martes, 1 de octubre de 2019

LOS DIECIOCHO NUNCA SE OLVIDAN


LOS MEJORES AÑOS DE MI VIDA


Agradezco al primer café de la mañana que despierta mi entusiasmo por la vida en mi viaje de paso, al azul del cielo, al claro día que me renueva, a la poesía que sale a mi encuentro sin previo aviso y me ofrece lo mejor de sí, a los paisajes huyendo por los ocasos. Agradezco al recuerdo de mis padres, a su amor presente, a la comprensión de tantas cosas que entendí después de su partida, a la verdad de sus manos, siempre abiertas, a seguirlos queriendo y poder contarlo. A los pocos que me enseñaron con amoroso gesto  y a los otros que no lo hicieron, de los que también aprendí observando y lo sigo haciendo.  Agradezco  al misterio y al hechizo, a la magia de las noches  de San Juan que siguen dándome su brillo y su aliento: a galope sacan los caballos de mi pecho, los que aún no se cansaron de cabalgar, a mi corazón amando y mi sangre engordando en alegría, petando en la hoguera al calor de sus brasas encendidas de recuerdos que conservo y atesoro. Agradezco los días de insomnio cuando  gestaba  el amor primero y no sabía dónde esconderlo,  a mi madre planchando mi pelo los días de fiesta cuando me empezaba a salir el pecho. Al feliz día que abandoné la escuela y el uniforme y  me colé en el baile por vez primera,  tenía quince años: me sacó a bailar un chico y no era uno cualquiera, era alto, moreno y guapo: el que me quitaba el sueño. Rodamos sobre la pista como dos témpanos mudos, aunque los témpanos no ruedan nosotros éramos dos jóvenes que se gustaban y estábamos muertos de miedo, con la música de Matt Monro sonando y girando sobre una misma baldosa, mis manos tímidas apoyadas en su  hombro y las suyas inseguras rodeando mi cintura cogido a un "michelín" desafortunado a modo de cinturón de Saturno que la envolvía por culpa de un pantalón muy ajustado. Memorable momento de incomodidad y bochorno, me quise morir todo el tiempo que duró la canción, que fue eterno, y los días  y semanas que vinieron después. Tanta fue la vergüenza que ya no pude jamás mirarlo a la cara, me escurrí como agua entre rejas, me hice invisible  y desaparecí por y para siempre de su universo. Pero el tiempo de duelo pasó, se olvidó la pesadilla, borré su nombre, limpié el vaho de mi rostro y de nuevo pude contemplarme en el espejo y quererme con todos los encantos floreciendo en mis dieciséis primaveras. Solté mi larga melena, me desprendí de algún kilo de más y me eché al mundo dispuesta a degustarlo trocito a trocito. No hubo resistencia alguna, el mundo y yo nos confabulamos sin mediar palabra y proyectamos un sueño que no tardó en llegar. Contaba con el atrevimiento, la arrogancia y la urgencia de los diecisiete años; años que aún conservo no tan intactos como presentes, nunca  envejecieron. Siempre estaré agradecida a la que fue la mejor época de mi vida, era tremendamente feliz y ese era mi momento y el lugar que me aguardaba era mi sitio. Había llegado la hora de mi vuelo, por fin podía extender mis incipientes alas, mis padres, que muy sabiamente lo percibieron,  no solo no lo impidieron si no que abrieron la puerta de la jaula que me retenía , facilitándome el maravilloso viaje que estaba a punto de realizar a Barcelona, cosa poco común en una familia de los años setenta. ¿Dónde volar? fácil, a la capital, a doscientos kilómetros de mi casa, donde las avenidas y las oportunidades eran lo suficientemente extensas  y gustosas para mis desatados deseos de vivir la vida y seguir creciendo. No tenía miedo,  la independencia y el anonimato que me proporcionaba la ciudad lejos de asustarme me gustaba, mucho más, me apasionaba. Ese era mi lugar, el pueblo nunca lo fue, ¡por fin en casa, me dije! La ciudad y  yo nos atrajimos desde el primer momento y en nada se convirtió en mi hogar. Los primeros flirteos, las conquistas, era una chica de éxito, así lo sentía.  Por vez  primera  pude sentir con suma intensidad el placer y la caricia del viento a mi favor, moverme en libertad sin que nada ni nadie me lo impidiesen y hacerlo con responsabilidad y arrojo, una mezcla perfecta.  Aquella espléndida ciudad moderna, organizada y resuelta me llenó de descubrimientos, un mundo nuevo con infinitas posibilidades se abría ante mis ojos, me incorporé a su pulso con naturalidad asombrosa, me sentía poderosa, encumbrada, y hermosa y me aportó la  dosis de fuerza y confianza que necesitaba.
Corría en el calendario el año 1971 me sentía dichosa, vivía en un estado permanente de enamoramiento y sorpresa,  de cercanía y encuentro, de conquista: había llegado a mi destino. Atravesé puertas, rellené solicitudes de trabajo, cumplimenté cuestionarios psicotécnicos, en los que me hice una gran experta y conocí gente estupenda que me tendió su mano. No estaba sola ni me sentía así, mis padres siempre estuvieron, aunque en la distancia, me facilitaron todo cuanto necesité. Me instalé a vivir con una familia y sus tres hijos junto a La Sagrada Familia mientras decidía como vivir y empecé a moverme segura por el vientre de la ciudad, metros, autobuses, semáforos, despachos, registros de empadronamiento, academias En poco tiempo me hice una ciudadana más y en poco más de tres semanas ya había conseguido mi primer empleo de dependienta en unos grandes almacenes: mis aspiraciones eran otras, no por eso me desanimé, era mi primer empleo, mi primer sueldo estaba entusiasmada y dispuesta a prepararme para conseguir mi objetivo y que una gran empresa me contratara para conseguir mi objetivo,  ese era mi deseo que por el momento se hizo esperar puesto que no reunía ningún requisito más que mi disposición y confianza, no solo no contaba con ninguna  experiencia laboral ni preparación específica, tampoco sabía escribir a máquina, ni tenía la mayoría  de edad, ni hablaba otra lengua que no fuera el castellano. Acababa de terminar el bachillerato y tenía la confianza absoluto de que iba a encontrar un buen trabajo, me lo dictaba el corazón. Así que entendí que mientras llegaba el momento de hacerme oficialmente mayor, debía ponerme las pilas, con lo que retomé mis estudios en una academia y me esforcé en aprender habilidades que me exigían en los trabajos a los que aspiraba. Muchas eran las puertas del futuro donde llamar y realizarme y yo las quería abrir todas, el corazón tenía trazado un plan de ruta solo había que seguirlo, me guiaba por las coordenadas corazón cabeza. Perseguía un sueño y estaba a punto de alcanzarlo y no paré hasta conseguirlo. Solo hicieron falta tres años y tres trabajos medianos que me enseñaron mucho y donde cogí suficientes habilidades y experiencia hasta aterrizar en la empresa multinacional que se convertiría en lo que fue una carrera de éxito personal y  profesional donde permanecí  cuarenta años.
Siempre sonrío cuando recuerdo esos años de "diecidicha, diecilucha y veintefieros felices años de gozo y alegría que brillé con luz propia, en los que fui tremendamente feliz. Por eso lo escribo ahora que necesito una sonrisa y porque empiezo a olvidarlos.
Elena


