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lunes, 26 de septiembre de 2016

DE CHUP CHUP Y OTROS SECRETOS




Todo empezó en una conversación de cómo la cocinera de la escuela hacia un exquisito arroz con las alitas de pollo y un par de sobras del día anterior. La cocinera en cuestión, explicaba la compañera,  daba mucha importancia al sofrito, a ese momento  chup chup  a fuego lento y a las  cuatro verduritas frescas de temporada que añadía para completarlo.

Recordando el momento chup chup de la charla me vino a la cabeza los caldos tan ricos que preparaba mi madre en los inviernos:  esos que empañaban los cristales y te llenaban el corazón y la casa de nieblas, los mismos que invadían todos los rincones, impregnándolos  de un delicioso y humeante sabor de hogar. 

Un joven, pero experto, cocinero amigo me dijo una vez que los caldos de las abuelas, que tanto ponderábamos, no tenían más secreto que dejar consumir el agua, para que  las sustancias se concentrasen quedando así más gustosos: nada que no se pueda conseguir con una olla ultra rápida, o mejor comprando un tetrabric en el super, continuó . . . es de fácil entender ¡no tenemos tiempo! No es mejor la receta de la abuela, ni sus canelones de vicio, ni su estofado meloso a fuego lento, lento: lento todo  hasta la hartura del aburrimiento chup chup, remató con sorna y cierto fastidio. Entiende que son otros tiempos...
En ese instante de ofuscación momentánea me imaginé a mi madre desespumando el caldo con la espumadera,  y a sus brazuelos aburrirse en la olla con los huesos de jamón, el pollo, la deliciosa pelota danzando con los garbanzos...  y, cómo pasadas tres horas de "hartura y aburrimiento"  añadía las hiervas de su huerto o las que las vecinas le daban:  apio, nabo, chirivías, zanahorias, con su prórroga añadida de media hora -o tres cuartos- y el regusto de todos nosotros disfrutando de ese glorioso caldo humeante, con cuerpo, concentrado y gustoso, irrepetible, terriblemente bueno, que incendiaba los carrillos de los niños que alegres corrían a dibujar en los  cristales empañados, caras felices, lunas, corazones y estrellas, mientras ella envuelta en un bao de gozo, tierna y melosa como el pollo de su olla, llenaba los platos hondos -de hondura- de deliciosa sopa de letras que nos devolvía la alegría al cuerpo, la inspiración y la cordura. 

Cuando el corazón que aviva el chup chup y el fuego lento se para, queda el secreto en el alma de aquellos que probaron su sopa. Quien no la probó, nunca sabrá de secretos de cocina ni valiosas recetas. Lo otro es otra cosa. 


elena

miércoles, 21 de octubre de 2015

NILO

Cuando era pequeño Nilo me regalaba la mejor de sus sonrisas, al verme aparecer tras la verja de la escuela se lanzaba a mis brazos, y los dos nos fundíamos en un  gran abrazo. Cada miércoles nos recogíamos el uno al otro, yo a él del colegio y el a mí de mi soledad. Esas tardes las llenábamos de juegos, complicidad y cariño.

Yo escribía relatos y cuentos  para él, que me escuchaba con aparente atención descuidada. Las lecturas le planteaban  preguntas y  más  preguntas que  procuraba responder como sabía o podía, pues su afán de  curiosidad  me ponía en encrucijadas de difícil salida. Descubrí con sorpresa, el gozo que estos retos me producían, ¡a mis años!  Y el esfuerzo que debía hacer para estar a la altura de una mente ¡tan despierta y brillante!        

De  camino a casa hacíamos un alto en un pequeño parque algo escondido, donde dejaba que  consumiera su inagotable energía: la verdad es que solo la aligeraba. Entonces Nilo me reclamaba la  historia que yo traía para él.

Hacía pocos días que había sido  mi cumpleaños. Llevaba conmigo una bolsa  que contenía una caja con el regalo que su madre me había hecho, y que esa tarde tenía especial significado. El propósito era tirarla al contenedor del parque, pues habíamos pactado  desprendernos de objetos y cosas que no nos fueran de utilidad o que de alguna manera nos molestaran. Se trataba en cuestión de  enseñarle a reflexionar, de una forma lúdica, el espacio que ocupaba en nuestros armarios y en nuestras vidas todo aquello que no nos servía.

