¿Más bella o más plena
esta rosa de mayo
última en el bastión
previo a las heladas?
Así me veo
Rojo aduraznado,
cuajada en el aire
como una dama que celebra
el final.
Diana Bellesi, poeta, traductora y ensayista, nace en Santa Fé, Argentina en 1946. Hija de humildes emigrantes italianos trabajadores del campo. Escribe sus primeros poemas con 13 años y este descubrimiento le lleva a estudiar filosofía. Apenas terminada la carrera viaja durante seis años por todo el continente sudamericano; lo curioso del viaje es que lo hace andando y trabajando en cualquier trabajo que le diera sustento para continuar su aventura.
Está considerada en su país como maestra y gran referente para las generaciones nuevas de jóvenes poetas con los que colabora y enseña en talleres de formación. Impartió clases de redacción en distintas cárceles. Se define con un perfil claramente feminista. La docencia, los viajes y la poesía dicen ser sus tres pasiones. También cuenta que escribe solo aquello que siente y experimenta.
Ha sido galardonada con muchos premios literarios, destacando el Premio Nacional de Poesía Argentina 2011 por Tener lo que se tiene (obra reunida) y otro de la máxima distinción, el que otorga La Feria del Libro de Buenos Aires.
Ha editado más de 25 poemarios. Su obra puede ser reconocida a simple vista por su singular voz de dicción brillante. Su poesía creó un lenguaje propio sobre el paisaje, un lenguaje de afecto hacia los animales, las plantas, el agua, los habitantes del delta donde vivía en Zavalla.
En la poesía de Diana Bellesi hay ofrenda y celebración de las pequeñas revelaciones que se repiten sobre la huella de la conciencia humana. Pura emoción que llamea y se enfría para volver a encenderse. Fondo y forma en movimiento fugaz bajo el tambor del corazón. Su corazón de vanguardia le viene de ser retaguardia, vigía del fondo, atenta a lo que se deshecha, a lo inútil porqué allí se alza para ella lo que siente como una epifanía. Ella lo sostiene y lo impulsa de nuevo. A través de su voz discurre la vida como en un cedazo donde rescata las pequeñas astillas de todo aquello que se revela. Atención y artesanía. Las tareas de esta gran poeta: desatarse de lo aprendido que previamente debe aprenderse y disminuir así los ecos de las voces altas para dejar oír la pequeña voz del mundo.
Si el corazón no lo empuja no hay poema.
Diana Bellesi
EXIGIR AL CORAZÓN ESTARSE QUIETO
A punto de apresar una certeza
se vuelven ceniza
imagen e idea. La pregunta apela
en aquello que la origina
hallar respuesta
El mundo entero de las formas
expresa
un plan y gloria
aciertos en la fuente donde
chopos de la vida y
la muerte
tejen agua
Todo expresa
y es labor de la conciencia
hallar sentido
hasta que ella
se pregunta por sí
Atado a su imagen
Dios es joven
mirándose en la fuente
La creación visible
le devuelve
identidad. ¿Somos fragmentos
de su conciencia desplazados en la vacuidad?
Sujetos al tiempo
como una piedra que cae
al estanque y quiebra
continuidad de la imagen. Fragmentos
sin pies ni cabeza. A punto de apresar
una certeza
se destruyen en el agua
imagen e idea. Otra posición
inaugura el espejo. Exige al
corazón estarse quieto. Pobre timonel
que busca en el actuar
los mares de aceite donde
verse entero. El anhelo le da ser
y su ser el remolino que produce
una piedra al caer
sobre el espejo de la imagen
completa.
