Ralp Waldo Emerson
viernes, 28 de mayo de 2021
TENER ÉXITO
Ralp Waldo Emerson
miércoles, 19 de mayo de 2021
COMO ESTAR MUERTO
SIN
ALIENTO EN LAS VENAS
ni música en la sangre
Ser un hombre plano
como una partitura sin notas
como un calendario sin días de fiesta
como un retrato sepia
como una cerilla sin leña
como una mirada de piedra
como una voz sin cuerdas
como una piel de ballena
como un oído planchado
como un corazón con rejas
como un sabor a palo seco
como un desierto de arena
donde nunca ir a por agua
ni de visita
ni a por leña.
Ser un hombre plano
inclinado
en lo recto
significa no tener “bisagras”
ni conjeturas
ni una carcoma de duda,
es dejar que los gusanos
mueran.
Es
yacer
en una caja
de la misma hechura.
miércoles, 5 de mayo de 2021
ESE MOMENTO SALVAJE
ESPERANDO TU ASALTO
Yo sé
que la guerra hoy es probable
que te tiemblan las piernas
que apuntas al cielo con tu arma.
Aguardaré tu cerco
en el lugar donde se inmolan las gatas
con los senos desnudos,
maullaré con fuerza
esperando tu asalto.
No tengo miedo de tus balas
tus batallas no me asustan.
MENÚ FESTIVO
De entre las frutas sabrosas
que a los postres nos esperan
en la mesa del deleite
melocotones
plátanos
fresas
peras.
Descartadas las manzanas,
de entre todas
yo prefiero
ese momento salvaje de
león come a gacela.
miércoles, 28 de abril de 2021
MIRADA INTERIOR CON VISTAS
Como cada primavera cuando regreso a mi pueblo, llegando a La Litera, me reciben las cigüeñas sobrevolando los paisajes verdes y dorados de los trigos y la cebada. Este lienzo, tan natural como hermoso, sin excesos ni sobresaltos, es mío, me pertenece, no así el castillo templario que nunca amé, que se divisa al fondo de la carretera, a un lado, "siempre en el mismo", con la misma insistencia en recordándome lo pequeña que soy, que somos todos; las murallas defensivas inmóviles, sin vida, proyectando sombras de una historia que se reescribe, embellece y reinventa para atraer a visitantes y turistas que en escaso número llegan. Con ese Jesús de brazos abiertos que todos quieren: unos quitarlo, otros dejarlo -donde siempre-, que no se atreve a volar, ¡tan quieto y tan remoto! perpetuando su mudez, sin dar abrigo ni estrechar abrazos, ni dar hospedaje alguno a las cigüeñas. Ellas sin embargo cuando salen a buscarme –así lo siento- no hay cremallera ni botón que se resista, mi corazón atrona y se lanza al tendido como queriendo alcanzar su vuelo. No puedo dejar de mirarlas hasta que se hacen pequeñas y mi vista las pierde en el horizonte. Unas veces van al Cinca otras al Sosa en busca de alimentos y de gusanos para ellas y sus crías, otras al bosque de Los Sotos a por ramas de pinos para hacer sus nidos, en las torres más altas de las iglesias, de los pueblos más cercanos, o en las torretas eléctricas. Acostumbran a estar en pareja. Cuando una vuela, si la otra se queda en el nido es casi seguro que está protegiendo a sus crías. Todas son elegantes y hermosas; las envidian todos los pájaros y el cielo y yo su vuelo. Hace años descubrí que cuando volaban de frente, hacía mí, traían buenos presagios, pronto sucedían acontecimientos buenos en mi vida, sin embargo cuando invertían el vuelo y lo hacían en sentido contrario significaba despedida, pérdida, cierre, final o quizás una muerte. Nunca nada trágico. Ellas simbolizan la vida y sus ciclos, van y vienen de norte a sur, de sur a norte, entre azules y verdes. Recordarlas cada año volando encima de los campos es como mirar cuadros de Renoir con cigüeñas mensajeras. Contemplar enormes extensiones de trigo y de cebada con sus verdes y dorados, salpicados de amapolas y amarillos pistacho de las flores de la colza, me llena de fuerza, me hace sentir a salvo, me regala una alegría intensa que me deja sin palabras; la emoción se encumbra con la música que voy escuchando mientras circulo en la voz de Mark Knopfler, Good On You Son (bien por ti hijo) me hace entender que esa tierra es mi padre y es mi madre y yo soy hija suya.
