sábado, 14 de noviembre de 2020
AFORISMOS DE JESÚS AGUADO
miércoles, 4 de noviembre de 2020
NO ME FIO
No me fío de los ocasos huyendo siempre con mi caja de pinturas.
No me fio de las sogas que no trenzan.
No me fio de los que quieren a medias, a calcetines a sudaderas de marca…
No me fio de los que dicen tenerla muy larga: no me fío un centímetro.
No me fio de la luz que arrojan los recibos de las eléctricas.
No me fío de los seguros a todo riesgo que no cubren las contingencias del corazón: ¡tan sensibles a ser dañados o robados...!
No me fío de “los mejores” «temporeros de las cumbres» cayendo de las torres más altas.
No me fío de los puentes, de los viaductos, de los rascacielos suicidas.
No me fío del que cuando viene no me encuentra, y cuando voy se ha ido.
No me fío del que nunca tiene tiempo y nunca se mueve de sí mismo.
No me fío del que para alejarse solo huye y no sabe quedarse quieto.
No me fío del que a todas horas pide perdón para seguir ofendiendo.
No me fio de los nombres predestinados a tener migrañas y jaquecas, como Dolores, o Armando, siempre a la gresca y aquellos que llamándose Amador siempre estén dispuestos a pasar la noche fuera.
No me fio de los que al pan llaman vino...y te invitan a su mesa.
No me fío de una cara que no me invita a quedarme.
No me fio de los sujetos brillantes con mala estrella.
No me fio de los torsos trenzados en los gimnasios.
No me fío de la gente edulcorada que me provoca caries.
No me fio de los que nunca se desmelenan. No me fío ni un pelo ni una pestaña.
No me fio de la soledad de los que se abandonan.
No me fio de los que adulan con exceso, en realidad están tomando tus medidas con dudosas intenciones
No me fío de los que dicen amar con locura. Me gustan los cuerdos que aman sin hipérboles ni ñoñerías.
No me fío del que teniendo solo da, y nunca las gracias, solo las espera.
No me fío de los que guardan lo inútil y no se deshacen de ello porque siempre lo tienen nuevo.
No me fío del que no se sabe mejorado, ni se lo exige, cada día que pasa.
No me fío del amor sin dolor.
No me fio del dolor sin gozo.
No me fio de la alegría sin tristeza.
Ahora que todos llevamos puesta la mascarilla «No me fio de que en la mirada esté todo dicho».
viernes, 23 de octubre de 2020
EL PESIMISMO
Que acertadas palabras las de Benjamín Prado en esta sentencia. No hay nada que me guste menos que un pesimista. Huyo lejos cuando tengo uno cerca, confío en no coincidir con ningún "agonía" en vacaciones ni en ningún vuelo o evento.
El cerebro es una estación emisora, recibe y emite señales a través del pensamiento que se trasforman en acciones y hechos. Mucho se habla del poder mental para la sanación, poco de los efectos contrarios. Un pesimista se pasa el día llamando al mal tiempo y viendo el lado feo de las cosas. Al pesimista siempre le pasan cosas, y ninguna buena. ¿Por qué será?... Mientras él se queja del viento, el optimista revisa las velas esperando que llegue.
El pesimismo conduce a la debilidad y el desgaste, el optimismo nos hace poderosos y saludables. También es verdad que tanto el optimismo como el pesimismo a veces son dos simples poses. Tampoco lo olvidemos.
Los pesimistas están encantados con el mundo «que les da la razón». Para ellos todo son calamidades y males. ¡No se pierden ningún telediario! «Tiempos pasados fueron siempre mejores» tienen un empeño insistente en querer cambiar el mundo. En ellos no hay indicios de positivismo, es normal que las cosas les salgan mal, que se les llame gafes. La mayoría de pesimistas no ven la oportunidad que les ofrece una dificultad, ellos solo ven desgracia.