Esas zapatillas afelpadas a cuadros azules eran ofensivas, producían en mi el mismo efecto que si me hubieran regalado una dentadura postiza, y lo peor no era eso, no, lo peor era que  se trataba de  las mismas zapatillas que me había regalado por segundo año mi nuera, o sea su  madre: a mí  que ¡aún tenía restos de acné en la cara!  Le expliqué a mi nieto, de corrida y con  el disimulo que pude   que me producían urticaria, lo que desencadenó en él una cascada de preguntas que esta vez atajé hábilmente, no sin antes enredarme entre el picor y el desazón. No sé que debió entender su resuelta cabecita, la cuestión es qué relacionó mi propósito con el suyo y al hilo de la conversación sin dejar que acabara mi exposición, me soltó que su decisión también estaba tomada, que el tiraba a Ferrán,  Ah! y también la tabla del ocho!  concluyó.

Y es que ese día Nilo salió de la escuela con la firme decisión de tirar contenedor abajo a su profesor de matemáticas, por haberle amonestado “injustamente” (repetía) durante la clase: porqué ¡ya deberías tener aprendida la tabla del ocho de corrida! ¡Y no equivocarte siempre en el ocho por nueve!

Aproveché su momento de enfado para soltar mi caja  en la hambrienta boca del basurero. Cuando le advertí del error que cometía, quiso tirar también la tabla del nueve ¡por si acaso! dijo.  Así que esa tarde fue muy importante para mí explicarle por qué era más inteligente y útil aprender la tabla del ocho que tirar contenedor abajo a Ferrán.

Yo dejé para más tarde la  reflexión sobre mi rabia contenida,   de la que me iba a costar desprenderme.

Sabes Nilo cuantos años cumplí hace unos días le pregunté? Sí abuelo, me acuerdo por las velas del pastel: setenta y dos. Pues eso es, justo, ocho por nueve: setenta y dos. Ostras abuelo! si, si, ya no se me va a olvidar nunca. Genial abuelo!, te quiero!

Bien; te propongo un trato: hacerle un regalo a tu profesor de matemáticas.


Porqué abuelo? Que regalo?

Yo te ayudo a que te aprendas la tabla del nueve y mañana tu cuando llegues a clase le pides disculpas por tu comportamiento de ayer y le dedicas la tabla y también la del ocho. Se sentirá orgulloso de tu esfuerzo, te felicitará  y el tema quedará zanjado. De acuerdo abuelo. ¿Y tu caja? Se percató en ese instante. Ya la tiré hijo! Entonces le diré a mamá que compre otras zapatillas para ti. Noooo, no Nilo, no. Muchas gracias, pero estar contigo es para mí el mejor regalo que podéis hacerme tú y tu madre. Sabes? Cuando vivía tu abuela y llegaba mi cumpleaños, ella me dejaba pequeñas notas en cajitas que escondía por la casa y que yo iba encontrando y descubriendo a lo largo del día, y  decían cosas como: me gustas cuando ríes! cuando disimulas y montas estrategias que nos favorecen!  cuando concilias nuestras peleas, cuando nos dices que te sientes orgulloso de tu familia, de nuestras hazañas, de mi curiosidad por todo! Otras veces los mensajes quedaban escritos en los espejos del baño o en la lista de la compra que teníamos colgada en la nevera… y escribía: gracias por dejarte querer, por las infusiones de tomillo que preparas para mi, cuando estoy en cama, mil gracias por decirme tantas veces como me dices, lo que te gusta de mi, por tu atenta curiosidad por todo, por quererme cuando estoy triste, hay ¡tantas cosas que me gustan de ti! que no puedo evitar quererte y quererte.

Se me ocurre una cosa abuelo! Te gustaría que yo también escribiera cosas para ti y jugáramos a que tú las encuentras. Me encantaría, sí. Será un secreto, nuestro secreto, solo nosotros deberemos saberlo. 



Y cuando empezaremos Nilo?

Abueeeeeelo! Pues para cuando cumplas ocho por nueve más uno!