Siempre dos
sentimientos, no tan enfrentados como paralelos, por un lado el recuerdo de una
vida percibida como un accidente, un descarrilamiento, no mortal, pero si doliente,
de esos que cuando pasan te dices no debió suceder –aunque ahora no lo tengo
tan claro- y por otro el legado de la
tierra donde uno nace y descubre la vida con asombro, entusiasmo y susto por
primera vez, con todo los pequeños detalles enraizando en la piel interna del
corazón.
Con la misma
insistencia que amo, la astenia se instala tenaz y persistente en mí, en esta estación
de cambio. Me baja la energía, la presión, el desánimo se hace presente, me
reduzco muchos días –a ratos- a un pequeño escombro, a una cosa pequeña
asustada que se esconde tras el mueble; no es momento de tomar decisiones, de
escribir, de iniciar planes, de quedar con los amigos, solo tengo ganas de estar
conmigo, en casa. Tampoco doy la barrila a nadie. Ya pasará me digo, pero me
voy reduciendo y ensombrando en grises.
Memorias de dolor me
recorren con sus enseres, atravesando esos parajes de mis horas bajas. Sé que
se irán, como siempre pasa, como las cigüeñas con su vuelo, unas veces de
frente, otras de espalda. No puedo pensar en lo mal que me encuentro porque me
acabo hundiendo más y ya no tengo más suelo. Quiero pensar que estoy gestando letras
que pronto se convertirán en poemas de dudosa belleza que me harán feliz, me
llenaré de vida nueva, reflexionaré, me escucharé por dentro y me contaré
relatos, como ahora estoy haciendo, que me ayudarán a comprender los
biomagnetismos de mis genes heredados latiendo en mi ADN, sin yo saber que puedo influir en su signo, que todo esto es difícil de entender ¿acaso vivir no lo es? crecer
en otra dimensión que no puedo tocar ni ver es posible; practicaré el Ho´oponopono
hasta llegar a la parte más íntima y honesta del perdón. Crecer ¡da risa
escucharlo! a cierta edad, eso de crecer suena raro, pero yo nunca quiero dejar
de hacerlo y volar entre las torres más altas imitando a las cigüeña.
Nací en el Cinca medio, una comarca de
medianías y de aguas del deshielo, así soy yo; también estoy hecha de desvelos y
magias pirenaicas. Cultivo mi cuerpo en
todas sus parcelas, con el mismo mimo que se cultivan las viñas del Somontano. Mi
corazón está hecho de cabernet sauvignon,
merlot y tempranillo: es alegre, bueno y enredado, unas veces, otras triste y
apagado, pétreo, inmóvil, como la muralla del castillo de mi pueblo que nunca
amaré. Ahora que memorias invernales lo atraviesan, dominando su paz, no me
resisto, estoy quieta, me preparo para el baile que está a punto de empezar.
Soy trasportista de vida como las cigüeñas. Cuando mi alma de luz se enhebra
con los verdes y los dorados de los campos de mi tierra, pienso con equívoco
acierto que esos colores y su luz me fueron robados, pero no fue así, en
realidad solo fue un empréstito o un trueque –mejor-, que pronto volverán, que cogieron de manera savia y necesaria las
fuerzas poderosas que administran la vida: sus bienes y sus ciclos.
miércoles, 21 de abril de 2021
MEMORIAS DE DOLOR
Para poder sanar, antes
necesitamos decir nuestra verdad, no sólo nuestro dolor, sino también los daños
producidos y los sentimientos de cólera y venganza experimentados.
Dice
la doctora Clarisa Pinkola en su libro Mujeres que corren con los lobos, que las mujeres
que han pasado mucho tiempo superando un trauma, por crueldad, olvido,
ignorancia, falta de respeto o por causas del destino, llega un momento que han de perdonar para que la
psique recupere el estado normal de paz y serenidad.