José Saramago contaba no tener tiempo ni edad para el pesimismo: "Yo no soy pesimista ¡ya el mundo en sí es suficiente pésimo!" Yo siempre pensé que la vida del pesimista era muy corta, sin embargo no fue el caso del escritor argentino Ernesto Sabato: Algunos supondrán que, por mi manera de ser, propensa a la melancolía y el pesimismo, estos 90 años con los que cargo encima acabarán por desalentarme; sin embargo, es todo lo contrario. Se podría decir que fue un pesimista resistente, que seguro tenía cualidades en su personalidad que contrarrestaban el agravante pesimista. Algo parecido le pasaba a Berlanga, el director aragonés de cine, otro pesimista de catálogo ─según cuentan leyendas urbanas─, que compensaba su pesimismo con humor. La cosa no parece tan grabe.
En fin y para bien, mejor no llamar al mal tiempo ni en las peores condiciones. Hay asuntos que no podemos cambiar, pero lo que sí podemos hacer es cambiarnos a nosotros: nuestro modo de pensar, nuestro modo de vivir, nuestra manera de actuar; Mejorarnos está en nuestras manos. ¿No os parece?
Elena Larruy
martes, 13 de octubre de 2020
PALABRAS CON TRAMPA
A mí lo que me gusta es dar las gracias. Me siento agradecida con
el mundo. También es cierto que no siempre, porque a veces me enoja y le pido
cuentas en forma de réditos: no sé si eso resta o son dos cuentas diferentes,
si una es más de ahorro y otra más
corriente. La cuestión es que me gusta la palabra “gracias”: es de mis favoritas, nunca me canso de
darlas. La utilizo a diario y jamás se me gasta.
Con la edad he aprendido a mejorar mis agradecimientos. Ahora miro a las personas de frente y les doy
las gracias por su ayuda y su buen trato. Esta misma mañana me ocurrió con la
higienista que me atendió en el dentista, hizo conmigo un trabajo excelente. Le
expresé mi gratitud por su profesionalidad y su delicadeza.
Todo el mundo debería hacerse una limpieza un par de veces al año: ¡soltamos tanta basura por la boca!…
palabras enojadas, mal sonantes, hirientes y heridas… equivocadas, de mal gusto, palabras que nos llenan la boca de
incrustaciones con sarro. Hay otras que no pronunciamos, las que solo se
piensan, esas nos ensucian con un regusto ácido y amargo. Incluso aquellas de
agradecimiento que no damos, esas también fermentan y se
vuelven en contra.
Las palabras de agradecimiento más sinceras que yo he escuchado, se las
dio mi brazo izquierdo a mi otro brazo, cuando me rompí el radio y me
quitaron la escayola. El brazo herido apareció blanco, escuálido y desvalido, el
otro lo acogió en el suyo con delicadeza y lo ajustó a mi pecho con la misma
ternura que se coge en brazos a un recién nacido. En ese momento, ─sin mediar
palabra alguna─ yo escuché las gracias más de verdad que había escuchado nunca.
De la misma manera que la
amabilidad con los otros es esencial en la convivencia, las palabras que nos decimos a nosotros son de
vital importancia. Porque ¿cuantas veces ─en ese monólogo interno en el que
andamos metidos─ nos damos permiso, o le pedimos perdón por el mal trato que a
veces nos damos? y ¿Cuántas otras le agradecemos? Pocas o ninguna… incluso iré
más lejos, hasta llegamos al insulto. Yo lo hago, me llamo: fea, insulsa, cateta.
Las más de las veces me grito tonta, cabezona,
otras es el espejo el que me increpa: floja, pazguata, perezosa…
Deberían enseñar a callar en todos los idiomas dice la Wislaba. En
eso estamos de acuerdo.
Elena Larruy
lunes, 5 de octubre de 2020
DESAPRENDER ES POSIBLE
Cada cosa que aprendes es una mentira menos que te pueden contar. Con este aforismo que tomo de Benjamín Prado doy comienzo a una serie de columnas con las que quiero reflexionar. Te invito a participar.
