Hace unos días un antiguo compañero de trabajo al que no veía desde hacía unos años, me mandó este dibujo suyo hecho a plumilla, de un pueblo medieval, con unas palabras que decían "tú en parte has sido la culpable de que este trabajo haya salido adelante": tus palabras de el otro día me emocionaron con el cariño que estaban escritas: que suerte habernos encontrado Elena. Cuando leí las palabras que Lluis me dedicaba fui corriendo a leer las que yo le había escrito y que hacían mención al trabajo que estaba haciendo en esos momentos y que no le salía: "como una mierda pinchada en un palo" -decía textualmente-: Querido Lluis, yo también tengo muchos borradores de mis escritos que descarto; conforme sabemos más, somos más críticos, no hay trabajo en balde: pienso que hemos de ser atrevidos y arriesgados, si no no evolucionamos. Al final sale/sale siempre: acaba saliendo aquello que nos bulle en la sangre, y, ahí está nuestra creación manifiesta -el fruto de nuestra persistencia- Entonces todo se justifica y se entiende, y lo más importante nos deja paz. Todo nos enseña a crecer Lluis. ¿Te has preguntado por qué estamos aquí?: para aprender/ para aprender a amar -no sin dolor, pero a amar. Esos son mis mantras: amar y gozar. Lo demás lo podríamos decir con tus palabras, pero yo prefiero decir: como escribir hamor con h, que aunque lleve falta ortográfica, se perdona porque suena igual de bien que si no la llevara. Sigue en lo tuyo: creando y amando.
Estas palabras mías "de avituallamiento" motivaron a Lluis. Le dieron el empuje necesario para acabar lo que tenía entre manos. Las recibió como al atleta que alcanzando la meta con las fuerzas agotadas necesita un último empujón a modo de aliento, ese "botellín de agua fresca" que una mano amiga le alcanza.
Lluis terminaba diciendo: amiga mía, me acabas de alegrar el día...y los que vendrán.
Así han sido también para mi estos últimos días de Junio. He sentido muchas manos amigas tendidas quienes con sus palabras sencillas, amables, conmovedoras algunas, me han hecho saber que contaban conmigo, que me querían, que estaban pensando en mi, que me necesitaban...
¿Qué más puedo pedir? Me siento dichosa, afortunada, agradecida por esos "botellines de agua fresca" que a veces nos regalan los amigos en momentos que los necesitamos, que nos hidratan el corazón: especialmente agradecida a las palabras de Juana: yo también te siento en el corazón.
Gracias a todos y cada uno de vosotros por tantas cosas buenas que me hacéis llegar. Os quiero y os necesito. Yo también os lo hago saber.
Elena