Cuando
esa rabia no se libera suele deberse a que utiliza esa cólera para fortalecerse,
y esa fortaleza que en un principio puede parecer útil y en cierta manera lo
es, más tarde puede convertirse en fuego que quema su energía primaria. Es como
pretender vivir una existencia equilibrada pisando a fondo el acelerador. Es
vivir en una actitud defensiva permanente que cuando ya no es necesaria para
protegerse, cuesta mucho mantener. Cuando esa rabia no es liberada al cabo del
tiempo quema, intoxica y contamina, no dejando ver otras maneras de percibir y
comprender. Nos resta libertad.
De
manera cíclica esas vivencias afloran a
la psique en forma de ansiedad y tormento y aun cuando intentemos purificarlas,
de ese dolor siempre quedan residuos a modo de cenizas que no pueden borrarse por completo. Por consiguiente
la limpieza de esa cólera debe llevarse a cabo de manera higiénica y periódica
de modo que nos libere. Llevar permanentemente esa pesada carga produce
cansancio, agotamiento, ansiedad, porque no podemos vivir siempre con esa máscara
de arrogancia, cinismo y victimismo, destrozando todo aquello que es tierno,
esperanzador y prometedor.
Cuando
sentimos miedo de perder antes de abrir la boca, cuando nos sentimos desvalidos,
víctimas, cuando callamos irritadamente, y ese silencio es de carácter
defensivo, cuando por dentro alcanzamos ese punto de explosión, necesitamos
perdonar.
El
perdón es un acto singular, que no se completa en una sesión como nos han
enseñado que es. El perdón tiene muchas estaciones. Perdonar no significa
olvidar, pasar por alto, disimular.
«No
sé si alguna vez podré perdonarte»
«O
si lo haré del todo o si lo deseo»
«No
estoy segura de querer perdonarte y todavía lo estoy pensando»
«O
si me arrepentiré»
«Te
perdono de momento…»
«O
hasta entonces…»
Hay
muchos niveles para el perdón, lo más importante es empezar y continuar, es ir enfriando ese porcentaje
de enfado de más a menos. Esa tarea nos puede llevar toda una vida, contra más
comprendamos más fácil nos será perdonar. Desgraciadamente la mayoría de
personas necesitan mantenerse en ese estado de resentimiento hasta llegar al
perdón. Hay personas que por carácter tienen más facilidad de perdonar, pero en
otras se requiere un esfuerzo mayor, y controlado por medio de métodos y técnicas.
No eres mala si te cuesta perdonar, como tampoco eres una santa si lo haces.
Para
poder sanar, antes necesitamos decir nuestra verdad, no sólo nuestro dolor,
sino también los daños producidos y los sentimientos de rabia y venganza
experimentados.
Para
ello la doctora Clarisa Pinkola propone cuatro fases:
APARTARSE,
durante algún tiempo de aquella persona o acontecimiento.
TOLERAR,
abstenerse de castigar, tener paciencia, saber canalizar la emoción.
OLVIDAR,
soltar la memoria, negarse a pensar, aflojar la presa.
PERDONAR,
el perdón definitivo no es una
rendición, es una decisión consciente de dejar de guardar rencor, y se llega
recorriendo un camino de comprensión y entendimiento durante el tiempo necesario
para evitar actitudes falsas o condescendientes. El perdón es un acto de
creación. Se sabe que se ha perdonado cuando se compadece de la circunstancia
en lugar de sentir cólera, cuando se compadece de la persona o situación que la provocó, cuando
al respecto de esa causa se tiende a no querer decir nada, a olvidar, cuando se
comprende el sufrimiento que dio lugar a la ofensa, cuando se prefiere
permanecer al margen y ya no se quiere ni espera nada. Y aunque ese perdón no
acabe como el cuento «vivieron felices y comieron perdices», en
ese momento con toda certeza se abrirán nuevos capítulos que enriquecerán las
vidas y que empezarán por esa frase que todos conocemos «Había una vez…»
sábado, 17 de abril de 2021
OLVÍDATE DE SER ALGUIEN
NOMBRES BORRADOS
La mente no es un lápiz para tomar apuntes,
es una goma de borrar.
(Marko Vesovič)
Mi padre fue perdiendo poco a poco el lenguaje.
Y empezó por los nombres. Lo primero
que olvidó su cerebro no fueron los adverbios
ni los pronombres ni los adjetivos,
como uno estaría tentado de creer,
ni las motas de polvo de las preposiciones,
sino los sustantivos.
