En apariencia sin sorpresa
para la flor feliz,
el hielo, jugando, la decapita
valiéndose de su momentáneo poder.
El rubio asesino prosigue,
el sol avanza sin conmoverse
a medir otro día,
para un Dios que lo aprueba.
Morí por la Belleza -mas apenas
en la tumba me había acomodado
cuando Otro, que murió por la Verdad,
vino a ocupar la habitación de al lado-
"Por qué moriste", preguntó con suavidad,
"por la Belleza", contesté-
"Y yo -lo que es lo mismo- morí por la Verdad
-somos hermanos", concluyó-
Y así, como Parientes reunidos por la sombra-
hablamos desde nuestros cuartos respectivos-
hasta que el musgo nos tapó la boca-
y cubrió- nuestros nombres.