Me gusta ir a la biblioteca y elegir al personaje que va a pasar conmigo los próximos días.
Todos tienen algo interesante que contarme. Esta vez me llevé a casa al
filósofo y profesor, Fernando Savater, y
su Ética de URGENCIA. No era la primera ni la segunda vez que visitaba mi refugio.
Cuando elijo un libro,
que por cierto casi nunca es novela,
tengo fuertes deseos de llegar a casa
y abrirlo. Empiezo recreándome en todos los detalles: diseño de portada,
contraportada, distribución de capítulos, presentaciones, prólogos, número de
edición, tamaño de la letra, y todo lo demás. Lo hago con el mismo detalle y mimo que si estrenara
coche nuevo. Cuando conozco al autor me invaden dos sentimientos: admiración
por el trabajo bien hecho y gratitud por
todo lo que me enseñan sus libros. Siempre hay en ellos un renglón, una frase, una página escrita, o
una sugerencia que no puedo dejar de pensar: “está escrita para mí”.
Me gusta Sabater, su forma
expresiva, directa y locuaz: entendible sobre todo. Sus exposiciones
académicas, sus propuestas: que a veces no
comparto, como es el caso de la fiesta de los toros, y su manera de explicar
cómo determinados sectores sociales sacralizan a ciertos animales. Nunca me sobran sus razonamientos expuestos
con maestría, pero sí echo a faltar en los filósofos en general, -quizás por un
exceso del uso de la razón, montando y desmontando argumentos
para exponer sus teorías- una
falta de visión “vertical” dijéramos más intuitiva. Quiero evitar entrar en
debates para los que no estoy preparada,
pero sí intentaré expresar mi opinión al respecto. Los sentimientos y las
sensaciones, al igual que la razón y la
opinión también evolucionan y se expresan. Y en ese sentido pienso que el
espectáculo taurino en una sociedad como la nuestra debería tender a extinguirse. Los individuos y
las sociedades deben estar continuamente reeducándose, incluso desaprendiendo
cosas, -que es otra manera de educarse- y trasformar la vida siempre para
mejorarla. Por lo tanto cuestionarnos qué cosas
vivimos con normalidad que algún día dejan de serlo, porque experimentamos más despiertos, con otra conciencia, sabiendo que podemos elegir, y no ser elegidos por credos, hábitos y conductas de otras
épocas, que deberían actualizarse, con el propósito y en el deseo de algunos -entre los que me
encuentro- de vivir en una sociedad más preparada: inteligente y armónica. A mi
no me gusta “La fiesta” ni lo que
suscita y tampoco que la llamen arte.
Sí, me gusta y mucho
de Sabater su manera de implicarse en la educación de los más jóvenes, como
instrumento guía para el desarrollo de sus capacidades. Cómo les enseña y nos explica a todos la diferencia entre Ética y Moralidad. Su curiosidad y capacidad para asombrarse,
incluso de sí mismo. Él “piensa la vida”, que proponía Hegel: porque sabe que “si no
corres el peligro de que la vida te piense”
La filosofía no sirve para salir de dudas dices, sino para
entrar en ellas, yo también lo comparto, como si no crecer y salir de la
ignorancia. Pero no debemos olvidar que la razón tiene conocimientos y la intuición sabe – así lo pienso-.
La otra cara de la duda es la certeza. La que yo tengo cuando
busco y encuentro, o me encuentra aquello que sueño o quiero.
Por esa razón mientras escribía este texto me apareció el
poema que os dejo a continuación: CONTRIBUCIÓN A LA ESTADÍSTICA de la
poetisa Polonesa Wislawa Szymborska. En
1996 le fue concedido el premio Novel gracias a su obra poética. He estado
curioseando entre sus poesías y me he quedado prendada de su humanidad
enmascarada de ironía. Y porque creo en
la “causalidad” fue que el poema que se dejó encontrar, llevaba una nota a pie
de página que explicaba como Fernando Sabater en un artículo del País había
elegido este poema para hacer una crítica, por cierto elogiosa de la poesía y
de su autora.
Cuando se sostiene un deseo, siempre se cruza el hallazgo y
se produce el milagro. Como si no iba yo a conocer a Szymborska?
¿Sabéis
verdad…, quien será mi próxima invitada?
Estáis en lo cierto!
Wislawa Szymborska
De cada cien personas,
las que todo lo saben mejor:
cincuenta y dos,
las inseguras de cada paso:
casi todo el resto,
las prontas a ayudar,
siempre que no dure mucho:
hasta cuarenta y nueve,
las buenas siempre,
porque no pueden de otra forma:
cuatro, o quizás cinco,
las dispuestas a admirar sin envidia:
dieciocho,
las que viven continuamente angustiadas
por algo o por alguien:
setenta y siete,
las capaces de ser felices:
como mucho, veintitantas,
las inofensivas de una en una,
pero salvajes en grupo:
más de la mitad seguro,
las crueles
cuando las circunstancias obligan:
eso mejor no saberlo
ni siquiera aproximadamente,
las sabias a posteriori:
no muchas más
que las sabias a priori,
las que de la vida no quieren nada más que cosas:
cuarenta,
aunque quisiera equivocarme,
las encorvadas, doloridas
y sin linterna en lo oscuro:
ochenta y tres,
tarde o temprano,
las dignas de compasión:
noventa y nueve,
las mortales:
cien de cien.
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