domingo, 20 de diciembre de 2020
EL ETERNO INSATISFECHO
viernes, 11 de diciembre de 2020
LILA, LA QUITA PENAS
vive Lila, puerta con puerta.
brinca, salta, me envuelve
Toma mi falda
La «quita penas»
para Adriana,
hace un par de años
y un rellano, que atravieso cada día
pero ella no atiende a razones
la compañera leal
No hay llamada al orden
que contenga a la perrita,
que aquiete su entusiasmo,
muy seria, la dejo de hablar un rato.
como no le hago caso
como el que dice: ¡ya es tiempo, vamos!
piropos corrientes
martes, 1 de diciembre de 2020
MATERIA ECLÉCTICA
Te mando mi cariño Alena. Mujeres como tú le hacen falta a este mundo, recuérdalo cuando te sientas triste, herida, enferma en esta camisa estrecha que nos obligan a llevar, que tanto nos reduce y debilita. Este poema va dedicado a ti. Me siento orgullosa de mujeres como tú.
![]() |
Úrsula K.Legin, Escritora |
Soy feliz por estas manos
que escriben, que pasan páginas
que sirven al amor.
Infinita y cambiante,
como un paisaje en marcha,
voy y vengo por los caminos del mundo
con una hoguera encendida en el pecho.
Como tú, estoy hecha
de retazos y de costuras,
de amor, que sabe a albaricoque
madurado en el árbol:
de él la flor que hila,
la rama que al aire teje
el drama del pétalo herido
en la hierba.
A pesar del frío,
de la humedad de los tristes,
del desconche en las paredes
con meada de perro,
del debate político, del tráfico,
de la pesada hormigonera que arrastro,
vivir me gusta
en esta intemperie.
Corazón de ballena
ala de abeja, brizna, escombro,
semilla, fruto, soplo
cúmulo nimbo.
Poeta, sí
poeta.
Elena Larruy
sábado, 28 de noviembre de 2020
ASÍ SE CONSTRUYE EL HOMBRE
Nuestro verdadero Currículum Vítae, dice Félix Grande debería escribirse por las derrotas más que por la larga lista de éxitos y méritos académicos. La carta de presentación no deberían ser los logros obtenidos, ni los premios ganados ni las ediciones de libros vendidos. En nuestro rostro están impresas las noches sin dormir, los desvelos, las humillaciones recibidas, el esfuerzo, las renuncias, la cara del padre enterrado. Todo está ahí. La verdadera esencia de la hechura humana. Así su rostro, su gesto y su mirada.
viernes, 20 de noviembre de 2020
ESTO ES AMOR
Las conveniencias del tiempo
los condenaron al fracaso,
exquisiteces comieron los primeros años,
al mundo aportaron tres hijos
cobijo y techo les dieron
alguna causa de peso
"a-ti-me-uno-para-toda-la-vida"
"a-ciegas-me-la-juego-bajo-tu-techo".
Nosotros sin embargo
lo hicimos mejor,
lo nuestro no fue un convenio,
«lo nuestro era amor».
Unos y otros fuimos consagrados
en el altar de los sacrificios
de las mariposas que sueñan
ante un notario del cielo
y su escribano.
Los condenados del lazo
jurábamos todos lo mismo
en el mismo abismo eterno:
en el mismo libro
pura palabrería humana.
Ahora que sabemos
que la vida no iba en serio
podría decirse
que incluso la pena prometida valiera
que todo fuera crucial y humano
no importa si farsa, ilusión robada o engaño
para que unas mariposas consentidas
dieran lugar al feliz desenlace
de los años
cuando uno ya vivido
para entregarse
fuera de todo tiempo y artificio.
sábado, 14 de noviembre de 2020
AFORISMOS DE JESÚS AGUADO
miércoles, 4 de noviembre de 2020
NO ME FIO
No me fío de los ocasos huyendo siempre con mi caja de pinturas.
No me fio de las sogas que no trenzan.
No me fio de los que quieren a medias, a calcetines a sudaderas de marca…
No me fio de los que dicen tenerla muy larga: no me fío un centímetro.
No me fio de la luz que arrojan los recibos de las eléctricas.
No me fío de los seguros a todo riesgo que no cubren las contingencias del corazón: ¡tan sensibles a ser dañados o robados...!
No me fío de “los mejores” «temporeros de las cumbres» cayendo de las torres más altas.
No me fío de los puentes, de los viaductos, de los rascacielos suicidas.
No me fío del que cuando viene no me encuentra, y cuando voy se ha ido.
No me fío del que nunca tiene tiempo y nunca se mueve de sí mismo.
No me fío del que para alejarse solo huye y no sabe quedarse quieto.
No me fío del que a todas horas pide perdón para seguir ofendiendo.
No me fio de los nombres predestinados a tener migrañas y jaquecas, como Dolores, o Armando, siempre a la gresca y aquellos que llamándose Amador siempre estén dispuestos a pasar la noche fuera.
No me fio de los que al pan llaman vino...y te invitan a su mesa.
No me fío de una cara que no me invita a quedarme.
No me fio de los sujetos brillantes con mala estrella.
No me fio de los torsos trenzados en los gimnasios.
No me fío de la gente edulcorada que me provoca caries.
No me fio de los que nunca se desmelenan. No me fío ni un pelo ni una pestaña.
No me fio de la soledad de los que se abandonan.
No me fio de los que adulan con exceso, en realidad están tomando tus medidas con dudosas intenciones
No me fío de los que dicen amar con locura. Me gustan los cuerdos que aman sin hipérboles ni ñoñerías.