La manzana dejó de ser manzana,
el vaso pasó a ser eso,
y quienes se acercaban dejaban de llamarse.
La muerte comenzó su labor minuciosa
robándole los nombres,
borrándolos, poniendo
en su lugar un esto o un aquello,
un dame, un balbuceo, un gesto de la mano.
Lo último que se pierde son los verbos,
los verbos que se mueven en la sangre
como si fuesen peces
hasta que acaba el mundo,
hasta que ya no puede el cuerpo con su alma.
Los adjetivos son afectuosos,
visten de amor lo que miran
y por eso perviven.
Pero los nombres se esfuman.
Y la sustancia de los sustantivos
es agua de borrajas, niebla, torres de humo.
La manzana deja de ser manzana.
Yo dejo de llamarme
La palabra dolor no significa nada.
YO QUE TÚ
Yo que tú me amaría, llamaría,
no perdería tiempo, me diría que sí.
No dudaría más, escaparía.
Daría lo que tienes, lo que tengo,
por tener lo que das, lo que me dieras.
Me soltaría el pelo, lloraría
de gozo, cantaría descalza, bailaría,
le pondría a febrero un sol de agosto,
moriría de gusto, no pondría
ningún pero a este amor, inventaría
nombres y verbos nuevos, temblaría
de miedo ante la duda de que fuese
sólo un sueño, me iría
para siempre de ti, de allí, conmigo.
Yo que tú me amaría.
Me diría que sí, me faltaría
tiempo para correr hasta mis brazos,
o al menos, qué sé yo, respondería
a mis mensajes, a mis tentativas
de saber qué es de ti, me llamaría,
qué va a ser de nosotros, me daría
una señal de vida, yo que tú.
PALMERAS
Nacemos de la sed. Somos palmeras
que van creciendo a fuerza de perder
sus ramas. Nuestros troncos son heridas,
cicatrices que el viento y la luz cierran,
cuando el tiempo, el que hace y el que pasa,
ocupa el corazón y lo hace nido
de pérdidas, erige
en él su templo, su áspera columna.
Por eso las palmeras son alegres
como los que han sabido sufrir en soledad
y se mecen al aire, barren nubes
y entregan en sus copas
salomas a la luz, fuentes de fuego,
abanicos a dios, adiós a todo.
Tiemblan como testigos de un milagro
que sólo ellas conocen.
Somos como la sed de las palmeras,
y cada herida abierta hacia la luz
nos va haciendo más altos, más alegres.
Nuestros troncos son pérdidas. Es trono
nuestro dolor. Es malo
sufrir pero es preciso haber sufrido
para sentir, como un nido en la sangre,
el asombro de los supervivientes
al aire agradecidos y estallar
de alta alegría en medio del desierto.
martes, 13 de abril de 2021
DICHOS DE RAFAEL CADENAS
D
I C H O S de RAFAEL CADENAS
Cree
que escribe pero solo hace huecos en las paredes de su celda.
Hablo
desde la cárcel que tú también conoces. Pero, qué pasa si la aceptamos? No se
vuelve albergue? ¿No se une a nosotros para formar un ser real?
Sin
esperanza, y por eso, sin desesperanza.
Abandonado
te quiere lo inmenso.
Nos
reunimos para hablar de lo que no es esencial.
Ponerse
a compás de la época significa hoy no ser de ninguna época.
Aceptar
la idea de nación es aceptar la idea de guerra.
El
reino: lo más presente, lo más oculto.
Vivir
ya supone una opción a la que casi nunca guardamos fidelidad.
Digámoslo en voz baja para que la vida no lo oiga: somos personajes.
El hombre ha perdido la poética del vivir.
Lo
inmediato, esa cima.
En
lo más silencioso subyacemos.
Si
bien se mira la alegría es más profunda que la tristeza.
Haber
herido a personas queridas le ha dejado cicatrices sobre las que ha tratado de
formarse.
Culparte
es derramar tu vino.
Salgo en mi busca y solo encuentro huellas.
Nuestra
morada es impenetrable y la habitamos.
Los
ojos reciben innombradas las cosas.
Poetas, girasoles del ser, confíenme sus secretos.
Lo
único que no termina nunca es el presente.
Días en los que está el corazón como el sol en el pan.