miércoles, 25 de septiembre de 2019

CUANDO SUENA MI CANCIÓN



Una de las canciones que más me gusta del panorama musical de todos los tiempos es I Say a Little Prayer de Areta Franklin, venía escuchándola hace unos días en el transcurso de un viaje en tren con la cabeza apoyada en la ventanilla y abstraída de todo cuanto me rodeaba. Este canon de esperanza con sus deliciosas armonías y coros cantándole a la vida... a cada instante que se escapa.. ¡Dios cuanta Paz, cómo me gusta! pensé: esta será la canción de mi funeral, la canción con la que me gustaría ser recordada, con la voz prodigiosa que le grita al cielo: estoy aquí, llena de amor, mi corazón desborda amor, escúchalo, es para ti, para siempre, por siempre, soy eterna, mi amor lo es, nunca morirá... Al hilo de ese sentimiento vibrante que esponjaba mi piel y ensancha me cuestioné ¿Cuánto estoy muriendo hoy? ¿que lucecita se apaga en este instante mientras escribo estas letras, que parte de mi persona se borrará en el recuerdo de los otros, cual  se ocultará para no ser más dañado? Así lo cantaba otra voz prodigiosa que nos ha dejado recientemente,  Camilo Sesto: "algo de mí se va muriendo".
El cuerpo envejece y día a día se deteriora por su propia naturaleza biológica, pero y el alma, ¿que le pasa al alma! el alma se apaga y consume como si una vela fuera.  Ese espíritu que nos anima y nos vive por dentro no tiene edad, lo explica el sentimiento frecuente de esa voz interior  del  quinceañero reclamando desde dentro,  que cuando  mira al espejo se descubre adulto. Tras la muerte se genera de nuevo la vida, así lo creo y así lo siento,  lo vemos en la naturaleza y en sus ciclos evolutivos, nosotros no somos menos, pero ¿De qué manera volvemos a nacer de nuevo? no hay respuesta humana capaz de tener el detalle completo de ese proceso, se sabe que la energía no muere solo se transforma, el cuerpo se extingue hasta convertirse en polvo o en ceniza pero no así el alma de la que se dice es inmortal y  busca otros cuerpos donde renovarse para seguir creciendo y experimentando. La materia -intangible e inalcanzable, para nosotros- de su naturaleza no responde a las leyes matemáticas y biológicas que conocemos,  no está a nuestro alcance, solo sabemos que existe algo en forma de sentimiento superior que va más allá y nos trasciende, y es desde ese algo inalcanzable y bajo un estado superior de conciencia que percibimos entre veladuras y pequeñas revelaciones como se renueva la vida. Mucho me temo que no es en la manera secuencial de tiempo y espacio que nuestra mente racional puede imaginar, si no de formas muchas, no se si infinitas o no, en otros espacios indeterminados de frecuencia donde coexiste la vida de manera simultánea. Existen teorías y conocimientos de gente experta, credos y como no creencias religiosas de cómo volvemos a nacer para seguir viviendo en otro cuerpo pero no es ahí donde quiero llegar ahora, donde quiero ir es a saber porqué llora nuestro planeta.
Todos los seres vivos llevamos incorporado un programa inteligente desde el momento de ser engendrados, cuyos patrones replican y se reproducen de manera espontánea y natural. Así fuimos concebidos, así se nos ofrece la vida, cuando no es así porque la destructora mano del hombre muta y altera estos programas y procesos inteligentes en su propia avaricia, y lo hace de manera antinatural y desmesurada arrasando con la vida y haciendo desaparecer especies animales y vegetales, desforestando  bosques, creando alteraciones en el clima que provocan inundaciones salvajes o sequías que dejan sin alimento a millones de personas, sucede que el cielo se rompe y ruge de dolor, como está sucediendo en estos momentos en nuestro planeta, que llora desolado y con furia, que arremete y castiga con la misma intensidad y desmesura del daño que recibe, ella la tierra madre que nos acoge y nos alimenta. No es de extrañar que el agua se lleve por delante todo lo que encuentra a su paso, incluida la vida humana.
Hoy es un día de esos que la lluvia escribe su peor letra fúnebre en la tierra, me gusta pensar que también la alimenta; de nuevo la voz de Areta suena en mi cabeza y juntas rezamos una oración para que se acaben las acciones de tanta inmundicia. La tierra se está muriendo, y nosotros con ella.