En las vacaciones del año pasado viajaba con un grupo de personas, entre las que se encontraba una joven mexicana residente en España, había venido a hacer un master a nuestro país hacia unos cuatro años, conoció el amor y se quedó a vivir. En la convivencia de dos semanas viajando por Tailandia compartimos muchos momentos de experiencias y confidencias con el grupo. En una de esas tardes de charlas descansábamos sentadas en la cama de la habitación que compartíamos, no recuerdo cual era el tema pero mi amiga Rosa y yo le dijimos que nosotras ahora estábamos en la etapa de desaprender. Ella que se ganaba la vida dando clases de desarrollo personal a través de una página web cazó al vuelo el término ¿desaprender? ¿qué queréis decir con desaprender? nos preguntó de inmediato. Desaprender es otra forma de seguir aprendiendo, le dijimos. Es dudar y cuestionarse lo aprendido. Actualizar las ideas, los credos, las rutinas. Informarse de fuentes fiables para construir más pensamientos propios y no tanto heredados. A eso llamábamos desaprender. ¡Uhmmm! se quedó escuchando y tomando notas de lo que estaba oyendo. Interesante dijo la despierta y extrovertida mexicana. Le habíamos dado pie a la duda que la llevaría con toda seguridad a abrir muchas más puertas.
De la misma manera que para encontrarse primero nos hemos de perder, para desaprender primero es necesario aprender. No hay nada más relevante que la educación. Primero nos educan, después en la etapa adulta, tenemos el deber de educarnos continuamente, sabiendo que la capacidad de cambio que tienen las neuronas decrece con el tiempo, según apuntan los neurocientíficos. Así que no perdamos tiempo ni ocasión de revisar patrones de conducta, comportamientos, mitos y creencias heredadas. No perdamos tiempo ni ocasión de seguir haciéndonos preguntas.
Elena Larruy
Cómo pensamos, decidimos y aprendemos por Mariano Sigman, neurocientífico
jueves, 1 de octubre de 2020
LA FRAGILIDAD QUE NOS HABITA
Ahora ya sabemos que la vida es comer con un amigo en una terraza, ir de librerías, tomar el sol, ver una película en un cine, perderte por una calle desconocida, coger un tren.
Por eso, cuando la vida regrese, le pediremos menos cosas.
Y me acuerdo ahora de los restaurantes llenos, de las bodas, de las fiestas, de los viajes en autobús, en avión, en el metro.
Nostalgia de las rebajas de todas las tiendas y mercadillos de España, mi gran país, mi pobre país torturado y humillado.
Cuando esto termine, yo creo que jamás volveremos a dar un beso protocolario. Todos los besos se volverán besos poderosos, fuertes, grandes, sexis y salvajes.
Cuando regrese la vida, me verá guapo y elegante, como siempre.
Cuando ella vuelva, porque volverá, me encontrará bien dispuesto y a la orden.
Ada Salas - BOSQUE
Estos
pájaros
-ahora, sí, tan nítidos-
que oigo -su canto: esa luz-
convierten
la ciudad
en el centro de un bosque.
Apenas dicen nada
de la muerte
dicen:
yo soy
la primavera.
Estoy de nuevo aquí.
Me acerco a tu ventana luego
dicen:
también
entre el horror
más pura
la belleza.
Instalado en la pureza más sola del dolor,
en un territorio incontaminado
donde no vive más que el dolor puro,
como una identidad desvanecida
que se ha llevado el aire,
¿con qué sueña?
¿Aristas que se juntan,
espirales letárgicas que giran,
un abismo al abismo...?
¿Qué narratividad rige su sueño?
En su sueño agitado, ¿qué sucede?
¿Qué hay dentro de cada cual que no es de nadie?
En esta asepsia clínica, en este plenilunio de la nada,
¿qué se puede soñar cuando ya solo queda
la pureza más sola del dolor?
Marwan - UN EXTRAÑO UTENSILIO
Me llevo a papá al hospital,
le está costando respirar.
Son las 21:35 del miércoles 25 de marzo.
Las calles son pasillos de geriátrico.
El miedo toma forma real,
se acomoda en mi familia.
Mi padre está peleando contra el aire
en una habitación de un hospital del sur de Madrid.
Mi hermano es enfermero allí,
él lo cuidará, nos decimos,
buscando la suerte en la desgracia.
Pero nada es fácil,
la angustia es una goma elástica,
el miedo, un tubo de ensayo,
vivo en una de las negrísimas pinturas de Goya.
La esperanza es solamente un extraño utensilio
que hoy sostengo entre las manos,
el tiempo un lento tren que no quiere atravesar el paisaje.
Soy el niño que llora por el dolor del hombre
que no puede sostenerle la mano a su padre.
La rama es fuerte, la vida, un pez remontando río arriba,
papá se recupera.
