La nostalgia, como el tango, no va conmigo. No echo la mirada atrás, los pasados me duelen. Lo que no rechazo es el sentimiento del cariño recibido de mis padres. Ahora que ya no están y que me hago mayor, estoy aprendiendo a quererlos más y mejor. Vengo de una generación que no manifestaba mucho los afectos, que se abrazaba poco, y menos se decía "te quiero". Yo sí quise a mis padres, a la manera que quieren muchos hijos, despreocupadamente y a medias. Completo ese cariño a medida que vivo y tengo otra medida más completa de lo que fue el amor y la atención recibida de ellos. A menudo escucho el sentimiento de arrepentimiento en hijos que se lamentan de no haber querido a sus padres mejor. Yo digo que nunca es tarde, también manifiesto que no somos culpables por no haber sabido querer como merecen ser queridos los buenos padres y seguramente como esperaban. Esto no deja de ser una escuela, siempre estamos aprendiendo y siempre a tiempo de quererlos, de manifestarles nuestro amor; de alguna manera están, yo así lo siento. Se ha de rebajar el ruido y conectar con la sintonía del corazón para escucharlos y poder hablar con ellos, y decirles lo que no nunca les dijimos. Yo les digo que los quiero mucho y que los siento muy cerca del corazón, y ellos me responden lo mismo. Mis padres me dieron todo lo que tenían, de la mejor manera que supieron hacerlo. Me siento profundamente agradecida.
A mis padres
CUENTAS PENDIENTES
Con mis padres tengo
una deuda de cariño
que pago
a plazos vencidos;
ellos ya no están
aquí conmigo.
A menudo
y también cuando los llamo
siento su abrazo protector
con una voz pegada a mi oído
que me dice
te quisimos mucho
siempre estamos contigo:
deuda satisfecha
querida hija
te recibimos:
cambio.
Elena