Elena

La música tiene el poder de hacerme sentir bien, como ninguna otra cosa. Me da un poco de paz por un tiempo. Me lleva de vuelta a lo que realmente soy.
Gil Scott Heron







miércoles, 11 de septiembre de 2019

UN BYPASS PARA LA POESÍA



Juan Gelman

Entre los adelantos médicos figuran
el by-pass para que siga el corazón,
el láser para entrar a la vesícula
por un agüjerito, y
muchos otros que empujan al cuerpo
contra lo desconocido.
Esta semejanza de la vida
provoca el llanto de la razón.
Nadie estudia los nervios
de la estupidez, las arterias
del mal, la médula del dolor, los huesos
de tanta angustia que gira por ahí
con trazado oscilante.
Hay quien dice que es inútil
porque no hay remedios,
no hay farmacias del alma.
Hay quien dice que esta noche
es igual a todas las noches.
Pero en esta noche canta
lo que nunca tendremos
y el pasado es un canario ciego
que te había visto.
En el vacío de tu imagen
estaba el ancho sol.

Juan Gelman   A Mara






LA POESÍA QUE LIBERA EL ALMA
 POR CRISTINA DOMENECH

lunes, 9 de septiembre de 2019

CUANDO LA SANGRE SE ENFRÍA

Autor Aurelio Huguet

"NO HE FRACASADO, HE ENCONTRADO DIEZ MIL FORMAS QUE NO FUNCIONAN"
THOMAS EDISON


Cada mañana al despertar veo pasar el día por mi ventana y contemplo a mis sesenta y algo un paisaje distinto: como el resto de mortales, soy sutilmente diferente con cada experiencia, con cada día que pasa. El mundo se pasea indiferente a mi mirada cansada, al sentimiento otro con que lo observo. Me saluda, se para un punto y se va: yo respondo ¡buenos días mundo!, aunque no me lo parezca y, disimulo y sonrío aún sin  motivos, porque pese a todo desinterés y apatía por mi persona yo sí lo admiro:  me parece extremadamente bello. Es desde esas dos miradas existenciales que recibo al día unas veces sin paisaje alguno -como cristal empañado- y no alcanzo a ver más que un reflejo desolado con sus marcas de agua. Contemplo en mi cara un desierto árido y desesperanzado mientras pienso qué haré de comer o qué noticia buena me alegrará la mañana. Apuro mi primer café, busco entre los poetas y encuentro en ellos el aliento que necesito, también el alimento perfecto para saciar mis vacíos. Tomo notas en mi agenda también vacía, organizo la semana de insustancias letales, barro pensamientos basura: corrijo sus letras torcidas, salgo a la terraza buscando una señal en mis macetas, indicios de actividad en el cielo,  resurrecciones de muertos, brillos de materia inerte despertando de su letargo. Pienso en la familia, en mis padres,  en la luz de mis pequeñas nietas, necesito sus sonrisas... mi otro alimento. Me esfuerzo en quitarle hierro a la vida cuando se pone fea. Otros día más que veo pasar las nubes de largo sin ningún atisbo de culpa. El sol a lo suyo: calienta, busca acomodo en mi piel y me hace un guiño esta vez: ¡eh Elena!... ¡reinicia!. ¡Elena despierta!

Elena



Pasan las horas de la edad florida
como suele escribir renglón de fuego
cometa por los aires encendida.

Viene la edad mayor, y viene luego,
tal es su brevedad, y finalmente
pone templanza el varonil sosiego.