¿Cómo no pensar en ellos,
en los que se quedaron colgados
como una chaqueta en la última conversación
con un familiar del que no se pudieron despedir?
La esperanza es solamente un extraño utensilio
que se sostiene entre las manos.
Joaquín Pérez Azaustre - REPATRIACIÓN
Dile a un padre que suba en ese avión
sin mirar atrás.
Que lo importante es él, que piense en él,
y no en el ángel bueno y laborioso
que intentó deslizar sobre el jardín
de las horas felices, con su bruma de espanto.
Dile al padre más fuerte que no es nada la fuerza
de su voz siempre alegre, dile que la custodia
se impone a los minutos y debe decidir
regresar a la vida o inmolarse después.
Dile a un padre que olvide que las manos pequeñas
hoy pudieron subirse en el último vuelo
y afrontar la batalla de las horas del día.
Dile a un padre que rece.
Y que sueñe palabras consulares de amparo
porque no queda tiempo de escribir su novela
de patria potestad.
Dile al padre que un día los ojos verdaderos
de los hombres que escriben su geografía de amor
volverán a encontrarse en un fuego lejano
de gotas invisibles,
de veneno minúsculo,
de susurros distantes.
Calendario perplejo de días repetidos
que intuyen el enigma
de la fragilidad que nos habita.
Qué despierte esa idea del pensamiento pleno,
la energía anhelada,
el sueño solar de las alquimias,
que se inventen la fórmula del cielo
y encuentren su respuesta
en los laboratorios
y rompan este hechizo.
domingo, 27 de septiembre de 2020
TENGO PRISA POR VIVIR
aquí en adelante, que el que viví hasta ahora…
Me siento como aquel niño que ganó un paquete de dulces: los
primeros los comió con agrado, pero, cuando percibió que
quedaban pocos, comenzó a saborearlos profundamente.
Ya no tengo tiempo para reuniones interminables, donde se
discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos,
sabiendo que no se va a lograr nada.
Ya no tengo tiempo para soportar a personas absurdas que, a pesar
de su edad cronológica, no han crecido.
Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades.
No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados.
No tolero a manipuladores y oportunistas.
Me molestan los envidiosos, que tratan de desacreditar a los más
capaces, para apropiarse de sus lugares, talentos y logros.
Las personas no discuten contenidos, apenas los títulos.
Mi tiempo es escaso como para discutir títulos.
Quiero la esencia, mi alma tiene prisa…
Sin muchos dulces en el paquete…
Quiero vivir al lado de gente humana…, muy humana.
Que sepa reírse de sus errores.
Que no se envanezca con sus triunfos.
Que no se considere electa, antes de la hora.
Que no huya de sus responsabilidades.
Que defienda la dignidad humana.
Y que desee tan sólo andar del lado de la verdad y la honradez.
Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.
Quiero rodearme de gente, que sepa tocar el corazón de las personas…
Gente a quienes los golpes duros de la vida le enseñaron a crecer
con toques suaves en el alma.
Sí…,
tengo prisa…, por vivir con la intensidad que sólo la madurez puede dar.
Pretendo no desperdiciar parte alguna de los dulces que me quedan…
Estoy seguro de que serán más exquisitos que los que hasta ahora he comido.
Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia.
Tenemos dos vidas y, la segunda comienza cuando te das cuenta que sólo tienes una…
Poema Golosinas de Mario de Andrade
miércoles, 23 de septiembre de 2020
SOY ESCRITORA
Elena Larruy
lunes, 21 de septiembre de 2020
A PARTIR DE LOS CINCUENTA
Hay una edad vivida a partir de la cual recomiendo la impertinencia ante el mal trato. No permito que nadie me hable mal o me amargue el día por un mal servicio. No siempre pasa, pero cuando me enfado, protesto y sugiero a la persona cual es la manera correcta en que debo ser tratada. Es una cuestión de respeto.
