Los ojos hablan,
La palabras miran,
Las miradas piensan.
Octavio Paz
miércoles, 19 de agosto de 2020
SOY CASI PERFECTA
sábado, 15 de agosto de 2020
QUIÉREME ENTERA
"Si me quieres, quiéreme entera
no por zonas de luz y sombra ...
si me quieres, quiéreme negra
y blanca. Y gris, y verde y rubia,
y morena ...
Quiéreme día,
quiéreme noche ...
¡Y madrugada en la ventana abierta! ...
Si me quieres no me recortes:
¡Quiéreme toda ... O no me quieras!"
Dulce Maria Loynaz
jueves, 13 de agosto de 2020
ACOMPAÑAR EN EL DUELO
Hace aproximadamente cuatro meses, en periodo de confinamiento del Covid19, murió Juan Antonio, un amigo de la familia. No murió del coronavirus, se lo llevó un cáncer. Pocas horas después de su fallecimiento vinieron los de pompas fúnebres a retirar su cuerpo, lo metieron en el ascensor dentro de una caja de dos metros y se lo llevaron al crematorio. Mañana, me cuenta mi amiga Carmen, su esposa, van a recoger sus cenizas para llevarlas a su pueblo, Palacios de la Sierra en Burgos, donde será debidamente despedido y esparcidas sus cenizas. Esta "estación triste de viacrucis", con parada obligatoria, este episodio doloroso de un ser que nos deja para siempre, suena así contado como un pasaje más de la vida cotidiana -la vida y la muerte de los otros- se nace, se vive, se muere... sin embargo, de qué manera ¡tan diferente! la viven los que la sufren, cuando el que se va es el padre o el esposo y sobre todo cuando se va a destiempo -porque Juan Antonio no tenía edad ni deseos de morir, sólo contaba 65 años-. Aunque su muerte fuera anunciada, su pérdida fue y sigue siendo igual de dolorosa para la familia.
¿Cómo afrontar la realidad de no volver a ver más al compañero, al padre, a esa persona que fue pilar y fundamento de otras vidas? No te volverán a ver más ni tus hijos, ni tu esposa, ni tú pequeño Leo, ni volverá a estar sentado frente a ellos en la mesa compartiendo el pan y la comida. Pienso ahora en sus hijos Javi y Alba y en el pequeño Leo que tanto amor compartió con su abuelo: fue un tiempo breve pero intenso. Cuando Leo se haga mayor y vea los vídeos jugando con su abuelo y escuche su voz se preguntará como hubiera sido su vida con él cerca, con ese ejemplo de amor y bondad a su lado. Los hijos seguramente cómo pasa a menudo, pensarán que no lo dieron todo, pero no fue así, estuvieron siempre junto al padre hasta el momento final, tampoco fue el caso de Carmen, su mujer, que le acompañó y estuvo a su lado minuto a minuto. Sí, es ley de vida y no hace falta arrojar más humedad sobre el asunto; la vida te arrebata de cuajo algo íntimo muy tuyo sin derecho a reclamar, cada día muere gente a tiempo y a destiempo, pero ¿qué hacer con el dolor de los otros? de los que se quedan medio inválidos, devaluados, con el corazón partido en dos: ¿se regenerará ese corazón? cómo le pasa al hígado o a la cola de las lagartijas, se auto destruirá o desaparecerá como agua por las alcantarillas? y nosotros, los otros ¿Qué hacemos nosotros de verdad por el dolor de los demás?
Cuando una pareja llevan unidos toda la vida, como era el caso de Juan Antonio y Carmen, el que sobrevive queda de alguna manera amputado, como si un grave accidente le dejara sin brazo, sin pierna, sin un órgano vital para seguir tirando. Ha de aprender de nuevo a vivir en esa situación de "paraplegia forzada". Desaparece la seguridad en el nosotros, y con él parte de la confianza y el bienestar que se tenía, la persona que se queda si antes viajaba acompañada ahora lo hará sola y le tocará afrontar asuntos que quizás dejaba en manos de la otra persona; desaparecerá el brazo que rodeaba su cintura, la tuya Carmen, la mirada que te decía te quiero se borrará, como se esfuman los recuerdos, ya no paseareis juntos, el uno con el otro, ni proyectareis sueños desde la terraza del hotel mientras contemplabais el mar, y en la noche ya no oirás de su boca: Carmen ¿cenamos? o su consejo cuando te acompañaba a comprar ropa: "quédate ese Carmen: es el que te sienta mejor". Sí, lo echarás de menos, como echarás de menos sus besos porque rompió la promesa, sin quererlo de: juntos para siempre.
Ese duelo lo vivirás a solas. Tendrás muchos días ganas de ser arropada, de que te abracen, de que te hablen de él, de que lo recuerden y no se olvide su nombre, y ahí estarás tú con tu soledad a cuestas para vivir la amarga experiencia, de la mejor de las maneras, y hacerte fuerte. Nosotros, los amigos, la familia, la gente que te quiere y rodea, los que estamos afuera, intentaremos consolarte, acompañarte en su despedida, pero serás solo tú, querida amiga, la que la viva desde la más absoluta intimidad. Sé que lo superarás, porque tú eres fuerte Carmen.