Mas cuando un hombre de sí mismo siente
que sabe alguna cosa, y que podría
comenzar a escribir mas cuerdamente,

ya se acaba la edad y ya se enfría
la sangre, el gusto, y la salud padece
avisos varios que la muerte envía.

De suerte que la edad, cuando florece,
no sabe aquello que adquirió pasando,
y cuando supo más, desaparece.

LOPE DE VEGA a Don Juan de Urguijo
Epístola XIX (fragmento)

lunes, 2 de septiembre de 2019

AGRADECIDA

Marc Chagall

Agradezco a la sombra del árbol, al caudal manso del río antes de la helada, a la clara luna de esta noche que me acompaña, a los rojos y amarillos oxidados que alfombraran el invierno cuando fermente este verano que ya pasa. Mientras eso ocurre, vivo y olvido, estoy algo cansada. Amanezco en cada madrugada en compañía de Saramago, Pessoa y la Wislawa, amigos poetas que me acompañan en esta travesía adulta de regreso a casa. Otra es la mirada, otras las manos maestras que toman mi hombro y me guían, que ponen palabras y sentimientos a la música que suena dentro de mi. Estoy al sol que más calienta, el que más luz me manda: la poesía. Todos tenemos algo que contar al oído que nos quite peso y gravedad, pero sobre todo todos tenemos mucho que agradecer a la vida. Me gusta como lo hace Girondo en este sencillo poema, a modo de oración. Para el mi agradecimiento ¡gran poeta! y para todas aquellas personas buenas y agradecidas que mejoran la vida con las pequeñas acciones, que se rodean siempre de gente buena, de cosas buenas y de poesía. Gracias






Gracias aroma
azul,
fogata
encelo.
Gracias pelo
caballo
mandarino.
Gracias pudor
turquesa
embrujo
vela,
llamarada
quietud
azar
delirio.
Gracias a los racimos
a la tarde,
a la sed
al fervor
a las arrugas,
al silencio
a los senos
a la noche,
a la danza
a la lumbre
a la espesura.
Muchas gracias al humo
a los microbios,
al despertar
al cuerno
a la belleza,
a la esponja
a la duda
a la semilla
a la sangre
a los toros
a la siesta.
Gracias por la ebriedad,
por la vagancia,
por el aire
la piel
las alamedas,
por el absurdo de hoy
y de mañana,
desazón
avidez
calma
alegría,
nostalgia
desamor
ceniza
llanto.
Gracias a lo que nace,
a lo que muere,
a las uñas
las alas
las hormigas,
los reflejos
el viento
la rompiente,
el olvido
los granos
la locura.
Muchas gracias gusano.
Gracias huevo.
Gracias fango,
sonido.
Gracias piedra.
Muchas gracias por todo.
Muchas gracias.

Oliverio Girondo,
agradecido.


A ti también


lunes, 26 de agosto de 2019

LOS DOS SILENCIOS DE OLGA OROZCO

Hay dos clases de silencio: está el silencio de la pausa, es decir el silencio del vacío, que puede darse por muchas razones. Y está el silencio de la plenitud, que siempre es aparente (enseguida sientes que lo tienes que llenar con algo nuevo).

OLGA OROZCO


Yo, Olga Orozco, desde tu corazón digo a todos que muero.
Amé la soledad, la heroica perduración de toda fe,
el ocio donde crecen animales extraños y plantas fabulosas,
la sombra de un gran tiempo que pasó entre misterios y entre alucinaciones,
y también el pequeño temblor de las bujías en el anochecer.
Mi historia está en mis manos y en las manos con que otros las tatuaron.
De mi estadía quedan las magias y los ritos,
unas fechas gastadas por el soplo de un despiadado amor,
la humareda distante de la casa donde nunca estuvimos,
y unos gestos dispersos entre los gestos de otros que no me conocieron.
Lo demás aún se cumple en el olvido,
aún labra la desdicha en el rostro de aquello que se buscaba en mí igual que en un espejo de sonrientes praderas,
y a la que tú verás extrañamente ajena:
mi propia aparecida condenada a mi forma de este mundo.
Ella hubiera querido guardarme en el desdén o en el orgullo,
en un último instante fulmíneo como el rayo,
no en el túmulo incierto donde alzo todavía la voz ronca y llorada
entre los remolinos de tu corazón.
No. Esta muerte no tiene descanso ni grandeza.
No puedo estar mirándola por primera vez durante tanto tiempo.
Pero debo seguir muriendo hasta tu muerte
porque soy tu testigo ante una ley más honda y más oscura que los cambiantes sueños,
allá, donde escribimos la sentencia:
“Ellos han muerto ya.
Se habían elegido por castigo y perdón, por cielo y por infierno.
Son ahora una mancha de humedad en las paredes del primer aposento”.




