Para poder sanar, antes
necesitamos decir nuestra verdad, no sólo nuestro dolor, sino también los daños
producidos y los sentimientos de cólera y venganza experimentados.
Dice
la doctora Clarisa Pinkola en su libro Mujeres que corren con los lobos, que las mujeres
que han pasado mucho tiempo superando un trauma, por crueldad, olvido,
ignorancia, falta de respeto o por causas del destino, llega un momento que han de perdonar para que la
psique recupere el estado normal de paz y serenidad.
Cuando
esa rabia no se libera suele deberse a que utiliza esa cólera para fortalecerse,
y esa fortaleza que en un principio puede parecer útil y en cierta manera lo
es, más tarde puede convertirse en fuego que quema su energía primaria. Es como
pretender vivir una existencia equilibrada pisando a fondo el acelerador. Es
vivir en una actitud defensiva permanente que cuando ya no es necesaria para
protegerse, cuesta mucho mantener. Cuando esa rabia no es liberada al cabo del
tiempo quema, intoxica y contamina, no dejando ver otras maneras de percibir y
comprender. Nos resta libertad.
De
manera cíclica esas vivencias afloran a
la psique en forma de ansiedad y tormento y aun cuando intentemos purificarlas,
de ese dolor siempre quedan residuos a modo de cenizas que no pueden borrarse por completo. Por consiguiente
la limpieza de esa cólera debe llevarse a cabo de manera higiénica y periódica
de modo que nos libere. Llevar permanentemente esa pesada carga produce
cansancio, agotamiento, ansiedad, porque no podemos vivir siempre con esa máscara
de arrogancia, cinismo y victimismo, destrozando todo aquello que es tierno,
esperanzador y prometedor.
Cuando
sentimos miedo de perder antes de abrir la boca, cuando nos sentimos desvalidos,
víctimas, cuando callamos irritadamente, y ese silencio es de carácter
defensivo, cuando por dentro alcanzamos ese punto de explosión, necesitamos
perdonar.
El
perdón es un acto singular, que no se completa en una sesión como nos han
enseñado que es. El perdón tiene muchas estaciones. Perdonar no significa
olvidar, pasar por alto, disimular.
«No
sé si alguna vez podré perdonarte»
«O
si lo haré del todo o si lo deseo»
«No
estoy segura de querer perdonarte y todavía lo estoy pensando»
«O
si me arrepentiré»
«Te
perdono de momento…»
«O
hasta entonces…»
Hay
muchos niveles para el perdón, lo más importante es empezar y continuar, es ir enfriando ese porcentaje
de enfado de más a menos. Esa tarea nos puede llevar toda una vida, contra más
comprendamos más fácil nos será perdonar. Desgraciadamente la mayoría de
personas necesitan mantenerse en ese estado de resentimiento hasta llegar al
perdón. Hay personas que por carácter tienen más facilidad de perdonar, pero en
otras se requiere un esfuerzo mayor, y controlado por medio de métodos y técnicas.
No eres mala si te cuesta perdonar, como tampoco eres una santa si lo haces.
Para
poder sanar, antes necesitamos decir nuestra verdad, no sólo nuestro dolor,
sino también los daños producidos y los sentimientos de rabia y venganza
experimentados.
Para
ello la doctora Clarisa Pinkola propone cuatro fases:
APARTARSE,
durante algún tiempo de aquella persona o acontecimiento.
TOLERAR,
abstenerse de castigar, tener paciencia, saber canalizar la emoción.
OLVIDAR,
soltar la memoria, negarse a pensar, aflojar la presa.
PERDONAR,
el perdón definitivo no es una
rendición, es una decisión consciente de dejar de guardar rencor, y se llega
recorriendo un camino de comprensión y entendimiento durante el tiempo necesario
para evitar actitudes falsas o condescendientes. El perdón es un acto de
creación. Se sabe que se ha perdonado cuando se compadece de la circunstancia
en lugar de sentir cólera, cuando se compadece de la persona o situación que la provocó, cuando
al respecto de esa causa se tiende a no querer decir nada, a olvidar, cuando se
comprende el sufrimiento que dio lugar a la ofensa, cuando se prefiere
permanecer al margen y ya no se quiere ni espera nada. Y aunque ese perdón no
acabe como el cuento «vivieron felices y comieron perdices», en
ese momento con toda certeza se abrirán nuevos capítulos que enriquecerán las
vidas y que empezarán por esa frase que todos conocemos «Había una vez…»
Me ha ayudado mucho a entender cosas muy recientes que me están pasando. Gracias Elena
ResponderEliminarMe alegra saberlo. Te recuerdo Rosa que nuestro subconsciente maneja también sabias memorias de fortaleza, debemos confiar que siempre están para ayudarnos. Gracias
ResponderEliminar¡ Por fin puedo comentar!
ResponderEliminarMe ha encantado leer esta entrada en tu blog, interesante y necesaria a la vez. La sociedad en general damos más importancia a la salud física que a la mental y ¡ qué equivocados estamos! Conocernos a nosotros mismos, querernos, valorarnos es fundamental para poder afrontar las distintas circunstancias que puedan ir sucediéndonos a lo largo de la vida. Como docente he pensado muchas veces en la importancia que se le dan a muchas materias y en la poca que se le da a la inteligencia emocional. Se debería trabajar mucho más a fondo. Por desgracia hay personas que lo pasan muy mal porque nunca llegan a ese conocimientos del ser humano ni llegan a quererse y a valorarse. Todo empieza por quererse uno mismo y por aprender a rodearse de lo que realmente enriquece a cada uno, es un aprendizaje contínuo y nunca llegamos a tener la verdad absoluta por muchos años que vivamos. Me ha gustado especialmente la última reflexión sobre qué hay que hacer para sanar. Expresar, sacar hacia fuera lo que uno lleva dentro es básico y perdonar fundamental.
¡ Gracias por transmitir tanto!
Eli
Me llena de alegría y motivación cartas como la tuya Eli. Agradezco tu reflexión, no es fácil por estos lares. Y sí hemos de perdonar siempre, a mi esto me costó entenderlo. No por no tener esa capacidad si no porque acostumbrarnos a sentirnos más víctimas que verdugos, y desde ese pensamiento no se puede entender nada. Hay que entrar más adentro sí. Gracias también por tu generosidad Eli. Te mando un abrazo muy fuerte
EliminarEstoy cen pleno proceso de perdonar, realmente cuesta, ya que surgen nuevas situaciones que hay que reforzar. Gracias por hacerme reflexionar. Un abrazo.
ResponderEliminarA menudo decimos perdonar pero realmente ¿perdonamos? Somos responsables de todo lo que nos pasa. Es a nosotros mismos a quien debemos perdonar la mayor parte de las veces. Eso cuesta entender. Un abrazo Carmen
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