ASÍ NO |
Bernardo busca entre probetas
la verdad que transforme el mundo.
Cuando no la encuentra, escribe poemas
en papeles reciclados
en cuyo envés hay informes sin reciclar.
Bernardo escucha conferencias o las da,
y cuenta pausadamente
las idioteces por centímetro cuadrado
que algunos profesionales, con corbata,
emiten al exterior como gases venenosos.
Bernardo está enfermo de amor y no lo sabe.
Por eso sigue creyendo
que sólo la sobredosis de poemas
puede cambiar el mundo,
incluso ese en el que los protocolos
indican el grado de canalla
y de especulador, que conviene tener
para seguir siendo triunfadores.
Para Bernardo Santos
Begoña Abad
La industria farmaceutica necesita enfermos para satisfacer su codicia: nada nuevo. Lo cierto es que cada año van apareciendo enfermedades a las que ponen nombres raros y bautizan como "enfermedades raras", sin nosotros hacernos ninguna pregunta. También aceptamos con naturalidad el aumento progresivo de enfermos que en número y grado va creciendo día tras día. Las patologías que no son raras, las de siempre, se hacen crónicas en muchos pacientes; pero no importa, siempre hay una pastillita que "nos salva", para todo "hay un remedio" que obedientes corremos a buscar a la farmacia, sin nada cuestionarnos. Tomamos lo que los médicos, con sus protocolos, nos recetan. Y cuando no queda más remedio nos resignamos, o lo ponemos en manos de la providencia o del destino. En todos los casos hay una responsabilidad y sobre todo una reflexión obligatoria: la nuestra.
No está mal que existan las medicinas ni que se tomen, benditas ellas en su justa medida y a su oportuno tiempo, y benditas las buenas prácticas médicas: las de los profesionales que la ejercen con conocimiento, integridad y humanidad, -la de los otros no.
Toda enfermedad tiene una causa, todos nosotros respuestas. Los medicamentos no lo curan todo, dañan nuestra salud cuando se toman en exceso, inadecuadamente o mal recomendados, cuando se nos convierte en cobayas de sus pruebas y sus malas prácticas.
Las grandes empresas farmacéuticas no piensan en términos de salud ni bienestar, lo hacen como todas las multinacionales en intenciones productivas y de rentabilidad. Ellos crean, en gran medida, las necesidades, enfermos que les aseguren beneficios con sus enfermedades "cuantos más mejor", también con la gente sana -clientes potenciales que reclutarán- a los que harán creer la conveniencia de consumir determinados fármacos -¡¡¡solo de venta en farmacias, claro, como no!!!- para ayudarles "en nombre del bienestar y la salud" "una vida más fácil, despierta y exitosa": falso.
Manejan la falsedad y la mentira "con voces en off creíbles e inductivas como toda la publicidad" con mecanismos, en los que son auténticos expertos y cuya principal finalidad es mantener el listón productivo en lo más alto del ranking y asegurarse así suculentos beneficios que den valor a sus acciones -no las benéficas- bursátiles.Los fármacos y sus componentes químicos, en muchos casos, lejos de mejorar nuestra salud, la dañan, y nos matan lentamente. No hay mejor medicina que el conocimiento, y mejor terapia que la responsabilidad, si no se quiere "morir a destiempo", por intoxicación o perforaciones varias, por agresiones irreversibles de todo tipo, contraindicaciones, sobredosis, errores por falta de ética y responsabilidad, excesos, y un largo y prolongado etcétera. Pero si lo que queremos es morirnos de gusto, mi recomendación es: ingerir sobredosis de música y buenos poemas... también de besos y abrazos.
Reanímate, despierta, traza un plan y ponte a salvo.
Elena Larruy