Recientemente he vuelto con mi pareja de un viaje por Asturias, con los ojos verdes, me gusta decir, de tanto admirar sus paisajes. Decidimos al regreso dar la vuelta por tierras cántabras y darnos una fiesta, comiendo buen marisco, en uno de sus puertos pesqueros donde sabíamos servían excelentes platos. Elegir dónde comer fue tarea fácil, cuando se tiene buena materia, apenas hay elaboración, ese es el secreto y no otro. Dar al cuerpo el placer de una buena mesa, en buena sintonía con el momento y resguardarnos de la copiosa lluvia que estaba cayendo en esos momentos, era el propósito inmediato.
El restaurante cumplió las expectativas que llevábamos; comimos bien, incluidos los postres. No pudiendo decir lo mismo cuando llegó la hora del café y yo quise ver un vídeo sobre el Estoicismo que me había enviado mi amiga Raquel, con sus comentarios. Queríamos relajarnos, hacer tiempo para que bajara la comida, pues nos quedaban muchos kilómetros por recorrer.
No acostumbro a hacerlo cuando voy de restaurantes, pero esta vez sí les pedí el wifi, por lo ya explicado y porque apenas disponía de datos. Llevábamos una semana fuera de casa. Se lo pedí a la camarera que nos servía la mesa. Esta se lo pidió a otra que me lo cantó de corrida y tuve que hacer que me lo repitiera. El código dio error. Esperé a que volviera a pasar y se lo pedí de nuevo. Y de nuevo me lo dio corriendo, esta vez corrigiendo a voz en grito: "en mayúsculas". La respuesta se repetía en letras rojas: "código incorrecto". Como me hacía cargo de donde estaba y cuál era la situación no quería molestar con otra reclamación, así que esperé un tiempo prudente hasta ver que el personal se relajaba y, por tercera vez, lo volví a solicitar -como quien pide disculpas. La camarera subió el tono tras la mascarilla y me contesto de malas maneras que a veces no había cobertura, que era normal: que acostumbraba a pasar. Le dije que no era el caso, que me estaban dando mal el pin o yo no lo entendía bien,. Esta vez les pedí que lo escribieran. La tensión iba en aumento, pues me dejaba siempre con la palabra en la boca. Cuando de nuevo volvió y lo dejó escrito en un papel sobre la mesa -de forma molesta-, por tercera vez me lo volvió a dar mal: ósea incorrecto. A lo que ya no pude reprimirme y decirle que los pin se dan bien y si es por escrito mejor, y no incomodar al cliente haciéndolo sentir exigente y pesado. Al final logré mi propósito: conseguir que me dieran el Pin correcto por cuarta vez.
Por eso digo que puedo llegar a ser muy impertinente, cuando me encuentro con cosas que cuestan muy poco esfuerzo hacerlas de manera correcta, como es el caso de dar el Pin bien y si es posible a la primera.
Elena Larruy
domingo, 6 de septiembre de 2020
UNA HISTORIA DE AMOR CINCO ESTRELLAS
Solo el amor se conserva, nada de lo que tenemos tiene más valor que el amor. Nada de lo material nos llevaremos el día que nos vayamos; Con estas palabras abría la noche del sábado la entrevista que, su compañero de trabajo, Jorge Javier le hacía a la también presentadora y humorista Paz Padilla.
Hace poco más de un mes que falleció el marido de Paz Padilla, Antonio Vidal. Los que me seguís sabréis de la debilidad que tengo por los hombres buenos; Todos los indicios apuntan que este hombre lo era. Se veía en su cara y en su mirada, en su manera de sonreír, se sabía por el constante testimonio que de ello nos hizo la que durante cinco años fuera su esposa.
Paz y Antonio se querían como dos almas gemelas, -que decía ella que eran-, con un amor sin condiciones, a toda prueba, con un deseo continuo de manifestar ese amor el uno al otro.
A la pregunta de Jorge Javier en el programa Sálvame de Lux: ¿qué hacer con ese dolor? la presentadora le corrigió:
No es dolor Jorge, es amor lo que me ha quedado. Es un amor tan grande el que siento que estoy llena. Cuando pienso en él, hay muchos momentos de tristeza, es lógico que así sea, pero lo que siento de verdad es amor, un profundo amor por nuestras vidas compartidas, por todos los momentos de felicidad que viví junto él. Conservo ese amor, todo está en mí y lo estará siempre.