ENTRE PERRO Y LOBO

Me clausuran en mí.
Me dividen en dos.
Me engendran cada día en la paciencia
y en un negro organismo que ruge como el mar.
Me recortan después con las tijeras de la pesadilla
y caigo en este mundo con media sangre vuelta a cada
lado:
una cara labrada desde el fondo por los colmillos de la
furia a solas,
y otra que se disuelve entre la niebla de las grandes
manadas.
No consigo saber quién es el amo aquí.
Cambio bajo mi piel de perro a lobo.
Yo decreto la peste y atravieso con mis flancos en llamas
las planicies del porvenir y del pasado;
yo me tiendo a roer los huesecitos de tantos sueños
muertos entre celestes pastizales.
Mi reino está en mi sombra y va conmigo dondequiera
que vaya,
o se desploma en ruinas con las puertas abiertas a la
invasión del enemigo.
Cada noche desgarro a dentelladas todo lazo ceñido al
corazón,
y cada amanecer me encuentra con mi jaula de obediencia
en el lomo.
Si devoro a mi dios uso su rostro debajo de mi máscara,
y sin embargo sólo bebo en el abrevadero de los
hombres un aterciopelado veneno de piedad que raspa
en las entrañas.
He labrado el torneo en las dos tramas de la tapicería:
he ganado mi cetro de bestia en la intemperie,
y he otorgado también jirones de mansedumbre por trofeo.
Pero ¿quién vence en mí?
¿Quién defiende de mi bastión solitario en el desierto, la
sábana del sueño?
¿Y quién roe mis labios, despacito y a oscuras, desde
mis propios dientes.




CORRE SOBRE LOS MUELLES

Hace ya muchos años que corres dando tumbos por estos laberintos
y aún ahora no logro comprender si buscas a borbotones la salida
o si acudes como un manso ganado a ese último recinto
donde se fragua el crimen con las puertas abiertas.
Sólo sé que me llevas a cuestas por este mapa al rojo que anticipa el destino
y que acato las tablas de tu implacable ley
bajo el hacha de un solo mandamiento.
Hemos firmado un pacto de guardianas en esta extraña cárcel que remonta en la noche la corriente,
más abiertas que un faro,
y no importa que a veces me arrebaten las sombras de otros vuelos
o que te precipites con un grito de triunfo en el cadalso.
Porque al final de cada deserción estamos juntas,
con una llaga más, con un vacío menos,
y pagamos a medias el precio del rescate para seguir hirviendo en la misma caldera.
Pero ¿quién rige a quién en esta enajenada travesía casi a ras del planeta?
¿Quién soy, ajena a ti, en este visionario depósito de templos sobre lunas
y jardines errantes sobre arenas?
¿Dónde está mi lugar entre estas pertenencias
por las que me deslizo como la nervadura de un escalofrío?
En cada encrucijada donde escarbo mi nombre compruebo que no estoy.
¡Sangre insensata, sangre peligrosa, mi sangre de sonámbula a punto de caer!
No juegues a perderme en estas destilerías palpitantes;
no me filtres ahora con tu alquimia de animal iniciado en todos los arcanos
ni me arrojes desnuda e ignorante contra el indescifrable grimorio de los cielos,
porque tú y yo no somos dos mitades de una inútil batalla,
ni siquiera dos caras acuñadas por la misma derrota,
sino tal vez apenas una pequeña parte de algún huésped sin número
y sin rostro que aguarda en el umbral.
¡Vamos, entonces, sangre ilimitada, sangre de abrazo, sangre de colmena!
Envuélveme otra vez en esa miel caliente con que pegas los trozos de este mundo
para erigir la torre:
tu Babel de un vocablo hasta el final.
Has fundado tu reino en la tormenta,
bajo el ala inasible de una desesperada y única primavera.
Has acarreado herencias, combates y naufragios insolubles
como el cristal azul de la memoria en la sal de las lágrimas.
Has apilado bosques, insomnios y fantasmas embalsamados vivos
en estas galerías delirantes que solamente se abren para volver a entrar.
Has hurgado en la lumbre de la fiebre y el ocio
para extraer esa tinaja de oro que irremediablemente se convierte en carbón.
Has encerrado el mar en un sollozo y has guardado los ojos del abismo vistos desde lo alto del amor.
Vestida estás de reina, de bruja y de mendiga.
Y aún sigues transitando por esta red de venas y de arterias,
bajo los dos relámpagos que iluminan tu noche con el signo de la purificación,
mientras arrastras fardos y canciones lo mismo que la loca de los muelles
o igual que una inmigrante que se lleva en pedazos su país,
para depositar toda tu carga de pruebas y de errores a los pies del gran mártir o el pequeño verdugo:
ese juez prodigioso que bajó al sexto día,
que está sentado aquí, a la siniestra, en su sitial de zarzas,
y que será juzgado por vivos y por muertos.