Sabías que el setenta y tres es un número primo?



Eso significa que es familia del setenta y dos?

Bueno pues siiii, en cierta manera, quiero decir que familia, familia, pues puede que sí! No, no quiero decir eso, lo que realmente significa es otra cosa. Y que otra cosa quiere decir? 

No sé bien como explicártelo.

No te preocupes, le preguntaré a mamá. Papá siempre dice de ella que tiene todas las respuestas, y no sé porqué la llama gugle, gogel o gugel… ufff! no se…

¿Lo sabes tu, abuelo? 
                                                                                                                             elena larruy

domingo, 19 de julio de 2015

ÉL, SOLO ÉL



Fernando Botero
Tuve mi primer encuentro íntimo a edad algo avanzada.
Me resistí, y no por casta, me sobraban ganas.
Lo elegí detenidamente, a la carta, sabía lo que quería, y me aseguré muy bien de que yo también le gustara.
Me dejé atrapar de su natural encanto, su tono seductor, su color bronceado.
Lo deseaba!
Y no tardé en entregarme: más en cuerpo que en alma.
Pero Marcelo mi gato, no confiaba..., huía despavorido cuando él se asomaba.
      
Se desveló osadamente transgresor. Uhhmmm!!! … Sí, me apasionaba!

Pero muy a mi pesar no tardé en descubrír que no estaba hecho para ataduras ni relaciones largas.
!Con una vez al mes que nos veamos será suficiente, ya verás! confia en mi, me dijo. 
¡¡¡UNA VEZ AL MES!!! 
Estaba taaaan necesitada! que me sometí a sus designios.
Insistia en quererle más y más, y a la vez me preguntaba, ¿Cómo era posible semejante pleitesía? 
A nadie pertenecía pero él sí las atrapaba y poseia, a todas: rubias listas, morenas bobas, dulces y sumisas, listas, locas... A todas había conquistado, y en todas dejaba huella; todas… menos las calvas, con esas no quería tratos: le resbalaban.
Entregada como el  lienzo al pincel me sometí a sus caprichosos juegos  "una vez al mes", que me trasformaban en otra. Rejuvenecía por momentos… Dios, pero que bién me dejaba!
Y como lo necesitaba!
¿Qué podía hacer?
Nada!!!
Irremediablemente, nada.
Él...... nadie como él, coloreaba mis blancas canas.
¡EL TINTE!... sí, él.
Solo él, fue mi salvación.
                                                             Elena Larruy

Moraleja: "Las canas ya no se respetan:se tiñen" B.A.


martes, 14 de julio de 2015

LA MAGIA DEL JARDIN AMARILLO

JARDI D´ACLIMATACIÓ  SANTS-MONTJUÍC  BARCELONA               MAYO-2015 

Para los que vivís en esta hermosa ciudad que es Barcelona o estáis pasando unos días en ella y os guste disfrutar de la naturaleza, aquí tenéis un lugar en la montaña de Montjuïc donde descansar y relajaros. Es un parque singular de gran interés botánico, diseñado por Nicolau Rubio i Tuduri en 1930, después de La Exposición de 1929, en el pabellón que ocupaban Italia y Suecia. Fué diseñado para aclimatar mas de 230 especies botánicas procedentes de todos los continentes, con el propósito de enriquecer y  aumentar las especies vegetales de la ciudad. Es el parque de La Aclimatación, está en Avenida del Estadi s/n, entre el Estadio Olímpico y las Piscinas Picornell. Si lo que queréis es llegar sin esfuerzo alguno, podéis tomar los cuatro tramos de escaleras mecánicas que se cogen a la derecha de las fuentes de Montjuïc, bordeando el palacio por su lado derecho,   os dejaran al frente de la entrada. Yo lo visito con cierta frecuencia, me gusta relajarme en su silencio despues de hacer ejercicio. Este es el aspecto mágico que ofrecia el mes de mayo. Es un espacio  que invita a recogerse y desplegarse. Ya no está la alfombra amarilla de pétalos de acacia que iluminaba el suelo y  las miradas, pero permanecen toda la gama de verdes, los de sus hermosos y exóticos árboles, los de hojas y ramas, y sobre todo su estampa poética envuelta de sombras y luces, como la humana.  





