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lunes, 2 de enero de 2017

Dueña de sus silencios, Blanca Varela




LA POESÍA ES UN ÁRBOL SIN HOJAS QUE DA SOMBRA
Juan Gelman




POESÍA DE BLANCA VARELA


Siempre he tenido la sensación de que pasamos de una zona tenebrosa a una especie de iluminación en determinado momento, y que, cuando creemos haber hallado un camino, de pronto encontramos que en esa luz que aparentemente nos guía hay una profunda oscuridad. Camino y vivo entre esos contrastes porque siempre estoy tratando de encontrar en dónde poner los pies.



MORIR CADA DÍA UN POCO MÁS


morir cada día un poco más
recortarse las uñas
el pelo
los deseos
aprender a pensar en lo pequeño
y en lo inmenso
en las estrellas más lejanas
e inmóviles
en el cielo
manchado como un animal que huye
en el cielo
espantado por mi



La puntuación me sobraba. En cierto momento me pareció tradicional, burguesa, equivalía a entregar una tarjeta de visita. No poner puntuación me permite por una vez siquiera usar mis silencios, respirar como quiero, no ser la persona que los demás creen que soy o quieren que sea. Es sencillamente una ruptura que me gusta. Me gusta ver que las letras vuelen aparentemente solas, que las palabras no tengan ataduras, amarres dentro de la página. Para mí la página en blanco es algo que siempre me ha tentado. El vacío me atrae.





UNA VENTANA


Vuelvo a contar mis dedos.
(La flor helada, la desconocida cabeza que
me acecha se descuelga y da voces),
yo miro las paredes y sus frutos redondos y veloces,
hago cálculos, sumo piedras, cenizas, nubes
y árboles que persiguen a los hombres
y perlas arrancadas de malignos estanques
o de negros pulmones sepultados
y horriblemente vivos.

La araña que desciende a paso humano me conoce,
dueña es de un rincón de mi rostro,
allá anida, allí canta hinchada y dulce
entre su seda verde y sus racimos.
Afuera, región donde la noche crece,
yo le temo,
donde la noche crece y cae en gruesas gotas,
en mortales relámpagos.
Afuera, el pesado aliento del buey,
la vieja fiebre de alas rojas,
la noche que cae
como un resorte oscuro sobre un pecho.





La memoria es algo que me preocupa. Siempre he querido escribir un poema sobre la memoria. Se trata de encontrar una coherencia, una razón a las cosas: ¿dónde está?, ¿qué pasó? Y creo, además, que existe la memoria de la memoria, algo así como una memoria destilada. Se recuerda lo que es importante, es decir, lo que sirve para determinado momento. Siempre he dicho que soy una persona que ha recordado lo que me es útil. No sé qué quiere decir eso, pero siempre he pensado que también he desechado recuerdos que me han lastimado. No los he perdido; están ahí y me sirven como límites, como avisos para saber que por ahí no debo volver.





LA MUERTE SE ESCRIBE SOLA


la muerte se escribe sola
una raya negra es una raya blanca
el sol es un agujero en el cielo
la plenitud del ojo
fatigado cabrío
aprender a ver en el doblez
entresaca espulga trilla
estrella casa alga
madre madera mar
se escriben solos
en el hollín de la almohada

trozo de pan en el zaguán
abre la puerta
baja la escalera
el corazón se deshoja
la pobre niña sigue encerrada
en la torre de granizo
el oro el violeta el azul
enrejados
no se borran
no se borran
no se borran




El ser humano vive un poco de abandono en abandono. En todo amor siempre hay una pérdida, pero creo que decidí endurecerme y sostener las cosas. Al parecer me fabriqué un sentido un tanto absurdo de la dignidad, porque desde niña me sentí muy heroica y luego, poco a poco, todo se convirtió en una realidad en la que no hay héroes. Hay una zona de mí que va a permanecer intocada, no importa qué suceda, eso es mío y me lo voy a llevar a la tumba. Dices que no pongo puntuación, que mezclo cosas. Es verdad, comencé a romperlo todo, a tirarlo todo porque necesitaba hacerlo. Necesité cambiar de piel, había perdido cosas, tenía que adquirir otras o sobrevivir con lo que me quedaba.



A MEDIA VOZ

la lentitud es belleza
copio estas líneas ajenas
respiro
acepto la luz
bajo el aire ralo de noviembre
bajo la hierba
sin color
bajo el cielo cascado
y gris
acepto el duelo y la fiesta
no he llegado
no llegaré jamás
en el centro de todo
esta el poema intacto
sol ineludible
noche sin volver la cabeza
merodeo su luz
su sombra animal
de palabras
husmeo su esplendor
su huella
sus restos
todo para decir
que alguna vez
estuve atenta
desarmada
sola casi
en la muerte

casi en el fuego



Mientras eres muy joven y eres fuerte crees que puedes disponer de demasiadas cosas, y a medida que se te va acortando la vida vas sintiendo que eso es algo que es muy escaso y que corre rápidamente. Hay un poema muy antiguo, «No hay un cielo sino varios…,» y eso viene de alguna lectura que hice sobre los tiempos paralelos: que varias cosas van sucediendo al mismo tiempo, que hay varios tiempos, que no hay uno solo. No sé cómo se le llamaría a eso, quizá ciencia ficción.







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