CUENTO DE INVIERNO

Nadie me desmintió la primavera, ni el ardor de las ascuas, ni el oro de la fiesta.
Pero hace muchos años que habito en esta choza en medio del bosque,
donde las ramas hablan sin motivo, los silencios son crueles
y en los sueños más bellos se cobijan los lobos.
Tal vez sea la casa de la bruja, o quizás la posada de las ánimas.
No lo sé; lo he olvidado
como se olvida uno las luces y las sombras de costumbre,
o acaso me confunda con el rincón para las penitencias o con el apeadero de los vientos.
Aquí los días tiemblan, tormentosos, porque les temen a las noches;
nunca se asoma el sol, siempre acosado por los largos colmillos del invierno,
y todo cuanto amé se disolvió en las nubes
o me fue arrebatado por unas alas pálidas que llegan y se van
y en cuyas duras plumas se guarece tal vez la eternidad.
¿Cómo llegué a esta cueva sin calor y sin misericordia?
No he dejado guijarros ni migajas de pan como señales de luz para el regreso.
¿Y hacia dónde volver, si todos los caminos me devuelven aquí, como en los laberintos de los niños perdidos?
Aunque quizás no vuelva de nuevo a este lugar sólo porque algún vértigo me aspire,
sino porque lo llevo adherido a mis pies, a mi propia condena.
Lo anticipó la niebla girando con mi paso en el jardín;
lo anunciaba el reflejo de esta casa todavía remota en el estanque;
lo confirma el chirrido de tu llave en la puerta del oxidado amanecer,
cuando ya te aproximas, cuando ya me olfateas, cuando llegas.
Sí, tú, la enemiga invisible con corazón de perro,
sombra de cuervo, rastro de serpiente;
la voraz que consume un poco cada día esta mano que asomo a través de la jaula,
a través de mi cuento, hasta el otro final



MUJER EN SU VENTANA

Ella está sumergida en su ventana
contemplando las brasas del anochecer, posible todavía.
Todo fue consumado en su destino, definitivamente
inalterable desde ahora
como el mar en un cuadro,
y sin embargo el cielo continúa pasando con sus
angelicales procesiones.
Ningún pato salvaje interrumpió su vuelo hacia el oeste;
allá lejos seguirán floreciendo los ciruelos, blancos, como
si nada,
y alguien en cualquier parte levantará su casa
sobre el polvo y el humo de otra casa.
Inhóspito este mundo.
Aspero este lugar de nunca más.
Por una fisura del corazón sale un pájaro negro y es la
noche.
-¿O acaso será un dios que cae agonizando sobre el
mundo?
Pero nadie lo ha visto, nadie sabe,
ni el que va creyendo que los lazos rotos nacen
preciosas alas,
los instantáneos nudos del azar, la inmortal aventura,
aunque cada pisada clausure con un sello todos los
paraísos prometidos.
Ella oyó en cada paso la condena.
Y ahora ya no es más que una remota, inmóvil mujer en
su ventana,
la simple arquitectura de la sombra asilada en su piel,
como si alguna vez una frontera, un muro, un silencio,
un adiós,
hubieran sido el verdadero límite,
el abismo final entre una mujer y un hombre.


jueves, 22 de agosto de 2019

FRACASAMOS SIN HACER RUIDO



“Escribir poesía es un acto de felicidad y también un tormento. Puede llegar a ser una desesperación. Si uno está satisfecho con el resultado, puede llegar a ser un estado de exaltación, como un estado de gracia.”  Joaquin Giannuzzi




Poesia seleccionada de Joaquin Giannuzzi


Paisaje Urbano

Con mis piernas surcadas por una especie de fracaso placentero


y una perspectiva de huesos lentos,

desde la ventana del bar contemplo esta furiosa esquina

donde los átomos se han enloquecido

y se cruzan interminables ríos de motores.

He aquí el mundo

componiendo una música tan excesivamente humana

que un accidente no modificaría la situación.

Yo bebo una cerveza y me pregunto

si valía la pena, si necesitábamos este tumulto,

si este vértigo de la materia triturada es digno de nuestra fe.

Me pregunto también

si está incubando un orden distinto, una desconocida naturaleza,

donde puedan instalarse los jardines

que giran prisioneros por mi cerebro irritado.





Por Alguna Razón

Compré café, cigarrillos, fósforos.

Fumé, bebí

y fiel a mi retórica particular

puse los pies sobre la mesa.

Cincuenta años y una certeza de condenado.

Como casi todo el mundo fracasé sin hacer ruido;

Bostezando al caer la noche murmuré mis decepciones,

escupí sobre mi sombra antes de ir a la cama.

Esta fue toda la respuesta que pude ofrecer a un mundo

que reclamaba de mí un estilo que posiblemente no me

correspondía.

O puede ser que se trate de otra cosa. Quizás

hubo un proyecto distinto para mí

en alguna probable lotería

y mi número no salió.

Quizá nadie resuelva un destino estrictamente privado.

Quizás la marea histórica lo resuelva por uno y por todos.

Me queda esto.

Una porción de vida que me cansó de antemano,

Un poema paralizado en mitad de camino

hacia una conclusión desconocida;

un resto de café en la taza

que por alguna razón

nunca me atreví a apurar hasta el fondo.





Apuntes de Época

Frecuencia de tiroteos

En las inmediaciones de nuestro cuerpo.

Las noches llegan como amenazas secretas.

Explosiones, aullidos de ambulancias y neumáticos,

pasos que se precipitan.

Espasmos de una agitación avanzada.

La vieja época

pierde el ritmo cardíaco, boquea

en el estanque seco de su propia historia.

Detrás de las puertas

cerradas a doble llave, pasador y moral sin dientes

todo el mundo conteniendo el aliento.

Timbales y música a volumen crítico.

