Los poemas no perduran como objetos, sino como presencias. Cuando lees algo que merece recordarse, liberas una voz humana: devuelves al mundo un espíritu compañero.
Yo leo poemas para escuchar esa voz. Escribo para hablar a aquellos a quienes he escuchado.
EL IRIS SALVAJE
Al final de mi sufrimiento
había una puerta.
Escúchame bien: aquello que llamas muerte
recuerdo.
Sobre mí, ruidos, ramas de un pino moviéndose.
Luego nada. El débil sol
parpadeaba sobre la superficie seca.
Es terrible sobrevivir
como conciencia
enterrada en la oscura tierra.
Luego se acabó: aquello que temes, ser
un espíritu, incapaz de
hablar, terminar abruptamente, la rígida tierra
se inclina un poco. Y lo que pensé eran
aves lanzándose sobre los bajos arbustos.
Tú que no recuerdas
tu paso desde el otro mundo
podría decírtelo otra vez: lo que sea
que regrese del olvido vuelve
para encontrar una voz:
desde el centro de mi vida vino
una gran fuente, sombras de azul intenso
en celeste agua de mar.
Louise Glück
Fotografía de Gasper Tringale.
C o m p a r t e l o
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