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domingo, 29 de agosto de 2021

SIEMPRE MÍA

 

 


Te quiero a la una, a las dos y a las tres

de cada día

de todos los tiempos presentes

y venideros.

Te quiero como siempre te quise,

en mi mundo paralelo,

-estés donde estés-

porque eres Mía:

mi motor

mi verano

mi luna

mi extensión

mi brazo izquierdo

mi ojito derecho,

la razón de existir de mi bazo

de mi cordura insumisa

de mi pecho dolorido,

el motivo más importante

de que yo siga.    

Te quiero los mediodías

cuando el reloj se detiene

en mi tiempo desgastado

a la hora del descanso

y sin saber si son las cinco

o son las cuatro

me despiertas

con tu abrazo

y me tomas presa 

para dejar en mi oído

tus cantos de polluelo

recién salido del nido.

 

Pronto lo abandonarás -me digo-,

tienes raza y estilo

volarás alto

con un vuelo diferente 

serás en apariencia aquella

o la otra,

lo que tu quieras ser,

habrá quien pase por tu lado

y no te reconozca.


Y yo estaré

donde siempre he estado

para seguir siendo tu faro

tu compañía

junto a la orilla del querer

de las horas todas:

siempre tuya

hasta extinguirse tu memoria.

Elena

sábado, 30 de noviembre de 2019

VIVO EN CASA DE MI GATO

Una vez tuve una gata, se llamaba Nuca, era como describe el poema, pero mucho más traviesa que no cuento, y no fue la única, varios fueron los gatos y gatas que tuvimos cuando criábamos hijos. Los gatos murieron, los hijos se hicieron mayores y fueron dejando el hogar, luego vinieron los nietos, como caídos del cielo, el mejor de los regalo. Ellos, la música y los gatos abrigan los corazones en el invierno, cuando se siente el frío y la nieve blanca cae sobre la edad.



                                                                                                  
Para Mía Huguet la gatita que ya es una gata


PARAMIAHU
mi música predilecta.

Me gusta su distinción,
sus rasgos felinos
su trato justiciero
acariciar su pelo fino,

sus andares elegantes
su manera de esperarme
y ajustarse a mi regazo,
cuando a mi costado se tumba
y ronronea: me gusta,
o cuando se pone zalamero
y remolón
y para mi hace la croqueta
y de repente brinca
a esconderse
en el primer cajón que encuentra.

Me acomodo
a su vivir independiente,
lo mismo que él hace al mío,
nunca inoportuno,
al contrario, me gusta la caricia
que me dice:

¡tú me gustas!.

A veces es engreído
ufano y altanero,
así: también lo quiero.

De su higiene y de su pelo
se ocupa con esmero,
afila sus uñas en un madero.

Algo exquisito en la comida:
come bien y poco,
si se indigesta: toma hierba
en su maceta y ayuna.

Políticamente incorrecto,
inadecuado a las visitas,
no se anda con chiquitas:
si le gustas, te acaricia con su lomo
si no, huye sin titubeos.

Cuando el radar de su cola
lo pone en guardia,
porque atisba un peligro:
arquea el lomo
huyendo a toda prisa
con los pelos en punta
y un soplido muy
pero que muy furo.

Más si de amores se trata
visita otras casas
en busca de gatas.
Maltrecho y despeinado,
a su regreso
no hay reproches ni enfado
bajo este techo,
para este amor correspondido
que cuida y protege
que acompaña y abriga
que asiste y reconforta
en la mejor medida,

que me espera cada día
al volver a casa.

¡Créeme!
¡Hazme caso!:

Deja que te adopte un gato.

Elena Larruy
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