Un excelente por el reconocimiento al poeta, novelista y ensayista polaco Adam Zagajewski, al que se le acaba de conceder el premio Princesa de Asturias 2017. Otro excelente a la buena poesía, con la que siempre estamos en deuda.
Adam Zagajewski
La poesía invoca una vida sublime,
pero lo que es bajo también es elocuente,
más audible que la lengua indoeuropea,
más fuerte que mis libros y que mis discos.
(…)
La poesía invoca la vida, el valor
frente a la sombra que se agranda.
¿Sabrías mirar tranquilamente a la Tierra,
como un astronauta perfecto?
Poemas de Adam Zagajewski
en versión de Elzbieta Bortkiewicz
Autorretrato
Entre ordenador, lápiz y máquina de escribir se me pasa la mitad del día. Algún día se convertirá en medio siglo. Vivo en ciudades ajenas y a veces converso con gente ajena sobre cosas que me son ajenas. Escucho mucha música: Bach, Mahler, Chopin, Shostakovich. En la música encuentro la fuerza, la debilidad y el dolor, los tres elementos. El cuarto no tiene nombre. Leo a poetas vivos y muertos, aprendo de ellos tenacidad, fe y orgullo. Intento comprender a los grandes filósofos -la mayoría de las veces consigo captar tan sólo jirones de sus valiosos pensamientos. Me gusta dar largos paseos por las calles de París y mirar a mis prójimos, animados por la envidia, la ira o el deseo; observar la moneda de plata que pasa de mano en mano y lentamente pierde su forma redonda (se borra el perfil del emperador). A mi lado crecen árboles que no expresan nada, salvo su verde perfección indiferente. Aves negras caminan por los campos siempre esperando algo, pacientes como viudas españolas. Ya no soy joven, mas sigue habiendo gente mayor que yo. Me gusta el sueño profundo, cuando no estoy, y correr en bici por caminos rurales, cuando álamos y casas se difuminan como nubes con el buen tiempo. A veces me dicen algo los cuadros en los museos y la ironía se esfuma de repente. Me encanta contemplar el rostro de mi mujer. Cada semana, el domingo, llamo a mi padre. Cada dos semanas me reúno con mis amigos, de esta forma seguimos siendo fieles. Mi país se liberó de un mal. Quisiera que le siguiera aún otra liberación. ¿Puedo aportar algo para ello? No lo sé. No soy hijo de la mar, como escribió sobre sí mismo Antonio Machado, sino del aire, la menta y el violonchelo, y no todos los caminos del alto mundo se cruzan con los senderos de la vida que, de momento, a mí me pertenece.
Intenta alabar al mundo herido
Intenta alabar al mundo herido. Recuerda los largos días de junio, fresas silvestres, gotas rosadas de vino. Los hierbajos que metódicamente invadían las casas abandonadas de los desterrados. Debes alabar al mundo herido. Mirabas yates y barcos, uno de ellos tenía que emprender un largo viaje, al otro le aguardaba sólo la salobre nada. Veías refugiados caminar hacia ninguna parte, oías a los verdugos cantar alegremente. Deberías alabar al mundo herido. Recuerda aquellos momentos, en la habitación blanca, cuando estabais juntos y el visillo se movía. Vuelve con la mente al concierto, cuando estalló la música, Recogías bellotas en el parque en otoño y las hojas sobrevolaban girando las cicatrices de la tierra. Alaba al mundo herido y la pluma gris perdida por un mirlo, y la luz delicada que vaga y desaparece y regresa.
A mí mismo en mis memorias
Fluye, fluye, nube gris, se abre la flor de la peonía, nada te une ya a esta tierra, nada te une ya a este cielo.
Delira en la canícula el jardín, un gato da bostezos en el porche. Caminas por la calle de los tilos en flor, de qué ciudad, lo ignoras,
en qué país, no lo recuerdas. Brillan livianos los estorninos, la noche se aproxima suavemente, juegan al escondite los capullos de las rosas.
Eres tan sólo un sueño, una imagen, sólo un anhelo eres. Cuando te vayas, como las nubes, se teñirá de bronce tu recuerdo.
Y rondarás los ríos y las sombras de los árboles, pero naufragarás en la tierra, en la tierra, en la tierra.
Habla más suave
Habla más suave: eres mayor que aquel que fuiste tanto tiempo; eres mayor que tú mismo y sigues sin saber qué es la ausencia, el oro, la poesía.
El agua sucia anegó la calle; una tormenta breve sacudió esta ciudad plana, adormecida. Cada tormenta es un adiós, cientos de fotógrafos parecen sobrevolarnos, inmortalizar con flash segundos de miedo y pánico.
