Cuando miro una pintura que me atrapa, lo primero que hago no es observar el detalle.
. . me dejo seducir pasivamente. Me abandono a su impacto: formas y colores conquistan mi mirada inocente, que no interpreta
nada, solo aletea suavemente. Todo mi cuerpo –a la espera- se complace. Una
parte de mi está ahí, en ese cuadro, todavía no sé qué es, pero no tardaré en
averiguarlo. La cabeza espera que el corazón conquistado le cuente, y a veces ni eso, acostumbrada como está a interpretar
sus códigos. Pero cuando le cuenta, ¡oh!: se produce la sonrisa, el asombro, el
encuentro. . . y le explica algo sobre mí, algo que ya sospechaba en sueños y de repente le
pone significado, orden, conocimiento, aclaración.
¡Total es el gozo!
Me gusta el enamoramiento que se establece
entre mi persona y la obra, es pura seducción.
Así me
cautivó la fecunda y envolvente obra de Marc Chagall, aquí os dejo con lo
segundo que más me interesa del artista, su biografía
y más abajo con lo principal: su poesía, ensoñación y
belleza.
Desde
que lo conocí sigo fielmente enamorada. Elena Larruy
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Sobre la Ciudad -Vitebsk- 1918 |
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Ángel Azul |
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Ramo Sobre Ciudad |
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Los Novios y la Torre Eiffel |
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La ecuestre 1931 |
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El cumpleaños |
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El gallo |
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El violinista Azul |
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