El baile de los muchachos

del otro lado de la pared.

Desde aquí no hay mucho que explicar:

acumulo muecas, examino ideologías

pero en conjunto ignoro

si son libres o felices,

qué heroísmo reclaman, qué sueños conciben.

A veces hay un accidente en el tocadiscos

y entonces los muchachos

con puños y pies golpean las paredes

para escapar de estos tiempos difíciles y oscuros.





“la poesía señala resistencia, siempre va a contrapelo de lo convencional, de ciertos códigos. Apunta siempre a la verdad, a la verdad profunda del mundo.”

domingo, 18 de agosto de 2019

EL ARTE DE LOS EXCLUIDOS

M.Teresa Leon


Suele decirse de ciertos poetas que son raros, señalando su extrema originalidad. Pero me atrevo a pensar que los auténticos raros son los que pertenecen a las mayorías mudas y silenciosas, que jamás se ajustan a la supuesta moneda corriente, es decir, a los códigos de circulación social santificados como potables, como decentes, como maduros, y duramente atrincherados para evitar cualquier fisura, para evitara movimientos que impliquen transformación, cambio. Se abre la puerta a esta rareza sólo cuando supone que va a rendir plusvalía, cuando puede convertirse en dinero. Entonces simultáneamente se la congela, se paraliza su poder disruptivo, es la tragedia de casi todas las vanguardias. Por eso creo que el arte que más habla es el que va detrás de la gente, no adelante. Todas las grandes revueltas, ásperas, tormentosas y con hondura lírica o paródica, las lleva a cabo esta mayoría silenciosa, rara, y peligrosa para los que se arrogan el poder de controlarla, expresando necesidad, rompiendo el corsé asfixiante de lo establecido.

Anotaciones del libro La pequeña voz del mundo de la poeta Diana Bellesi




NACE EL POETA CON LA MANO HERIDA
Un poema de Teresa Gracia

Nace el poeta con la mano herida
porque a ras de la palma le han cortado
el cordón en los dedos enredado
con que a su madre musa estuvo unida.

Pero se mueve en el papel caída
dejando siempre por el mismo lado
en filial obediencia a un dictado
la señal de que va perdiendo vida.

Sólo un brazo en el cuerpo la protege
y se la lleva al alma, cuna y tumba
donde entrará también cuando sucumba

el puño que en los versos entreteje
golpes contra el barrote de la pluma
que a la pena mayor, la cárcel suma.

viernes, 12 de julio de 2019

LA HUMANIDAD DE LOS ÁRBOLES

Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol.
Martin Luther King


ÁRBOL

la lenta explosión

de una semilla

Bruno Munari







Un árbol
"Un árbol nos recuerda que para crecer hacia lo alto,
hacia lo espiritual, lo abstracto, es necesario estar bien arraigado en la tierra,
en lo concreto, en la materia.
Es al igual que el ser humano, un ser que une cielo y tierra.
Es el portador del fruto acabado, y al mismo tiempo,
está en pleno proceso de desarrollo.
Nosotros, como seres humanos,
somos la máxima expresión de la creación y al mismo tiempo
estamos aún en proceso de crecimiento".
Fiedrich Nietzsche


Los árboles son las columnas del mundo, cuando se hayan cortado los últimos árboles, el cielo caerá sobre nosotros.Proverbio Indio



A UN OLMO SECO

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.

Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
Antonio Machado



Los árboles son un esfuerzo sin fin de la tierra para hablar con cielo que escucha.
Rabindranath Tagore




Si quieres pájaros, planta árboles.





Creo que nunca veré
un poema tan hermoso como un árbol.
Un poema cuya boca hambrienta esté pegada
al dulce seno fluyente de la tierra;
un árbol que mira a Dios todo el día.
Y alza sus brazos frondosos para rezar.
Un árbol que en verano podría llevar
un nido de petirrojos en sus cabellos.
en cuyo pecho se ha recostado la nieve;
quien vive íntimamente con la lluvia.
Los poemas son hechos por personas como yo.
Pero sólo Dios puede hacer un árbol.
Joyce Kilmer




No podemos engañar a la naturaleza, pero sí podemos ponernos de acuerdo con ella.

Antonio Gaudí




Todo cambia y nada permanece. Y no habría belleza, ni danza ni movimiento si las estaciones no alborotaran los colores y del follaje de los arboles no se desprendiera amarillo en el atardecer.
Gioconda Belli




Hoy me siento como un árbol
que se supiera mujer;
Ya no quebradiza rama
sino rotunda intuición,
y la sólida certeza
de saber donde es que estoy.




Las raíces de mi cuerpo 

ha bendecido el amor.
He florecido en la espuma
regada por la pasión,
por el semen generoso de la vida
y el dolor.

Aprendí que las derrotas

cicatrizan como heridas
y que se vuelve a la lucha
y se retoman las bridas.

Hoy me siento como un árbol

que se supiera mujer.
Alta, fuerte, bien vivida,
y en plena madurez.