Se sirve de la ausencia para estar presente.
La
exactitud protege de la ilusión.
La
poesía no tiene residencia fija, por eso es tan difícil dar con ella.
Haces
el poema y el también te hace.
Un
poco de pensamiento nada más para que no enferme el poema.
Cuando
recobramos nuestro no saber las cosas refulgen.
Te
instalas en el momento fugitivo.
Solo
si no te juzgas puedes hacer transacciones con tu sombra.
Hay
quienes no se permiten ser suaves por temor a disolverse.
sábado, 10 de abril de 2021
LO QUE DICES DE MÍ ME DEJA SOLO
Para el Poeta madrileño Jesús Aguado un libro de poemas es un plan de fuga puesto en práctica para escapar de una cárcel diferente, porque la poesía es sobre todo: liberación. También sostiene que para ser un buen poeta antes hay que haber aprendido a fugarse de muchas prisiones: la del Sentido, la de la Historia, la del Cuerpo, la de la Sociedad, la del Yo, la de la Ideología. Ese carácter de búsqueda de identidad y aceptación de la poesía la convierte en primordial. ¿No te has preguntado en que cárcel andas metido tú ahora?. En todos nosotros hay un poeta con la voz dormida. La poesía puede ayudarnos a despertarla. Con la palabra podemos inventarnos, construir nuevas estructuras, modelar lo que queremos ser, hacer del espacio y el entorno donde vivimos un lugar más habitable y hospitalario. La poesía y el amor nos liberan. Adelante ¿A qué esperamos?.
Lo que dices de mí:
un extraño camino que nunca he recorrido,
un camino que enlosan tus palabras
y que si miras bien se corresponde
con una de las líneas de tu mano.
Lo que dices de mí
eres tú misma,
eres tú de repente bifurcada,
una parte de ti que se queda a tu lado,
otra parte de ti que se viene conmigo.
Lo que dices de mí va borrando mis huellas
Lo que dices de mí me prepara emboscadas.
Lo que dices de mí
es saliva y es tierra que amasas para darme
figura de caballo, figura de montículo,
figura de lunar, figura de tu espalda,
figura de cualquiera de mis dedos
cerrando uno por uno todos tus orificios
(más saliva y más tierra que coges para darme
figura de cabaña, figura de murciélago.
Lo que dices de mí
es mentira que acierta a decir la verdad.
Lo que dices de mí
se acuesta junto a mí donde estaré,
se acuesta junto a un hueco que llama por mi nombre
y al que besa y aplasta hasta que nazco.
Lo que dices de mí
es telaraña, es red, pero tú no las tensas,
pero nadie las tensa pues nadie está al acecho,
es red, es telaraña frenando una caída
que no se ha producido.
Lo que dices de mí me desconoce
del modo más perfecto imaginable,
me desconoce más que el desconocimiento
que me tienen las vetas de una mina,
que me tienen los kraken,
que me tienen las aguas cenagosas,
que me tienen los cientos de tejados
que guarda el huracán en su gruta secreta.
Lo que dices de mí se va probando mundos.
Lo que dices de mí me multiplica.
Lo que dices de mí estira mis pulmones,
catapulta mis ojos,
despierta a los caimanes de mi sangre.
Lo que dices de mí me acelera y me vuelve
más lento.
Lo que dices de mí no lo dices de mí,
no lo dices siquiera, no soy yo,
es raíces de un árbol cuya fruta
se deshace en tu boca y la refresca,
es un malentendido que tu voz
provoca en nuestro sexo
(el fosfeno y la noche es lo que dices
cuando dices de mí no importa lo que digas.)
Lo que dices de mí no son tus opiniones,
es el dulce apagón de la conciencia,
es la locuacidad de lo que existe,
es un puente colgante entre nosotros,
son ardillas que roen las cuerdas de ese puente,
son cáscaras de nueces, un arca abandonada,
maderos embreados que alimentan el fuego
de un náufrago asustado.
Lo que dices de mí
es estaca que busca
con avidez al ávido corazón de ese muerto
que ronda mis castillos y se duerme en sus sótanos,
ese muerto no muerto que llamamos amor.
Lo que dices de mí no necesita
de mí para encontrarme.
Lo que dices de mí no se viene conmigo
a menos que yo firme una página en blanco.
