VIVIR LENTO, MUY LENTO
Lento para mirar como se despereza el día.
Lento para no quedarnos en lo aparente e ir más allá de la primera impresión.
Vivir lento para sentir cada beso, cada abrazo, cada caricia.
Lento para percibir olores que nos trasporten a la niñez, al mar, al campo.
Lento para escuchar la melodía de la vida que nunca calla.
Muy Lento para cobijar unas manos amigas o amadas y notar la calidez que sólo añoramos cuando nos faltan.
Lento para perdernos en sonrisas y miradas.
Lento para oír los mensajes que nuestra mente y nuestro cuerpo nos gritan a voces.
En definitiva, lentos para embriagarnos de vida.
Ana Adarve
Psicóloga
Un artículo de Víctor Amela, Ima Sanchís y Lluis Amiguet
Hace una década se publicó Elogio a la Lentitud, un best seller internacional que se convirtió en el manifiesto del Movimiento Slow y que dio origen a un sinfín de movimientos: desde la comida lenta, las ciudades lentas o el sexo lento hasta el club de la pereza, en Japón. Ahora, con La lentitud como método, Carl Honoré quiere pasar de la filosofía y los estudios científicos y sociales a ofrecer herramientas para ser eficaz y vivir mejor en un mundo veloz. Para él, la gran revolución del siglo XXI será pasar de hacer las cosas lo más rentable y rápido posible a hacerlas lo mejor posible y pensando a largo plazo; y es aplicable a todo: planeta, política, trabajo, salud, relaciones, sexo.
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