Desde el mismo momento de nacer estamos destinados a morir, pero en occidente nadie nos enseña a llevar ese tránsito, sí nos enseñan a vivir, pero no a morir. La muerte forma parte de la vida. Yo ya no le temo a la muerte, sé que algún día moriré de la misma manera que lo ha hecho Antonio. He vivido esa experiencia primero con mi madre y ahora con él, ahora puedo contar que se lo que es. Antonio se fue en Paz, escuchó, entendió, aceptó con esa paz. Se despidió de todos nosotros, rodeado por el afecto de su familia y amigos. Con mi mano sujetando la suya y diciéndole a todas horas: te quiero, te quiero, vete, vete en paz.
Juan era una persona sumamente buena, nunca se enfadaba, iba con la corriente de la vida, siempre decía a las cosas que sí. Ese es el ejemplo de vida que dejó en todos nosotros: en su hija a la que adoraba, y en la mía que era como la suya; Fue un auténtico padre: protector y amoroso.
Desde el mismo día que nos dieron el diagnóstico -a bocajarro,"sin anestesia"- desde el mismo instante que Antonio supo que tenía un tumor maligno en la cabeza, luchamos juntos hasta el final. Me preocupé en darle lo mejor. Me entregué a sus cuidados en cuerpo y alma. Escuché a todos los expertos, vi, escuché, escuché y vi sin cansancio para facilitar su tránsito. Eliminé de su dieta todos los alimentos nocivos, llené su espacio de aromas de lavanda, de música relajante. Juntos en nuestra casa, junto a mi hija Anna. Le proporcioné un ambiente de cuidados y cariño día y noche. La familia me ayudaba, yo sola no podía, Juan era un hombre muy alto, medía metro noventa, mis brazos no resistían.
Durante todo ese tiempo no paré de decirle lo mucho que lo quería, que era mi alma gemela, le daba las gracias: gracias por los años de felicidad que me había dado, lo mucho que me había querido y lo tremendamente felices que habíamos sido juntos desde que nos habíamos vuelto a encontrar, después de muchos años, y decidimos darnos una segunda oportunidad. Los dos éramos muy jóvenes cuando nos conocimos. Yo tenía solo catorce años y Antonio quince, luego la vida nos separó por caminos diferentes, los dos nos habíamos casado y separado de nuestras parejas, y los dos teníamos una hija. Pero el destino quiso que nos volviéramos a encontrar, y fue en la playa de Zahara de los Atunes que Antonio después de dos décadas me besara y sucedió algo mágico: sentí que había vuelto a casa.
Antonio Juan -así era su nombre completo-, siempre decía sí a todo lo que Paz proponía. Eran felices como nunca antes lo habían sido. Su amor no tenía condiciones, simplemente se querían a todas horas. Así fue como él no pudo resistirse cuando Paz le dijo que se casaban al día siguiente por el rito Balinés. Estaban en la India pasando unas pequeñas vacaciones en Junio de 2016, y Paz lo organizó todo para darle una sorpresa. Ya tendrían tiempo de celebrar con los amigos y familia en España, pero eso sería más adelante, ahora tocaba casarse al más estilo Bollybood porque a Paz le ilusionaba que así fuera; Y como no podía ser de otra manera Antonio se rindió al amor. Cuentan que fue una boda especialmente bonita.
Amor infinito es lo que siento por Antonio, nos cuenta Paz, es lo que he sentido y sentiré siempre, no me cansaré de repetirlo. Sé que nos volveremos a encontrar en otro espacio, en otro momento. Nunca volveré a amar de la misma manera. Esta experiencia es transformadora, no soy la misma o si lo soy estoy mucho más llena de amor.
Nadie sabe lo que yo he llorado en un año -siempre por atrás- procurando que no me viera Antonio, incluso trabajando, en los descansos había veces que me iba a llorar a escondidas, para luego repetirme lo que me decía mi madre "palante hija, siempre palante" ¡vamos!, tú puedes; No podía dejarme vencer y continuaba.
Espérame Antonio, hazme un sitio a tu lado "pero no tengas prisa" apostillaba la humorista; Me dedico al humor siempre seré humorista y haré reír, no concibo la vida sin humor. Así es como quiero vivir la pérdida: feliz, sabiendo que se ha de reír, que se ha de llorar, siempre amando. SIEMPRE AMANDO
Elena Larruy
Marc Chagall |