miércoles, 17 de junio de 2020

EL OLVIDO DISUELVE LA MATERIA PENSATIVA





Poesía seleccionada de ANTONIO GAMONEDA



AMÉ. Es incomprensible como el temblor de los álamos. Estoy extraviado pero yo sé que amé.

Yo vivía en un ser y su sangre se reunía con mi sangre y la música me envolvía y yo mismo era música.

Ahora, ¿quién es ciego en mis ojos?

Unas manos pasaban sobre mi rostro y envejecían lentamente. ¿Qué fue vivir entre heridas y sombras? ¿Quién fui en los brazos de mi madre?, quién fui en mi propio corazón?

Únicamente he aprendido a desconocer y olvidar. Es extraño. 
Todavía el amor
habita en el olvido.
                                                                                

                                                 ***                                        


AMO mi cuerpo; sus vértebras hendidas
por aceros vivientes, sus cartílagos
abrasados, mi corazón ligeramente húmedo
y mis cabellos enloquecidos
en tus manos.
                      Amo también
mi sangre atravesada por gemidos.
Amo la calcificación y la melancolía
arterial y la pasión del hígado
hirviendo en el pasado y las escamas
de mis párpados fríos.

Amo el estambre celular, las heces
blancas al fin, el orificio
de la infelicidad, las médulas
de la tristeza, los anillos
de la vejez y la influencia
de la tiniebla intestinal.
                                      Amo los círculos
grasientos del dolor y las raíces
de los tumores lívidos.

Amo este cuerpo viejo y la sustancia
de su miseria clínica.
                                   El olvido
disuelve la materia pensativa
ante los grandes vidrios
de la mentira. 


***


ALGUIEN desata sus cordajes. Puedo
ser yo mismo, es lo probable, envuelto
en mi sábana negra. Es lo probable. Yo
ya no soy más que mi propio olvido. 

¿Sufro yo de
úlceras en el pensamiento, sufro
de las ocultas, invisibles lágrimas
de mi madre carnal, viuda incesante, Amelia,
bordadora y asmática,
agonizante y
enamorada?

                     Decía que
yo sufro sí, pero, en rigor,
no sé por qué.
                      Yo vivo
-es un decir-, yo vivo
intransitivo, inverso,
como habitando el mercurio arañado de
olvidados 
espejos.

                    No
tiene mucha importancia, ya, pero hay, digo yo, hay
probablemente un
penúltimo exceso:
                              haber
vivido sin
saber para qué y
morir sin
saber para qué.
                         En fin,
lo dicho: sufro
de causas frías. Quizá sufro,
elementalmente sufro
también de indiferencia, envuelto
en mi sábana negra.
                                No sé.
Elementalmente no sé.

                                    Estoy
muy cansado.
   
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