DÍA DEL PERDÓN
De todas las cosas que me han pasado en esta vida
son las inocentes las que recuerdo con hondura
y más mientras los años a disparada como potros
en una estela de polvo también pasan y pasan,
pero el vicio nunca acaba de andar así ensuciando
esa claridad solita que viene por encanto
y por gualicho bruto se va de andar pensando fiero
o pensando mal de esto o de aquello y sobre todo
de la siempre linda inocencia franca para darle
a los demás y más aún de la que tienen los otros
o ganas de tenerlas de seguro como yo,
dar y recibir así de ida y vuelta y natural
si miramos bien las cosas qué fácil es perderse
en belleza inocente que no calcula porque ve
solamente hondura o ese espesor de la vida único
al hacer las cuentas donde es llamado el instante
que no nos dio cosa ninguna más que el alma entera
y sabionda de saber nada se lleva y sólo fue
ganar fue seguir en la montura sutil del viento
GOLPE DE ESTADO
Un jardín proporciona mayor certidumbre
que cualquier sistema filosófico
Ernst Jünger
Muestra el hueco, la cuenca vacía donde ahora
reposa en dorada esmeralda
el iris impreso del globo, la mirada
Muestra la mandíbula
una carcajada fósil, lejos del tumulto
risible de la vida que la desata
Muestra su quietud
a la otra mitad en movimiento: el embate
vivo de la cara. Intenta anticipar
aquello que siempre golpea por sorpresa
Se demora. Se le hace que hablará
a su otra mitad la calavera
Busca restituir
la nacarada fruta de la carne en su media cara
Recuerda un bolero un mapa de
tropical islands. Calavera no llora ni mama
Reclama una ilusión: la fiera o el pasto de las
fieras. Una retórica salvaje exige
enemigos a la vista, higos manando
la dulzura de su leche en medio del verano
El ideal rotundo de la muerte, transformación
cambio-ácaros, hongos y babosas modificando
los canteros desordenados- o una imagen que niega
en su belleza inmodificada
la existencia del jardín. Borrar
la muerte o actuarla no es nunca su anticipo:
aquél, vídeo clip sin sentido
de la ofensa. Pequeña y patética
muestra
el hueco, la cuenca vacía donde ahora el iris resalta
la belleza siempre condenada y que siempre
otra forma delata
Si todo orden
es aleatorio, me sujeto
a éste, aunque precario
eterno en mi mirada:
Belleza bárbara
del matorral salvaje
donde se asoman
las flores más pequeñas
y delicadas: capullos
espigas y florcitas
redondas como coronas
que a su centro
petalan. Belleza
disciplinada donde se abren
las rosas pálidas y moteadas
o alguna reina
aislada, alada. Fasto
perfumado de los ligustros
lo que viene a solas
o lo puesto, ahora
está despierto,
se orquesta para gloria
y una olvida, el horror
del vacío perfecto
Las cápsulas dehiscentes
de la rosa
de mayo estallan
y caen sus semillas mientras
la planta se prepara
a elaborar sus flores
acapulladas con que el
otoño se retira
Sí, estar en el concierto
y modificarlo
sin borrar la marca
del origen
“Ver los pájaros”
dijiste, “no es difícil,
requiere un gesto
de paciencia. Si metemos
la cabeza en el mato
ellos vendrán también,
son curiosos a mirarnos"
en la hondura de las islas
los búhos rasgan
la masa delicada
de la música. Llaman. "Shektani"
se repite en bantu,
las guineas
do matto en las sabanas
de Mozambique. "Shektani"
de doble cara:
el diablo. He visto
en la verja de bambú
del porche de mi casa,
una tacuarita
devorar las moscas
agonizantes que pendían
de la tela de una araña
Detalle,
y la gracia su media cara
sí, lo que alcanza mi
mirada. Me sujeto a este
orden y acepto
lo que mi alma teme:
no visto por mi ojo
aquél, vacío perfecto
ESTADO DE DERECHO
Dios no es malvado, es sutil
Albert Einstein
Si así fuera
Tránsito apariencias
y frase
perdida en un delta del
discurso y de la imagen
jamás completa
Si no hay belleza de la
forma que se yerga
como un halcón sobre el
paisaje
Si así fuera
Pequeña potestad del
anhelo sobre la tierra
¿eres tu propio fin?
¿y el poema
la mesa la madera
el cedro erguido como una
estela del verde tierno
en primavera y el bebé
bajo su sombra sostenido
en ambas piernas por primera
vez
un absurdo epistema?
que genera preguntas que no contienen
respuestas si así fuera
En su oración final el moribundo
deja de decir ayúdame para decir gracias.
del Bardo Todol
Cargando su cruz primero
en el largo Gólgota del cuerpo
mi padre dijo “¿Por qué
hay que sufrir tanto -me has
abandonado- para morir?”
Mis brazos fueron su madero
en la camilla de hospital
donde la sangre derramaba.
Sometido a las leyes del blanco
carnicero, herr doktor, fräulein caba,
aparatos y enfermeras
y el sol de marzo cayendo dulce
tras las ventanas. Un hombre
viejo a quien se trata
como a un niño que molesta
Desobedecer su derecho
en la hora última, no dejarlo
partir desnudo y digno
bajo la sombra de su casa.
