Yo
casi siempre estoy afuera,
como
fuera de mí.
Vivo
entre nubes blancas viajeras, -a veces-
y
otras, acomodada bajo el ala de una
cigüeña:
¡me
gusta su olor a vida recién estrenada!
Una
vez tuve un padre,
ahora
soy huérfana.
Nací
de sus sueños,
de
su magia,
de
entre sus manos
¡me
echó a volar!: con sus pinceles,
como
ángel salido de un océano.
No
conozco mi nombre,
no
tengo alas,
ni
piernas,
ni
casa que habitar,
pero
sí una gran cola de plumas y escamas
que
en las noches vuela sobre la bahía,
¡por
eso siempre estoy afuera!
¡tan
afuera!
No
esperes encontrar más techo protector que el ala de tu cigüeña: me dijo la luna.
Yo
soy tu madre: la redonda, la llena
la
que custodia tu sonrisa
la
que te alumbra en la noche para que no te pierdas.
Cuando
yo no estoy, te dejo a cargo de las estrellas.
¡en
ningún otro hogar se te espera!
Oye
luna fecunda… antes de irte,
¿sabes
por qué mi padre me pintó sirena y no colibrí?
¿por
ser hija de un sueño quizás?...
¿sabes
cómo me llamo?
Y
ese ramo de rosas y azucenas que puso en mis manos…
¿era
para ti? ¿o para el colibrí que no fui?
El
rojo volcán de tu pelo,
lo
pinto de tierra y fuego,
de
aire cubrió tu vuelo desnudo,
de
plata océano, y olas de espuma te dibujó sirena.
Te
concibió para habitar en mil universos
por
eso no te hizo estatua,
por
eso no tienes piernas, ni casa, ni dueño.
¡Por
eso vives afuera!
Porqué
una eternidad antes ya viviste adentro.
Por
siempre serás su amada sirena: la nuestra
Ah!
Y
tú nombre… como el mío: es Bella.
Elena
Larruy