Dedicado a mi hijo Héctor, mi extensión cósmica, mi maestro; una manifestación de amor que da sentido a la vida, un desvelo, una verdad, carne de mi carne, razón y corazón. Mi amor por ti es amor de madre, pero también sentimiento de totalidad. Cuando te tuve entre mis brazos sentí que un círculo perfecto se completaba. Siempre supe quién eras. No había palabras, solo amor.
Cada hijo es una estrella
de fuerza meteorita,
que nos regala el cielo.
Cuando saliste de mí
para encontrarte conmigo
aquel final de Septiembre,
me estrenaba como madre.
Con la fuerza brutal de un meteorito,
entre espacios siderales de dolor,
derribaste la compuerta de la vida
para llegar a mis brazos.
Siete horas te costó.
Era un viernes,
las tres y veinte,
en el reloj de la tarde.
Elegiste mi hombre,
las tres y veinte,
en el reloj de la tarde.
Elegiste mi hombre,
que yo fuera tu madre
para quererte y cuidarte,
para aceptarte sin reservas
trajeras lo que trajeras.
Aquella Noche de Reyes
que tomabas mi vientre,
ya sabía quién eras.
Nueve meses y un día
le costó al milagro
le costó al milagro
mostrame tu cara.
Aún no tenías nombre
cuando empecé a imaginarte,
a llenarte de besos
de favores,
a darte formas amables.
a darte formas amables.
De ti quise hacer
un ser íntegro,
y un hombre fuerte.
Justo, lo que hoy eres.
─Lo que no pude imaginar
no estaba a mi alcance─
Si había una hora precisa
convulsa, eterna
para que tú nacieras:
aquella lo era.
Si había un dolor sin freno
para morir,
aquel dolor "Cósmico" lo era.
Si, le puse nombre
segura como estaba
de que se iba a borrar su huella.
para que tú nacieras:
aquella lo era.
Si había un dolor sin freno
para morir,
aquel dolor "Cósmico" lo era.
Si, le puse nombre
segura como estaba
de que se iba a borrar su huella.
¿Qué cabía esperar? hijo
¡si hasta el cielo dejabas sin luz!
Solo mi amor
estuvo a tu altura.
Tu madre
Elena Larruy