Te pido perdón, mi cordero
¡Pietà, Pilatos o Pedro he sido
sosteniéndote en mis brazos!,
dolor y miedo me hicieron
traicionarte, puesto a merced
de centuriones aguijoneando
tu cuerpo hasta la muerte.
Quise retenerte y luego quise
dejarte ir.
Hora tras hora recé en silencio,
mecí tu cuna diciendo no
tengas miedo, todo
está bien, déjate ir, menos
las horas últimas,
en exilio y solo, fría
luz de neón sobre tu rostro.
Entubado y amarrado
Tus heladas manos y los pies
inmóviles en la cruz,
el mecánico gemido
del respirador y la melena
siguiéndonos
como una estela funesta.
Solo, apenas una hora
junto a vos, inerte en las últimas
veinticuatro. El matadero
de terapia logró acallarte.
Tu demanda “quiero sentarme”,
tu demanda “¿por qué?” y el alma
dónde, rondando, buscando
la salida hacia esa luz
que deseo estuviera
para vos, llamándote,
lo que no escuché, la ausencia
que me sigue, lo que no
escuché: “gracias”
Envuelto en sangre decías
“qué vergüenza” y dejé
que te hurgaran las entrañas,
no custodié tu vida yéndose
en sangre hacia tu muerte,
no le dije no, fraulein doktor
¿para retenerte?, por acortar
la escena del dolor, y otros
se encargaran de tu muerte?
Te he negado, he negado tu deseo
de morir en casa entre los lares
conocidos. Tu cara de niño,
de cordero degollado
entre las manos de los médicos.
No fui tras de vos, no te acuné
en los instantes lúcidos del fin.
Los dejé hacer. Tu muerte
comunicada por extraños,
ajetreo en los pasillos
decírselo a mamá
cavada como sombra
en los sótanos del hospital
Ese hombre dulce y manso
con tanto miedo en su final. Tanto
dolor, tanto miedo tanto frío
alrededor. Ser el brazo
funcional que actúa. Mamá
abrazando tu cadáver dice
“me esperó, sentí su último
aliento” ¿y tu alma? El sonido
del respirador ya cesa,
ser el brazo funcional
que actúa, el viejo cura
con su sotana negra ¿bendijo
tu partida? Bendijo la cabeza
de la esposa del cordero.
Ella me dio la bolsa
con tu ropita dentro, lista
para llevarte a casa, vivo
o muerto en el ataúd de cedro.
Ponerte los pantalones,
las medias, los pies hermosos
de un hombre joven. Atender
los negocios de tu muerte,
este ataúd, no, éste, arréglelo
bien. Cara amoratada por la venda
que sostuvo el caño
respirador entre tus labios,
que no te dejara hablar no
te dejó decir aquel “¿por qué?”,
o aquel “gracias” que mis noches
inventan ¿y tu alma? Ser el brazo
ejecutor, ser el padre
que sostiene, no llorar,
la invisible viga, la promesa
de cuidar.
El acto magno de una vida:
velar. Vodevil de pueblo
y pathos de la tragedia.
Las flores que sofocan, café,
tener hambre, tener sueño,
conversaciones en las tinieblas y ser
un noble, lo sé, así lo hubieras hecho.
Los yuyitos brillan vivos
tras las ventanas, deseos
de terminar. Los otros
necesarios del afecto
necesarios en la escena
de frontera: declararte
muerto, honrarte con frases
automáticas, el vía crucis
de los deudos Padre nuestro,
los pasos tras el féretro, última
caminata con nosotros,
las campanas que repican, tan,
lento, a vacío, tan,
a corazón partido. Y el dulce
cementerio somnoliento
del domingo tardío.
Mamá que dice “enterrarlo
junto a la madre no, no quiero
devolvérselo”. No puedo
despedirme y huyo. Tanto
sol tanta belleza la semana
siguiente a tu partida. En cada
atardecer salí a buscarte.
por el campo, la oración dulcísima
del llano. Y no te hallé
en la hora última, no dejarlo
partir desnudo y digno
bajo la sombra de su casa.
Te pido perdón, mi cordero
¡Pietà, Pilatos o Pedro he sido
sosteniéndote en mis brazos!,
dolor y miedo me hicieron
traicionarte, puesto a merced
de centuriones aguijoneando
tu cuerpo hasta la muerte.
