Cuando era pequeña recuerdo la mano de mi padre sujetando orgulloso la mía. Ahora que solo es un recuerdo y llevo en ellas poesía, ahora que me hago mayor, me pregunto: ¿cuándo crezca la implacable vejez en este cuerpo, qué mano la acompañará? ¿habré resuelto mis perdones, mis silencios de libro abandonado, mis impulsos justicieros? ¿Seguirá mi compañero al otro lado de la cama agarrado a mi cintura, o al pasar la mano por ella solo acariciaré el tacto frío de la sábana? Y cuando así sea y todo desvanezca, ¿se me habrá muerto la poesía?
Un poema de Felix Grande
Para envejecer juntos
Para envejecer juntos nos cogemos las manos,
yo miro tu sonrisa, tú miras mi tristeza;
irán saliendo arrugas en mi alma y tu cabeza
y canas sobre nuestros espíritus humanos;
idéntica vigilia caerá en nuestras historias:
ver al tiempo ir cerrando una a una las ventanas,
me sonreirás lo mismo que todas las mañanas
y será como un ramo de flores mortuorias;
tú eres ese recuerdo que he de tener un día,
yo soy esa nostalgia que poblará tu frente
cuando ya sea un anciano, amada, anciana mía;
pienso en ese futuro tranquilo y arrugado
como en dos viejos libros que ya no lee la gente,
con tanto como habrán, en silencio, aguardado.