las tinieblas.
martes, 16 de febrero de 2021
LÁGRIMAS EN LA DUCHA
LÁGRIMAS EN LA DUCHA
Todas las lágrimas tienen un propósito de fuga, que a veces el corazón ni sabe. ¡Llevan tanta prisa!
Sudan las axilas, las manos, el ombligo: lágrimas de cocodrilo.
Cleopatra llora a Osiris, Román a Julieta, la Jaquelin al Onasis: increíbles sus lágrimas.
Un juez no llora mientras dicta sentencia justa. ¿Donde se ha visto? En un juzgado.
Agua que no has de beber, rompe el cántaro y no vayas más a la fuente.
Emociones deshidratadas: para darles de beber a-parte. No pasa nada.
A quien mal canta, se le espanta con un manguerazo -con agua de llorar.
Todas las lágrimas en caída libre, no hay quien las pare ni las gobierne.
Para mí las lágrimas son más saladas que amargas. Es una cuestión de gusto... ¿o de disgusto?
Enmudece el corazón, la nube de mis ojos descarga.
Los hay de la opinión que para encontrar un dios que te eleve has de correr primero una cortina de agua. Puestos a elevarse la mayoría prefieren un ascensor... y otras cosas.
¿Porque no creer en el llanto de las plañideras cuando dan a luz?
Quien mal anda, se cae más veces y le salpica el charco en la cara. Lágrimas embarradas.
De todas las lágrimas, las más dolorosas son las que se lloran para adentro. También las que se derraman en la ducha.
Otras son falsas, buscan la caridad con astucia tramposa, responden a un programa de pericia mendiga. Los hay que pican.
Las lágrimas están cargadas de buena poesía. Las hay dulces y amargas, como las almendras.
Nunca ponemos alas a las lágrimas. Es de extrañar. Pocas cosas liberan tanto.
Los hay que antes de salir de casa se insultan, se instruyen y ordenan -por su bien-, se estiran y sacan pecho, los hay que entonan la voz, se asustan, se repasan… Los que salen llorados son los que tienen el terreno más ganado.
Visto lo visto aún tenemos por delante mucho por lo que llorar. No malgastemos las lágrimas.
El llanto afloja la mirada, la deja limpia y trasparente.
Las lágrimas artificiales son como las tomas falsas. Hay quien las compra por caridad.
No creo en las lágrimas de sangre. El dolor no es rojo.
Las lágrimas aclaran la voz, matizan los colores intensos del drama, lo suavizan.
Elena Larruy
sábado, 13 de febrero de 2021
MÚSICA Y LETRA PARA UNA HISTORIA SIN ACABAR
Esta conversación que escuché hace unos días, se produjo en mi ciudad, en una estación de metro de la línea uno. Los techos de la estación son abovedados, las conversaciones apoco que se levante la voz se escuchan con total claridad por todo el andén. Yo me encontraba al final, eran las dos de la tarde. Salía de clase y me metí en el metro, bajé las escaleras y mientras esperaba que llegara, el que parecía un vigilante de seguridad -de origen Dominicano, o quizá Cubano- inició una conversación telefónica con un amigo, que me hizo arquear las cejas y sonreír: a mi y a todos los allí presentes. Corrí a escribir la historia antes que se me borrara, pues no tenía desperdicio, por espontánea y fresca, la pena es que la llegada del metro me impidió escuchar el final. Esto fue lo que oí
¿cómo estás?
yo por aquí
haciendo la ronda:
pillé a dos gais con el "folleteo"
los saqué del baño
¡tu ya sabes!
Desde que cerraron el gimnasio: fatal,
¡pero fatal hermano!
........
Me he echado una novia, sabes
tiene buen corazón
me llama cada día
trabaja en La Caixa
es una chica inteligente
estudiada
está gordita, pero eso es lo de menos
todos los días voy a comer con ella
y me habla bonito
...
Una sonrisa para esta historia, por favor. Bien la merece, ¿no os parece?
Elena Larruy
sábado, 6 de febrero de 2021
VENTANAS Y MIRADAS
La vida es una larga lección de humildad. James M. Barrie
miércoles, 3 de febrero de 2021
LA PALABRA
LA PALABRA
Cuando la palabra enferma
en la garganta
helada la voz se estrecha.
Recuerdo la de mi padre, prisionera aun de guerra, cuando en las tardes de invierno me recogía del colegio y me subía en su vespa: ¡respira por la nariz y cierra la boca! hija -me decía- y yo esperaba ese momento de dicha cocodrilo para abrirla con todas mis fuerzas, hasta llegar a casa. El resultado buscado era inminente: unas feroces anginas me dejaban en cama una semana. Esa circunstancia, era para mi mucho más soportable que el dolor de mi callada. Siete años tenía. Todo lo lloré en ese momento, mas ahora me pregunto que hacer con estos restos.
Educada por el credo religioso de los sesenta, me negué a ser la pecadora adoctrinada que pretendían que fuera. No me creí el cuento de los infiernos. Tenía serías sospechas de mi inocencia. Lo que sí era cierto fue ¡aquel vivir de permanente castigo!. El cielo no estaba tan lejos y probé suerte, pero también tenía defectos -no era tan benévolo como decían- cada dos por tres te estallaba minas en la cara.No eran mortales pero te dejaban sin habla.Siempre hablaban los mismos.
Las contradicciones y yo nos hicimos amigas. Me acostumbré a ellas. No estaba tan sola. Desojando los días del calendario me tocó el crisantemo: una voz "guadiana" que salía de mis entrañas me guiaba y yo la seguía. No pronuncie palabra, estaba sin voz. La que más me dolía era la que no me daban. Me enseñaron otras voces que no eran la mía. La propia se perdió por los confines de las simas de un pasado en blanco y sombra. Nunca eché de menos esa parte de la infancia en el colegio. Sigo creyendo en los cuentos -que yo me cuento- y en mi padre.
Así es como se construye una mujer a medias, a medio camino de todo, a medio gas, a medias tintas: aquí y ahora, dándole a la misma cuerda. Intentando desenredarme de ella.
Mari era muchas cosas: todas pequeñas. A los nueve años ya era pobre: sin palabras. Se sentía a veces como el gusano cien pies que se enrolla sobre sus patas, esos que se estiran y se encogen cuando los tocas: esos. Le salvó no saberlo y siguió para adelante, levantando la cabeza como sí le enseñaron sus padres.
A veces soy yo.
A veces otra
la turbia voz que se arma
y se desarma
confundida.
Temblorosos castillos de naipes
son las palabras.
En el clamor de un desamparo
se desmoronan
para arraigarse en otro aliento
después de los deshielos
tengo la certeza
que la voz se aclara
y la palabra
se hace más fuerte.
Elena Larruy