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domingo, 12 de julio de 2015

QUE ME ESTÁ PASANDO?



Acostumbro a observar los pequeños acontecimientos “extraordinarios” que suceden en torno a mi persona al empezar el día. A esas horas  estoy más receptiva y relajada. Esos pequeños sucesos, o no tan pequeños a veces, me hablan de cómo van a ser las próximas horas o los próximos días.  Se trata pues  de información útil y valiosa que me gusta atender,  me coloca en situación de atención sigilosa y alerta: como una rana. Os pondré algún ejemplo:

Estás en el baño y te cae  la ducha en la cabeza. Vas al armario ropero y no sabes que ponerte ese día, todo son dudas. De repente suena el teléfono  a una hora inusual… corres a cogerlo y no hay nadie al otro lado. Te acuerdas que por la noche te  despertó un sueño, no consigues recordarlo, a modo de flash percibes imágenes de animales en un bosque y tu sentimiento era de asombro y temor. Tu coche no arranca, sales malhumorado del parking buscando una solución y chocas de manera aparatosa con otra persona que quiere entrar. Tomas un taxi,  ahora es el móvil, es tu mujer que llama para felicitarte por tu cumpleaños y tú no te habías enterado. Quieres concentrarte en la reunión que te espera, y el taxista que escucha gregorianos, frena bruscamnte para dejar pasar a un peatón que le insulta y que tiene más prisa que tu. También suceden cosas amables, extraordinarias, más sutiles: sientes tu cuerpo en forma, tu mente clara, te miras al espejo y te creces. Tienes que exponer un diagnóstico confuso y de repente todo se ordena en tu mente. Abres los mensajes en tu móvil y alguien especial que no gasta palabras, ese día está generoso y ordena siete letras que componen  una frase “me acuerdo de ti con especial cariño” También puede sucederte que esa persona ácida que se cruza contigo cada mañana, ese día esté caramelizada para ti y te ofrezca una sonrisa dulce y sugerente.

Cada uno de esos acontecimientos, aparentemente cotidianos, y otros cientos más, especialmente aquellos más relevantes, son simbolismos  que nos advierten de lo que está por acontecer, también de cómo puede suceder. Si los analizamos con atención al acabar la jornada podrémos relacionarlos con lo vivido y sacar nuestras propias conclusiones. Una visión objetiva, más intuitiva que razonada,  nos ayudará a interpretar los efectos y consecuencias de esas señales, para con  la práctica poder manejarlas.

Con una reflexión a tiempo podremos corregir las desviaciones, llevar a nuestro terreno las situaciones más propicias, enderezar lo que tiende a caerse, salir corriendo de un peligro, tener una sonrisa preparada para regalar a alguien que la necesita. Conseguir un triunfo donde todos los indicios apuntaban fracaso o también esperar como  nos va a sorprender el día, o esa persona “casual” que se cruza en nuestro camino para darnos esa buena noticia. 

No olvides sintonizar el dial cada mañana: ¿QUEMEESTAPASANDO?



Hace muy poquitos días la pequeña rana que veis en la imagen, de unos cuatro centímetros aproximadamente, apareció en mi baño. Estaba yo de vacaciones en un entorno rural de La Provenza, cuando asomó su diminuta cabeza por el respiradero del lavabo mientras me aseaba. Se paró y ante mi insistencia en querer atraparla fue dando saltos hasta alcanzar la ventana,  atravesó el grueso muro de piedra y se quedó fijada en la pared  exterior del jardín para que yo pudiera tomar la foto.

Ese simpático  animalito verde, casi esmeralda, que observa y actúa con eficacia, simboliza para mí el saber hacer: la observación y la actuación, también la  simpatía y la buena estrella.

Su forma de mostrarse fue reveladora. Todavía no he completado el mensaje que traía para mí, pero con certeza desde el primer momento supe que era portadora de algo bueno y la hice correr entre la familia para que pidieran su deseo.
Ese día que pasamos en Aix en Provence, sin entrar en detalles,  fue un día especialmente extraordinario. Estaba advertida!!!





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