Cuando murió mi madre hace unos años, durante bastante tiempo, sentí la necesidad de que alguien levantara el teléfono para hablarme de ella, apenas obtuve respuesta, a los muertos se los olvida con demasiada facilidad cuando son mayores, entre otras cosas porque ellos mismos enterraron a gran parte de los amigos de su generación y ya son pocos los que quedan para recordarlos, también porque se les va borrando el rastro desde ese "geriátrico del olvido" donde se les confina a vivir en la etapa adulta. Mi madre tenía, como cualquier persona, muchas cosas buenas dignas de ser recordadas. Tan solo una amiga entrañable me recordó lo importante que era estar a mi lado en esos meses de duelo posterior que vinieron después; pude hablar con mi amiga de mi madre, de la suya, del papel de todas las madres en general: siempre se lo agradeceré. Lo mismo pasó con mi padre. Los padres son para los hijos el centro del universo, las personas más importantes de nuestras vidas, nunca nadie habla de ellos porque no hicieron nada televisado, ni meritorio que la historia o la fama no juzgue importante. Por eso yo sí lo hago a menudo, por eso yo insisto en acompañar a las personas cercanas en su duelo.
Si tenéis cerca alguna persona que está viviendo un duelo acompañadla, no solo preguntando cómo se encuentra y diciendo como debe afrontar la situación sino hablando de esa persona, de su vida, de su relevancia, de sus cosas. Cuando el dolor se acompaña es más llevadero. A decir de los psicólogos que tratan los trastornos de la pérdida, dicen de sus pacientes que acostumbra a durar aproximadamente dos años. Y puestos a echar una mano, un brazo o lo que haga falta, hagámoslo con cariño, sin boberías, con respeto y comprensión, incluso con la alegría natural y humana, quitándole dramatismo, tan solo escuchando y apoyando, para que el tiempo sea más corto.
Juan, como le llamaban familiarmente fue y era un ser especialmente bueno. Puede parecer un tópico honrar su memoria con palabras que se oyen en muchos funerales, pero no lo es; si algo era Juan era eso, un ser extraordinariamente bueno, como la familia y los amigos quieren recordarlo, porqué así fue el esposo, el padre, el abuelo y el amigo que echaremos tanto de menos. Descansa en paz Juan Antonio.
Elena Larruy
miércoles, 12 de agosto de 2020
Proclama de Antonio Machado
domingo, 9 de agosto de 2020
O CONMIGO O CONTRA MÍ
viernes, 7 de agosto de 2020
RELATO DE UN ACCIDENTE NOCTURNO
sábado, 1 de agosto de 2020
PEONES DEL GRAN TABLERO HUMANO
Sucede a menudo
en el reparto de juego
de este gran tablero humano
donde todos jugamos
que personas "listillas"
se crecen en el cargo,
y como ánades torpes
de pata corta, mucha pluma
y poco vuelo
pierden el trasero
por ser los primeros
en llegar al medallero.
A la carrera
con ensayada sonrisa
seleccionan a la presa
que comprará "su moto vieja".
tan astutos y engolados,
tan banqueros Colgate:
dioses de mercadillo
afanados en la obra
de engordar su bolsillo
Confiada, la presa fácil
sientan a su mesa,
la invitan a un refresco con gaseosa,
le hablan de mercados
de las empresas del Ibex,
de la desconfianza del dolar,
hasta que en una de esas vueltas
sinuosas y sutiles
los clientes confiados
al cero, coma, cero -por cien-
el financiero aconsejado
el de pensiones: ¡ojo! ¡al dato!
¡compre!, ¡compre! acciones señora,
las mejores del mercado
¡una apuesta segura!
y por favor atienda:
o el robot de la quincena
La moto del hijo
¡por supueeeesto!
y el seguro a todo riesgo,
con franquicia o sin ella:
¡Ah y el casco!.
Sinergias le llaman
los astutos
dirigidos todos ellos
vendedores de humo,
voceros de mercadillo,
tan necio, alguno
que compran
su propio humo.
Otros, jugadores de casino
de maquinas traga perras,
que con afilado dominio
Tienen oficio
lo que vi
llevaba guantes de látex
y una justiciera mascarilla
Elena Larruy
sábado, 25 de julio de 2020
SOY MADRE DE DOS HIJOS
Este poema está inspirado en otro que escuche recitado por su autora la poeta Begoña Abad, a la que aprecio y admiro y tuve el gusto de conocer recientemente.
SOY MADRE DE DOS HIJOS
Uno tiene el pelo liso
el otro rizado
morenos
-que decimos las madres-
el pelo, como los ojos: castaños,
El que llegó con prisas
la torea. Este es sagitario
le gusta el deporte
nada, pedalea, escala
El menor es más tranquilo
ama lo sencillo
el inquieto por las curvas
El que nació más herido
-de eso hace ya unos años-
el otro, más práctico y funcional
Y si hablamos de dinero
es lo que más me interesa.