Sabes qué es el duelo, la desesperación violenta que ahoga el ritmo cardiaco y el futuro. Entre extraños llorabas, en un moderno almacén donde el dinero, ágil, sin cesar, circulaba.
Has visto Venecia, y Siena, y en los lienzos, en la calle, jovencísimas, tristes Madonnas que ansiaban ser muchachas normales y bailar en carnaval.
Has visto incluso pequeñas urbes, nada bonitas, gente vieja extenuada por el sufrimiento y el tiempo. Ojos de santos morenos brillando en iconos medievales, ojos ardientes de bestias salvajes.
Entre los dedos cogías guijarros de la playa La Galere, y de pronto sentías por ellos una inmensa ternura, por ellos y por el pino frágil, por todos los que allí estuvieron contigo y por el mar, que aunque potente, es tan solitario.
Una ternura inmensa, como si fuésemos huérfanos de la misma casa, para siempre apartados los unos de los otros, condenados a breves momentos de visitas en las frías cárceles de la actualidad.
Habla más suave: ya no eres joven, el éxtasis ha de pactar con semanas de ayuno, has de elegir y abandonar, dar largas
y hablar extensamente con embajadores de secos países y labios cuarteados, has de esperar, escribir cartas, leer libros de quinientas páginas. Habla más suave. No abandones la poesía.
Salvador y Luisa Sobral son hermanos, ella es la compositora de la letra, de la más esquisita canción que he escuchado en los últimos tiempos. Merecido ganador del último Festival de Eurovisión 2017 el de Salvador, representando a su país Portugal, por su talento y sensibilidad musical, y más mérito por hacerlo en una lengua que no es la inglesa, lo que demuestra el caracter universal de la buena música, cuando esta trasmite y llega. Disfrutar de ella.
La profesora Zhu le dijo a mi padre que poseía un buen oído, manos grandes con dedos largos, un instintivo sentido del ritmo y un talento para la lectura a primera vista. Sin embargo, a pesar de lo importantes que eran todos aquellos factores, ella opinaba que mi cualidad más destacada era mi espíritu. Ella intuía que era capaz de comprender el poder de la música que tocaba, que era capaz de conectar con las intensas emociones internas de la música. «Si le tratamos con dureza —le dijo a mi padre— y le presionamos sin límite, nos arriesgamos a poner en peligro su espíritu, incluso llegar a destruirlo. Algo así sería un crimen.» Le dijo a mi padre que, a pesar de comprender las ambiciones que había depositado en mí y aunque las aplaudiera, siempre protegería mi espíritu por encima de todo.
Por fin dispongo de tiempo, hasta dispongo de tiempo para hacer lo que quiera de mis días, por ejemplo, tumbarme al sol y aguardar la llegada de las hormigas. No pueden tardar, y cuando lleguen aquí me encuentran, a mí, que soy vacilación, o lo que quede de mí, buenas noches, unas sandalias, unas gafas, algunas sílabas casi de vidrio. Tengo que pensar en lo que diré a criaturas tan susceptibles; sería de mal gusto distraerlas de sus ocupaciones, les hablaré del trigo rojo de Hungría, a veces casi violeta, de los cardos de Epidauro rastreando en la tierra, en busca del corazón del agua. Pero cuando me volví para seguir el vuelo de un pájaro, me di cuenta de que el tiempo había cambiado, las hormigas no vendrían ya. En efecto, el sol se había nublado, la lluvia no tardaría, torrencial. ¿Y ahora, quién te ayudará a soportar la eternidad?
Eugenio de Andrade
NADA
ni el blanco fuego del trigo ni las agujas clavadas en las pupilas de los pájaros te dirán la palabra
No interrogues no preguntes entre la razón y la turbulencia de la nieve no hay diferencias
No colecciones heces tu destino eres tú
Desnúdate no hay otro camino Eugénio de Andrade "Ocupaciones veraniegas"
"Las ventanas, las puertas, la voz baja, la palabra vida, la palabra palabra ..."
