domingo, 6 de marzo de 2022

EL PRODIGIOSO ESPECTÁCULO DE LAS FLORES

 



Las flores del romero
niña Isabel
hoy son flores azules
mañana serán miel.

Luis de Góngora

 

Sería superfluo trazar el cuadro de los grandes sistemas de la fecundación floral: el juego de los estambres y del pistilo, la seducción de los perfumes, la atracción de los colores armoniosos y brillantes, la elaboración del néctar, absolutamente inútil para la flor y que esta no fabrica sino para atraer y retener al libertador extraño, el mensajero de amor, abejorro, abeja, mosca, mariposa o falena que debe traerle el beso del amante lejano, invisible...





Ese mundo vegetal que vemos tan tranquilo, tan resignado, en que todo parece aceptación silencio, obediencia, recogimiento, es por el contrario aquel por el que la rebelión contra el destino es la más vehemente y la más obstinada. El órgano esencial, el órgano nutricio de la planta, su raíz, la sujeta indisolublemente al suelo. Si es difícil descubrir, entre las grandes leyes que nos agobian, la que más pesa sobre nuestros hombros, respecto a la planta no hay duda: es la que la condena a la inmovilidad desde que nace hasta que muere. Así es que sabe mejor que nosotros, que dispersamos nuestros esfuerzos, contra qué rebelarse ante todo. Y la energía de su idea fija, que sube de las tinieblas de sus raíces para organizarse y manifestarse en la luz de su flor, es un espectáculo incomparable. Tiende toda entera a un mismo fin: escapar por arriba a la fatalidad de abajo; eludir, quebrantar la pesada y sombría ley, libertarse, romper la estrecha esfera, inventar o invocar alas, evadirse lo más lejos posible, vencer el espacio en que el destino la encierra, acercarse a otro reino, penetrar en un mundo moviente y animado. ¿No es tan sorprendente que lo consiga, como si nosotros lográsemos vivir fuera del tiempo que otro destino nos señala, o introducirnos en un universo eximido de las leyes más pesadas de la materia? Veremos que la flor da al hombre un prodigioso ejemplo de insumisión, de valor, de perseverancia y de ingeniosidad.





Si hubiésemos desplegado en levantar diversas necesidades que nos abruman, por ejemplo las del dolor, de la vejez y de la muerte, la mitad de la energía que ha desplegado tal o cual pequeña flor de nuestros jardines, es de creer que nuestra suerte sería mu diferente de lo que es.

MAURICE MAESTERLINCH
La inteligencia de las flores

 

                    

Fábula de la rosa y el velocípedo
de Adriano del Valle

–Cuidado, Doña Perfecta,
–(dijo a la rosa el triciclo)
¿Por qué me sales al paso?
Si no te apartas, te piso…
–Pasa ya, tonto de acero;
no tienes miedo al ridículo.
–El jaramago te adora.
–¡Mentiroso!
–Yo lo he visto.
–Yo nací con la manzana;
vi a Eva en el Paraíso
y habrá rosas de mi estirpe
en el Día del Juicio.
–No sigas, rosa perfecta,
de eso a mí me da lo mismo;
tienes una vida efímera.
–Todo en la vida es efímero…
–Metafísica estás…
–¿Qué oigo?
–Que eres medio tonta, digo;
más tonta que un miriñaque.
–Eres idiota, biciclo;
quiero decirte tres cosas:
¡cínico, cínico y cínico!
–Con los madrigales cursis
te embriagas, es tu oficio…
–Y el tuyo llevar al parque
los tontos en equilibrio.
–Tú no sabes geometría.
El relojero es mi amigo;
tienen ruedas sus relojes
que aprenden de mis prodigios.
Euclides hizo posible
que yo esté hablando contigo.
–Déjate de garambainas
y demás textos científicos;
cien poetas me cantaron
antes de nacer Virgilio.
–Vi libros de un ingeniero;
mi esquema viene en sus libros…
–Soy ex libris de las flores.
–Yo el colofón de lo antiguo:
los hombres quieren volar
e inventan el velocípedo.
La perfección de las ruedas
madura en mí su principio.
–¿Las ruedas eran cuadradas?
¿Rodaban a pie cojito?
–Mírame, frágil, aéreo,
tengo radios, no pistilos;
corto rosas de aire al viento,
corro como un cervatillo,
biselado por la brisa,
virtuoso y agilísimo;
tengo esbeltez de jirafa
que aparece en espejismo.
¿Y tú, rosa…?
–Presumido,
como no tengo tu labia,
ni tu jarabe de pico,
verás qué dice un poeta
que me canta en este libro…

Y la rosa reflejaba
en níquel de velocípedo,
perfecta, pura, geométrica,
la Anunciación de un prodigio
que iba a emparentar compases
rosas, lápices y lirios.

Se cuenta que se casaron,
que tuvieron muchos hijos…

Automóviles perfectos,
hidroplanos de aluminio,
son los nietos de una rosa,
los nietos de un velocípedo.

 

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