El ayuno es uno de los mecanismos curativos naturales más
antiguos del mundo. Todos los animales, salvo el hombre moderno, ayunan
instintivamente cuando están enfermos. Aún hoy existen tribus primitivas en el
Amazonas, en África Central y en remotas regiones de Asia, que mantienen “casas
de enfermos” en las afueras de sus aldeas, donde las personas aquejadas de
alguna enfermedad se retiran para someterse a prolongados ayunos totales hasta
que recobran la salud y la vitalidad. Los yoguis de la India son bien conocidos
por sus ayunos y sus limpiezas de colon. El ayuno terapéutico ha constituido
siempre una parte muy importante de los regímenes de enseñanza taoísta. Los
maestros hacían ayunar a sus discípulos durante periodos prolongados, para que purificaran
el cuerpo y la mente antes de exponerles sus técnicas más avanzadas.
Los antiguos Griegos ayunaban para conseguir salud y longevidad,
y eran renombrados por su robusta constitución física. Galeno, Paracelso e
Hipócrates padres fundadores de la medicina occidental, practicaban y recetaban
el ayuno para todas las enfermedades graves, y lo recomendaban como excelente
régimen preventivo. Pitágoras exigía a sus discípulos que ayunaran durante
cuarenta días para purificar cuerpo y mente antes de trasmitirles sus más altas
enseñanzas. Platón y Aristóteles, cuyo pensamiento constituye la raíz y el
núcleo de la filosofía occidental, ayunaban regularmente para mejorar su salud
física y estimular sus facultades mentales.
El ayuno desencadena un proceso de limpieza verdaderamente
maravilloso, que llega hasta la última célula y el último tejido del organismo.
A las veinticuatro horas de suspender la ingestión de alimentos, las enzimas
dejan de entrar en el estómago para dirigirse a los intestinos y al torrente
sanguíneo, por el que van circulando y destruyendo todo tipo de productos de
desecho, tales como células muertas y enfermas, microbios indeseables,
subproductos del metabolismo y sustancias contaminantes. Todos los órganos y
glándulas reciben un necesario y bien merecido descanso, durante el cual se
purifican y rejuvenecen sus tejidos y se regulan y equilibran sus funciones.
Todo el canal digestivo se vacía, y lo que sale por su extremo inferior
seguramente sorprenderá y asqueará a quienes ayunan por primera vez, hasta el
extremo de hacerles adoptar el ayuno y la limpieza de colon como hábitos
permanentes.
El beneficio más importante del ayuno tal vez sea que limpia
y depura a fondo la corriente sanguínea. La sangre tiene la función de
transportar oxígeno y nutrientes a todas las células del cuerpo, y debe también
retirar los residuos metabólicos de las células para que sean excretados por los
riñones y los pulmones. Asimismo, la sangre es el “vigilante” inmunológico del
cuerpo, que hace circular las enzimas, los glóbulos blancos y otros factores
inmunitarios durante las veinticuatro horas del día, en misiones de “búsqueda y
destrucción” de los invasores. Y la sangre sucia no puede realizar
correctamente estas funciones. En consecuencia se instaura la destrucción.
Disminuye la resistencia, la toxemia se vuelve crónica y los gérmenes disponen
de plena libertad para invadir los tejidos más vulnerables.
El ayuno también restablece el pH de la sangre. La acidosis
de la sangre se ha convertido en una importante afección de la civilización
contemporánea, y en la responsable de toda clase de desgracias. Cuando la
acidez de la sangre es elevada, la corriente sanguínea deposita el ácido en las
diversas articulaciones, en forma de cristales que forman espolones que
literalmente “sueldan” las articulaciones además de sustituir al líquido
sinovial que las lubrifica de manera natural. La consecuencia es una dolorosa e
incapacitante artritis. El ayuno permite que las enzimas entren en las
articulaciones y disuelvan dichos cristales con lo que se restaura el líquido
sinovial y se recobra la movilidad. El ayuno elimina también la acidosis
de la propia corriente sanguínea. Los efectos secundarios que se perciben
durante los tres primeros días de un ayuno se deben a que estos cristales ácidos
y otras toxinas entran en la corriente sanguínea en masa para ser eliminados.
El ayuno constituye una excelente terapia para los trastornos
mentales. En Rusia donde el ayuno recibe el nombre de “cura de hambre”, se han
obtenido resultados espectaculares. En 1972 el Dr., Yuri Nikolayev, del
Instituto de Investigaciones Psiquiátricas de Moscú, informo que había tratado
con éxito más de siete mil pacientes que
sufrían diversos trastornos psíquicos, como esquizofrenias y neurosis.
¿Padece usted de impotencia o esterilidad? Quizás haría bien
en buscar al culpable en su colon. Los cólones obstruidos o intoxicados afectan
negativamente a la sexualidad masculina y femenina al oprimir, y por tanto,
perturbar los órganos y glándulas sexuales.
El médico Chang Tsung-cheng de la dinastía Sung, en el siglo
X de nuestra era escribió detenidamente sobre los beneficios terapéuticos de
limpiar el colon de las toxinas y residuos en él acumulados, y recomendó esta
terapia para toda clase de trastornos en apariencia dispares, tales como indigestiones,
restreñimiento, problemas respiratorios, jaquecas y fiebres, articulaciones
rígidas y doloridas, anomalías mentales y emocionales.
El método taoísta tradicional para la limpieza del colon
consistía en ayunos combinados con potentes hierbas purgantes que disolvían las
mucosidades y arrastraban los residuos del colon. Estos métodos aparecían
citados ya en el siglo III a. de C., en el Clásico de Medicina Interna del
Emperador Amarillo.
Hoy en día los laxantes y purgantes químicos han llegado a
figurar entre los medicamentos más vendidos del mundo occidental, donde el
estreñimiento se ha convertido en un problema crónico para jóvenes y viejos,
hombres y mujeres por igual. A diferencia de las hierbas naturales que los
médicos todavía utilizan para purgar los intestinos, en combinación con los
ayunos terapéuticos y las terapias nutricionales, estos laxantes occidentales
están compuestos por productos químicos inorgánicos que resultan absolutamente
incompatibles con el organismo humano. Para producir su efecto, irritan tan
intensamente las mucosas del colon que éste literalmente se contrae como una
serpiente herida para expulsar la perniciosa droga junto con cualquier residuo suelto que
se encuentre en su camino. Estos laxantes no hacen nada en absoluto para
desprender las profundas incrustaciones de desechos proteínicos putrefactos,
residuos tóxicos de fermentación y capas de mucosidades secas. Con el uso
prolongado, dichos productos acaban debilitando tanto los intestinos que al fin
cesan completamente de funcionar sin el estímulo artificial de laxantes cada
vez más potentes. Y cuando estos ya no
hacen efecto, el siguiente paso del desventurado paciente es acudir al
quirófano para que le hagan una colostomía.
DANIEL REID El TAO de la salud, el SEXO y la LARGA VIDA
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