Gioconda Belli




Los árboles siempre han sido los predicadores más persuasivos para mí. Los adoro cuando están en poblaciones y familias, en el bosque y en los bosques. Y aún más, los amo cuando están aislados. Son como hombres solitarios. No como ermitaños que huyeron por alguna debilidad, sino como grandes hombres solitarios, como Beethoven y Nietzsche.
Herman Hesse





Ante ciertos árboles de troncos perfectamente rectos, siento algo así como un vértigo moral.
Lorenzo Oliván


Veo dondequiera en la naturaleza, por ejemplo en los árboles, capacidad de expresión y, en cierto modo, un alma.
Vincent van Gogh





¿Qué nombre tengo, cuando un árbol me llama?

Fabrizio Caramagna







TODO ERA VERDAD BAJO LOS ÁRBOLES

Existían tus manos.
Un día el mundo se quedó en silencio;
los árboles, arriba, eran hondos y majestuosos,
y nosotros sentíamos bajo nuestra piel
el movimiento de la tierra.

Tus manos fueron suaves en las mías
y yo sentí la gravedad y la luz
y que vivías en mi corazón.

Todo era verdad bajo los árboles,
todo era verdad. Yo comprendía
todas las cosas como se comprende
un fruto con la boca, una luz con los ojos.


Antonio Gamoneda


Hay abedules que de noche levantan sus raíces, y tú no creerías nunca que de noche los árboles caminan o se convierten en sueños.
Alda Merini


Los únicos seres vivientes en este universo que no producen ruido ni desechos.
Mario Andrea Rigoni






También los árboles, en primavera, escriben poesías. Y los bobos piensan que son flores.
Donato Di Poce




Un árbol gastado por el viento, áspero y lleno de cicatrices un día me dijo:
“No tengo la verdad, pero puedo decirte que en este mundo, donde todos se esfuerzan por ser hermosos y originales, pocos tienen realmente el coraje de ser auténticos”.
Fabrizio Caramagna

A veces, un árbol humaniza un paisaje mejor que como lo haría un hombre.Gilbert Cesbron



El árbol es el éxito más grande de la naturaleza.




BOSQUE
Cruzas por el crepúsculo.
El aire
tienes que separarlo casi con las manos
de tan denso,de tan impenetrable.
Andas. No dejan huellas
tus pies. Cientos de árboles
contienen el aliento sobre tu
cabeza. Un pájaro no sabe
que estás allí, y lanza su silbido
largo al otro lado del paisaje.
El mundo cambia de color: es como el eco
del mundo. Eco distante
que tú estremeces, traspasando
las últimas fronteras de la tarde.
Ángel Gonzalez

Los árboles no traicionan, no odian, emanan solo felicidad y amor. Por eso el hombre estando cerca de los árboles, advierte una corriente positiva y regeneradora.
Romano Battaglia

Encontrarás mucho más en los bosques que en los libros. Los árboles y las rocas te enseñarán lo que no pueden decirte los maestros.
San Bernardo


Árbol, buen árbol, que tras la borrasca
te erguiste en desnudez y desaliento,
sobre una gran alfombra de hojarasca
que removía indiferente el viento...

Hoy he visto en tus ramas la primera
hoja verde, mojada de rocío,
como un regalo de la primavera,
buen árbol del estío.

Y en esa verde punta
que está brotando en ti de no sé dónde,
hay algo que en silencio me pregunta
o silenciosamente me responde.

Sí, buen árbol; ya he visto como truecas
el fango en flor, y sé lo que me dices;
ya sé que con tus propias hojas secas
se han nutrido de nuevo tus raíces.

Y así también un día,
este amor que murió calladamente,
renacerá de mi melancolía
en otro amor, igual y diferente.

No; tu augurio risueño,
tu instinto vegetal no se equivoca:
Soñaré en otra almohada el mismo sueño,
y daré el mismo beso en otra boca.

Y, en cordial semejanza,
buen árbol, quizá pronto te recuerde,
cuando brote en mi vida una esperanza
que se parezca un poco a tu hoja verde...
Antonio Machado


Quien siembra en el espíritu planta un árbol a largo plazo.




EL CIPRÉS DE SILOS

Enhiesto surtidor de sombra y sueño

que acongojas el cielo con tu lanza.

Chorro que a las estrellas casi alcanza

devanado a sí mismo en loco empeño.

Mástil de soledad, prodigio isleño,

flecha de fe, saeta de esperanza.

Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,

peregrina al azar, mi alma sin dueño.

Cuando te vi señero, dulce, firme,

qué ansiedades sentí de diluirme

y ascender como tú, vuelto en cristales,

como tú, negra torre de arduos filos,

ejemplo de delirios verticales,

mudo ciprés en el fervor de Silos.
Gerardo Diego





La poesía es un árbol sin hojas que da sombra.
Juan Gelman



jueves, 11 de julio de 2019

SABINA Y POESÍA PARA TODOS

La poesía huye, a veces, de los libros para anidar extramuros, en la calle, en el silencio, en los sueños, en la piel, en los escombros, incluso en la basura.
Joaquín Sabina

Para los que viven sin patria ni dueño y para los que en verano prefieren el tango y morir bailando





Sabina Joaquín, CAMBIA VERSOS POR PENAS


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