Este poema explora en el tejido humano de la fragilidad, en la condición humilde a la que le aboca su deterioro y decadencia. La asemeja a los ciclos vitales de la propia naturaleza.
Se borra nuestro rastro, nuestro nombre. Cuando eso sucede, el fruto ya ha dejado en tierra sus semillas para que en un sin parar la vida se renueve y se suceda.
La fragilidad conlleva fortaleza. Ningún movimiento es definitivo, ninguno banal. Nada es más importante que volver a empezar.
Todo en el universo es dual, detrás de la fragilidad está la fuerza de la vida.
FRAGILIDAD
Diente de león
que al vacío cede
el lugar que ocupa.
Pétalo de amapola
tan real en su modestia
escarlata.
Me ajusto al abandono,
a esta manera de estar
presente
sin saberlo
como el aroma fugaz
de una hoja de menta.
Dejo de conocerme.
Olvido mi nombre.
Elena