Quise retenerte y luego quise
dejarte ir.
Hora tras hora recé en silencio,
mecí tu cuna diciendo no
tengas miedo, todo
está bien, déjate ir, menos
las horas últimas,
en exilio y solo, fría
luz de neón sobre tu rostro.
Entubado y amarrado
Tus heladas manos y los pies
inmóviles en la cruz,
el mecánico gemido
del respirador y la melena
siguiéndonos
como una estela funesta.
Solo, apenas una hora
junto a vos, inerte en las últimas
veinticuatro. El matadero
de terapia logró acallarte.
Tu demanda “quiero sentarme”,
tu demanda “¿por qué?” y el alma
dónde, rondando, buscando
la salida hacia esa luz
que deseo estuviera
para vos, llamándote,
lo que no escuché, la ausencia
que me sigue, lo que no
escuché: “gracias”
Envuelto en sangre decías
“qué vergüenza” y dejé
que te hurgaran las entrañas,
no custodié tu vida yéndose
en sangre hacia tu muerte,
no le dije no, fraulein doktor
¿para retenerte?, por acortar
la escena del dolor, y otros
se encargaran de tu muerte?
Te he negado, he negado tu deseo
de morir en casa entre los lares
conocidos. Tu cara de niño,
de cordero degollado
entre las manos de los médicos.
No fui tras de vos, no te acuné
en los instantes lúcidos del fin.
Los dejé hacer. Tu muerte
comunicada por extraños,
ajetreo en los pasillos
decírselo a mamá
cavada como sombra
en los sótanos del hospital
Ese hombre dulce y manso
con tanto miedo en su final. Tanto
dolor, tanto miedo tanto frío
alrededor. Ser el brazo
funcional que actúa. Mamá
abrazando tu cadáver dice
“me esperó, sentí su último
aliento” ¿y tu alma? El sonido
del respirador ya cesa,
ser el brazo funcional
que actúa, el viejo cura
con su sotana negra ¿bendijo
tu partida? Bendijo la cabeza
de la esposa del cordero.
Ella me dio la bolsa
con tu ropita dentro, lista
para llevarte a casa, vivo
o muerto en el ataúd de cedro.
Ponerte los pantalones,
las medias, los pies hermosos
de un hombre joven. Atender
los negocios de tu muerte,
este ataúd, no, éste, arréglelo
bien. Cara amoratada por la venda
que sostuvo el caño
respirador entre tus labios,
que no te dejara hablar no
te dejó decir aquel “¿por qué?”,
o aquel “gracias” que mis noches
inventan ¿y tu alma? Ser el brazo
ejecutor, ser el padre
que sostiene, no llorar,
la invisible viga, la promesa
de cuidar.
El acto magno de una vida:
velar. Vodevil de pueblo
y pathos de la tragedia.
Las flores que sofocan, café,
tener hambre, tener sueño,
conversaciones en las tinieblas y ser
un noble, lo sé, así lo hubieras hecho.
Los yuyitos brillan vivos
tras las ventanas, deseos
de terminar. Los otros
necesarios del afecto
necesarios en la escena
de frontera: declararte
muerto, honrarte con frases
automáticas, el vía crucis
de los deudos Padre nuestro,
los pasos tras el féretro, última
caminata con nosotros,
las campanas que repican, tan,
lento, a vacío, tan,
a corazón partido. Y el dulce
cementerio somnoliento
del domingo tardío.
Mamá que dice “enterrarlo
junto a la madre no, no quiero
devolvérselo”. No puedo
despedirme y huyo. Tanto
sol tanta belleza la semana
siguiente a tu partida. En cada
atardecer salí a buscarte.
por el campo, la oración dulcísima
del llano. Y no te hallé
Dije “gracias”, a vos, por vos
por mí. Y a la semana
de tu muerte fui al cementerio,
saludé a tu madre, a tu padre,
a tus hermanos y parientes.
Lloré en la tumba de la abuela
En la tuya, no lloré. No pude
despedirme. Te dejé,
pegadito al ataúd, semillas
de araucaria. Todo empieza. Amén
de tu muerte fui al cementerio,
saludé a tu madre, a tu padre,
a tus hermanos y parientes.
Lloré en la tumba de la abuela
En la tuya, no lloré. No pude
despedirme. Te dejé,
pegadito al ataúd, semillas
de araucaria. Todo empieza. Amén
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