Enciendo el ordenador después de muchos días sin hacerlo y me encuentro con un poema de Félix Grande, fallecido hace cuatro años, me intereso por su personalidad y lo busco. Inicio mi viaje, lo escucho en un vídeo donde se explica lento, muy lento. Agradezco la lentitud de sus palabras que me permiten pensar y observar sus gestos. Empieza la exposición hablando de como debería ser la hoja de presentación de un conferenciante invitado cómo él: "se acostumbra a hablar de la relación de sus victorias y aciertos, sus premios literarios, las ediciones de sus libros, etcétera, dice, creo que no es del todo cierto, continua, la experiencia de mi edad me hace dudar de lo que parecía cierto y no lo era. Creo que el verdadero curriculum vitae sería entregar una página en la que estuvieran enumeradas las derrotas: nuestro verdadero rostro lo dibuja mejor. La enumeración de nuestros fracasos, de nuestras tinieblas, de nuestra oscuridad, de las noches sin dormir (...) porque que otra presentación mejor que la del rostro recoge todo eso, acaba diciendo". En el verdadero curriculum vitae no debería faltar aquella noche que nos pasamos pensando cómo nos habían humillado y no supimos responder a aquella humillación, aquella vez que alguien nos amaba y dejó de amarnos, o peor que nosotros dejamos de amar a alguien que nos amaba, aquella tentativa que no se pudo cumplir, todo aquello que nos confesamos a solas y de madrugada.
Paro el vídeo y reflexiono sobre las palabras que acabo de escuchar y sí, me parecen del todo acertadas. Las huellas impresas en nuestro rostro, las señales de las que habla el poeta Extremeño las aprecio en mi cara y en la cara de los otros, que son mi espejo. Esa es la verdad más elocuente de nuestra identidad, la que nos presenta ante los otros con la autenticidad que los méritos académicos y las victorias obtenidas no cuentan.
Os dejo aquí un excelente texto de Félix Grande que habla de como el gran Antonio Machado dibujó nuestro rostro.
Elena