D
I C H O S de RAFAEL CADENAS
Cree
que escribe pero solo hace huecos en las paredes de su celda.
Hablo
desde la cárcel que tú también conoces. Pero, qué pasa si la aceptamos? No se
vuelve albergue? ¿No se une a nosotros para formar un ser real?
Sin
esperanza, y por eso, sin desesperanza.
Abandonado
te quiere lo inmenso.
Nos
reunimos para hablar de lo que no es esencial.
Ponerse
a compás de la época significa hoy no ser de ninguna época.
Aceptar
la idea de nación es aceptar la idea de guerra.
El
reino: lo más presente, lo más oculto.
Vivir
ya supone una opción a la que casi nunca guardamos fidelidad.
Digámoslo en voz baja para que la vida no lo oiga: somos personajes.
El hombre ha perdido la poética del vivir.
Lo
inmediato, esa cima.
En
lo más silencioso subyacemos.
Si
bien se mira la alegría es más profunda que la tristeza.
Haber
herido a personas queridas le ha dejado cicatrices sobre las que ha tratado de
formarse.
Culparte
es derramar tu vino.
Salgo en mi busca y solo encuentro huellas.
Nuestra
morada es impenetrable y la habitamos.
Los
ojos reciben innombradas las cosas.
Poetas, girasoles del ser, confíenme sus secretos.
Lo
único que no termina nunca es el presente.
Días en los que está el corazón como el sol en el pan.
Se sirve de la ausencia para estar presente.
La
exactitud protege de la ilusión.
La
poesía no tiene residencia fija, por eso es tan difícil dar con ella.
Haces
el poema y el también te hace.
Un
poco de pensamiento nada más para que no enferme el poema.
Cuando
recobramos nuestro no saber las cosas refulgen.
Te
instalas en el momento fugitivo.
Solo
si no te juzgas puedes hacer transacciones con tu sombra.
Hay
quienes no se permiten ser suaves por temor a disolverse.