Lo que dices de mí lo dices simplemente
con estar en el mundo, lo dice tu deseo,
esa energía pura que hace pasar las nubes.
Lo que dices de mí
obliga al horizonte
a tenderse a tus pies y lamerte sumiso.
Lo que dices de mí se escribe en las paredes
con tizones calientes de tus muslos.
Lo que dices de mí
es la jaula y el mapa
en el acto preciso de aprender
a vendarse los ojos y saltar al vacío.
Lo que dices de mí me pone en marcha,
un loco mecanismo
de huesos astillados como sables
que va retando a duelo a todos los que dicen
que nunca has dicho nada de mí, que estás callada,
que un mutismo feroz te ha comido la lengua.
Lo que dices de mí
es manada de lobos
hambrientos y atrapados en páramos nevados,
lobos que se devoran entre aullidos
mientras hila la luna bufandas para el No.
Lo que dices de mí me traduce a un idioma
que aún no conocemos.
Lo que dices de mí me resucita.
Lo que dices de mí:
una orquesta sonámbula
de músicos que tocan concentrados
y miran sin rencor sus partituras
mientras todo el pasaje
ya abarrota los botes salvavidas.
Lo que dices de mí me deja solo.
miércoles, 7 de abril de 2021
ADIÓS A LA TRISTEZA
CON LUZ DE PRIMAVERA
En los caminos sin luz
donde perdemos la alegría
y la estrella que nos guía,
creemos morir de repente.
Un cuerpo helado
busca el abrigo
en el calor amigo
de un abrazo
confinado.
Mas al otro lado del hilo
otros cuerpos tiritan
rastreando la lumbre
que los desvista
del frío.
Perezosos los ojos
buscan
en un desierto sin vistas
parques amarillos
vuelos de gaviotas
fuentes cantarinas.
Huellas de vacíos
se adivinan
en todas las pisadas:
corazones sin pulso,
esperanzas bajo tierra,
alegrías prohibidas.
Mas la tristeza
es natural y pasajera,
no es de dolor que está hecha
ni tan siquiera de materia,
es solo un estado inerte
temporal
que se asienta
tras la hoguera.
Nacerá de sus cenizas
la alegría en primavera
como el ave destruida
que se renuevo
como a la rama del árbol
cuando le asoman los frutos,
la alas, los cantos, las risas
La primavera y las cigüeñas
siempre vuelven
con flores y con vida.
Elena Larruy
lunes, 5 de abril de 2021
COMPOSICIONES LITERARIAS A PARTIR DE UN TÍTULO
Los hay que se ahogan
en un chupito
en un tubo de ensayo
en un colirio
y hasta en la gota derramada
de un vaso de agua.
HE VUELTO NO MATES A SPIDERMAN
Razones traigo
con sarmientos de mentiras
para quemar en la hoguera
ídolos falsos
dioses veganos vengativos
héroes y adalides de tres cuartos.
HOY NO HARÉ NADA
( ).
UN BOSQUE A MEDIDA
LAS COSAS QUE NADIE ROMPE, PERO SE QUEBRARON
Y aquí estoy ahora
esperando un mensaje de Teresa
una visita (que no se dará)
una llamada para dar (o escuchar)
con su voz resucitada diciendo:
no te puedo borrar de mi cabeza
siempre te sentí hermana.
Yo también te quiero.
LOS ESPEJISMOS NO TIENEN PÁJAROS, OÍ DECIR
Tiempo y espacio
en la visión del alma
espejo falso.
ME DEJO VIOLAR POR EL DOLOR DE UN VAGÓN VACÍO
No estar en ti
ni en mi
ni en nadie.
Extraviar todas
las llaves.
NADA ES MIO, TODO ME PERTENECE
Todo cuanto observo me pertenece.
Nada es de la memoria
tan solo el usufructo.
NO HEMOS APRENDIDO NADA DEL BARRO
Es de la bandera
la voz de su estaca
clavada en la tierra
la que más me interesa.
PEOR ES PERDERSE EN UN HUERTO DE ALCACHOFAS
Cuando no vayas a ninguna parte
yo también querré ir.
¿QUÉ FUE DE LAS ARENAS MOVEDIZAS?
Cuando no hay abrazo alguno
donde pararse a llorar.
Elena Larruy