A estas alturas de partido
mi mapa y mi bandera
mi país,
Ironías, juegos, licencias,
¡Y que le vamos a hacer...!
Elena Larruy
La velocidad del sonido es una cosa extraña. Tus padres te dicen algo cuando tienes 20 años y te llega solo a los 40.
viernes, 17 de julio de 2020
LA VOZ MAESTRA DE SARAMAGO
Hay hombres cuyas voces nacieron para ser eternas, la de José Saramago fue una de ellas. Repasando sus frases, citas y fragmentos de entrevistas que concedió y que aquí dejo escritas, no puedo dejar de pensar cuanta falta le hace al mundo personas de esa catadura moral, ética y cultural. Sin ser nada mio, lo son sus ideas y pensamientos, me siento orgullosa de este hombre, por encima de todo un pensador y un ciudadano del mundo, libre.
No creo en dios y no me hace ninguna falta. Por lo menos estoy a salvo de ser intolerante. Los ateos somos las personas más tolerantes del mundo. Un creyente fácilmente pasa a la intolerancia. En ningún momento de la historia, en ningún lugar del planeta, las religiones han servido para que los seres humanos se acerquen unos a los otros. Por el contrario, sólo han servido para separar, para quemar, para torturar. No creo en dios, no lo necesito y además soy buena persona.
No he sentido jamás la necesidad de un triunfo, la necesidad de tener una carrera, la necesidad de ser reconocido, la necesidad de ser aplaudido, no lo he sentido jamás en mi vida. No he hecho en cada momento nada más que lo que tenía que hacer y las consecuencias han sido éstas, podrían haber sido otras.
El alma humana es una caja de donde siempre puede saltar un payaso haciéndonos mofas y sacándonos la lengua, pero hay ocasiones en que ese mismo payaso se limita a mirarnos por encima del borde de la caja, y si ve que, por accidente, estamos procediendo según lo que es justo y honesto, asiente aprobadoramente con la cabeza y desaparece pensando que todavía no somos un caso perdido.
Me gustaría escribir un libro feliz; yo tengo todos los elementos para ser un hombre feliz; pero sencillamente no puedo. Sin embargo hay una cosa que sí me hace feliz, y es decir lo que pienso.
Hay quien se pasa la vida entera leyendo sin conseguir nunca ir más allá de la lectura, se quedan pegados a la página, no entienden que las palabras son sólo piedras puestas atravesando la corriente de un río, si están allí es para que podamos llegar a la otra margen, la otra margen es lo que importa.
Actualmente los laboratorios invierten más en mejorar y producir viagra y en desarrollar mejores prótesis mamarias que en medicamentos para el Alzheimer. Esto provocará -en el curso de unos años- que más gente de la tercera edad tendrá mejores erecciones y senos más prominentes, pero no recordarán para que los tienen.
Escribo para comprender, y desearía que el lector hiciera lo mismo, es decir, que leyera para comprender. ¿Comprender qué? No para comprender en la línea que yo estoy tratando de hacerlo; él tiene sus propios motivos y razones para comprender algo, pero ese algo lo determina él.
En cierto sentido se podría decir que, letra a letra, palabra a palabra, página a página, libro a libro, he venido, sucesivamente, implantando en el hombre que fui los personajes que creé. Considero que sin ellos no sería la persona que soy hoy, sin ellos tal vez mi vida no hubiese logrado ser más que un esbozo impreciso, una promesa como tantas otras que de promesa no consiguieron pasar, la existencia de alguien que tal vez pudiese haber sido y no llegó a ser.
Llevamos siglos preguntándonos los unos a los otros para qué sirve la literatura y el hecho de que no exista respuesta no desanimará a los futuros preguntadores. No hay respuesta posible. O las hay infinitas: la literatura sirve para entrar en una librería y sentarse en casa, por ejemplo. O para ayudar a pensar. O para nada. ¿Por qué ese sentido utilitario de las cosas? Si hay que buscar el sentido de la música, de la filosofía, de una rosa, es que no estamos entendiendo nada. Un tenedor tiene una función. La literatura no tiene una función. Aunque pueda consolar a una persona. Aunque te pueda hacer reír. Para empeorar la literatura basta con que se deje de respetar el idioma. Por ahí se empieza y por ahí se acaba.
Creo que en la sociedad actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión, que puede no tener un objetivo concreto, como la ciencia, que avanza para satisfacer objetivos. Nos falta reflexión, pensar, necesitamos el trabajo de pensar, y me parece que, sin ideas, no vamos a ninguna parte.
miércoles, 8 de julio de 2020
EN MI CIUDAD, CONMIGO, A SOLAS
MI CIUDAD Y YO
Me gusta mi ciudad en verano,
en su hora blanca
sin ser vista,
debajo de un pino,
escuchar el trino
de un pájaro
-me encantaría-
pero en mi ciudad
no hay parques
En mi ciudad
y un par de tapas,
no ser nada:
liviana.
Elena Larruy