Olga Elena Mattei
FUIMOS TU SANGRE, VIEJA CASA
Todos amamos esta casa ajena, como se ama un estanque en la infancia, como un pozo extraño, mudo, indiferente, pero casi nuestro ante la propia imagen reflejada. ¡Clara casa! residencia de luz, tibieza de campana. ¿Quién nos podrá decir que eres ajena? ¡Eres más nuestra! ¡nosotros somos tus entrañas! Dulce casa, triste alcoba de lágrimas calladas, amplia entrada para que llegaran los hijos a mi abrigo, para que volvieran los amigos a las fiestas sencillas del cariño. Quieta sala, para los periódicos de todos los domingos, para la música, para las cabezas reclinadas. Intima vivienda, si no me perteneces, yo debo ser tuya, como las pajas de agua pertenecen al bosque, como una fruta seca que no es dueña del árbol, pero es hija suya y heredera. Casa, fuerte casa: entrégame tu herencia porque me voy mañana para el asilo de las piedras y los muros y las alcobas solitarias. Me llevaré a mis hijos; no han crecido sus pies como caminos, y tienen las manos todavía forradas con las mías como guantes. De ti nacieron. Va creciendo su piel bajo mi miedo como bombas de tiempo, y un día estallarán en mil pedazos para poblar el mundo con mis manos. No sabrán cómo eran míos, ¡que los hice de mí, trago por trago! Ni en su recuerdo estarás protegiéndolos, como una concha de carey o como un templo, cuando sus pies pequeños eran lentos, cuando sus pasos comenzaban apenas a caminar en las rodillas. Y tú lo olvidarás: lavábamos con agua las manchas de sus manos. Nos llevamos las camas, las almohadas, las mantas, las palabras... y el silencio. Parecías...!eras un esqueleto! pensaba que nosotros mismos habíamos roído nuestros huesos. Te pedimos perdón, y te miramos como queriendo despedirnos en voz alta... Nuestros pasos sonaban, como si tú hablaras, como si quisieras contestarnos con palmadas. Y estoy llorando ahora, cuando te recuerdo en esta nueva casa,
sin saber si fuiste nuestra, o si fuimos tu sangre, sin saber si nos recuerdas, llena de gente nueva, poseída con el goce de un amante, ¡pero con el amor de una madre!
Siempre estamos persiguiendo una luz, y siempre la luz se aleja. Con las manos a tientas nos estiramos hacia esa gloria, mientras las tierras que atravesamos se ocultan a nuestra vista, oscuras y misteriosas, plegadas en la noche profunda. No nos importa, toda nuestra mayor necesidad no exige más que luz, ¡la luz! Tan quieta permanece pero seguramente será nuestra si ejercemos nuesto poder. ¡Tonto! Nunca podrás captar ese destello fugaz, su llama brillante moriría si fuese capturada, su vigencia es siempre aparente, pero sólo un poco más al frente. Consternados, pero iluminados siempre desde adelante, somos llevados por nuestro camino desconociéndolo, como en un sueño.
Se dice que, en silencio, las personas se esfuerzan por morir, porque todo lo orgánico lucha por convertirse en inorgánico y todo movimiento avanza y lucha para dejar de serlo. Las cosas se derrumban porque quieren que se las deje en paz.
Arturs Akopjans
Los tristes se rinden;
un pueblo medieval se rinde
tras un asedio interminable, a duras penas,
bajo sus propias condiciones.
No pueden soportar la carga;
la culpa y la tristeza se comparten
entre todos los presentes.
Arturs Akopjans
El rechazo no ayuda, ser insensible es útil, aunque aseguren los psicoanalistas que renunciar al deseo es una muerte anticipada. Me resulta difícil plantarme ante el espejo. Me obliga a enfrentarme a mi cara y a odiarla sin piedad.
Arturs Akopjans
Eso me aleja de las niñas de papá,
que pueden permitirse la maldad y la ira
sin nada que perder, pues se las ama y asegura por adelantado.
Arturs Akopjans
Existe gente honrada, gente que sabe gestionar la transparencia
sin recordarse a sí misma todo el tiempo
que jamás algo falso ha sido hermoso.
Gente que nunca esquiva su tristeza y que, al afrontar
sus errores, dice, con cierta calma:
«Soy consciente de que me has abandonado. Estás
fuera de mi alcance. Insistir
carece de sentido; nadie ama cuando está
obligado a hacerlo».
Arturs Akopjans
Esa gente ha aprendido cosas
que yo no soy capaz de aprender. Estamos separados
por la debilidad, que se disfraza de sentido del honor
y convierte en teoría todo lo que toca.
Cuando se vuelve insoportable de verdad,
solo puedo, con mi delicadeza exagerada,
esperar una lluvia que equipare el tiempo con mi humor.
Arturs Akopjans
Existe cierto encanto en emplear el arte para liberarse. Encanto en lo que dices cuando estás libre de las restricciones de un único punto de vista, encanto que previene el habla y que evidencia la incapacidad, encanto que no eludes nunca, pues estás débil como para sobrevivir al nivel de exposición que exige el ser humano.