No me fío del que teniendo solo da, y nunca las gracias, solo las espera.
No me fío de los que guardan lo inútil y no se deshacen de ello porque siempre lo tienen nuevo.
No me fío del que no se sabe mejorado, ni se lo exige, cada día que pasa.
No me fío del amor sin dolor.
No me fio del dolor sin gozo.
No me fio de la alegría sin tristeza.
Ahora que todos llevamos puesta la mascarilla «No me fio de que en la mirada esté todo dicho».
viernes, 23 de octubre de 2020
EL PESIMISMO
Que acertadas palabras las de Benjamín Prado en esta sentencia. No hay nada que me guste menos que un pesimista. Huyo lejos cuando tengo uno cerca, confío en no coincidir con ningún "agonía" en vacaciones ni en ningún vuelo o evento.
El cerebro es una estación emisora, recibe y emite señales a través del pensamiento que se trasforman en acciones y hechos. Mucho se habla del poder mental para la sanación, poco de los efectos contrarios. Un pesimista se pasa el día llamando al mal tiempo y viendo el lado feo de las cosas. Al pesimista siempre le pasan cosas, y ninguna buena. ¿Por qué será?... Mientras él se queja del viento, el optimista revisa las velas esperando que llegue.
El pesimismo conduce a la debilidad y el desgaste, el optimismo nos hace poderosos y saludables. También es verdad que tanto el optimismo como el pesimismo a veces son dos simples poses. Tampoco lo olvidemos.
Los pesimistas están encantados con el mundo «que les da la razón». Para ellos todo son calamidades y males. ¡No se pierden ningún telediario! «Tiempos pasados fueron siempre mejores» tienen un empeño insistente en querer cambiar el mundo. En ellos no hay indicios de positivismo, es normal que las cosas les salgan mal, que se les llame gafes. La mayoría de pesimistas no ven la oportunidad que les ofrece una dificultad, ellos solo ven desgracia.
José Saramago contaba no tener tiempo ni edad para el pesimismo: "Yo no soy pesimista ¡ya el mundo en sí es suficiente pésimo!" Yo siempre pensé que la vida del pesimista era muy corta, sin embargo no fue el caso del escritor argentino Ernesto Sabato: Algunos supondrán que, por mi manera de ser, propensa a la melancolía y el pesimismo, estos 90 años con los que cargo encima acabarán por desalentarme; sin embargo, es todo lo contrario. Se podría decir que fue un pesimista resistente, que seguro tenía cualidades en su personalidad que contrarrestaban el agravante pesimista. Algo parecido le pasaba a Berlanga, el director aragonés de cine, otro pesimista de catálogo ─según cuentan leyendas urbanas─, que compensaba su pesimismo con humor. La cosa no parece tan grabe.
En fin y para bien, mejor no llamar al mal tiempo ni en las peores condiciones. Hay asuntos que no podemos cambiar, pero lo que sí podemos hacer es cambiarnos a nosotros: nuestro modo de pensar, nuestro modo de vivir, nuestra manera de actuar; Mejorarnos está en nuestras manos. ¿No os parece?
Elena Larruy
martes, 13 de octubre de 2020
PALABRAS CON TRAMPA
A mí lo que me gusta es dar las gracias. Me siento agradecida con
el mundo. También es cierto que no siempre, porque a veces me enoja y le pido
cuentas en forma de réditos: no sé si eso resta o son dos cuentas diferentes,
si una es más de ahorro y otra más
corriente. La cuestión es que me gusta la palabra “gracias”: es de mis favoritas, nunca me canso de
darlas. La utilizo a diario y jamás se me gasta.
Con la edad he aprendido a mejorar mis agradecimientos. Ahora miro a las personas de frente y les doy
las gracias por su ayuda y su buen trato. Esta misma mañana me ocurrió con la
higienista que me atendió en el dentista, hizo conmigo un trabajo excelente. Le
expresé mi gratitud por su profesionalidad y su delicadeza.
Todo el mundo debería hacerse una limpieza un par de veces al año: ¡soltamos tanta basura por la boca!…
palabras enojadas, mal sonantes, hirientes y heridas… equivocadas, de mal gusto, palabras que nos llenan la boca de
incrustaciones con sarro. Hay otras que no pronunciamos, las que solo se
piensan, esas nos ensucian con un regusto ácido y amargo. Incluso aquellas de
agradecimiento que no damos, esas también fermentan y se
vuelven en contra.
Las palabras de agradecimiento más sinceras que yo he escuchado, se las
dio mi brazo izquierdo a mi otro brazo, cuando me rompí el radio y me
quitaron la escayola. El brazo herido apareció blanco, escuálido y desvalido, el
otro lo acogió en el suyo con delicadeza y lo ajustó a mi pecho con la misma
ternura que se coge en brazos a un recién nacido. En ese momento, ─sin mediar
palabra alguna─ yo escuché las gracias más de verdad que había escuchado nunca.
De la misma manera que la
amabilidad con los otros es esencial en la convivencia, las palabras que nos decimos a nosotros son de
vital importancia. Porque ¿cuantas veces ─en ese monólogo interno en el que
andamos metidos─ nos damos permiso, o le pedimos perdón por el mal trato que a
veces nos damos? y ¿Cuántas otras le agradecemos? Pocas o ninguna… incluso iré
más lejos, hasta llegamos al insulto. Yo lo hago, me llamo: fea, insulsa, cateta.
Las más de las veces me grito tonta, cabezona,
otras es el espejo el que me increpa: floja, pazguata, perezosa…
Deberían enseñar a callar en todos los idiomas dice la Wislaba. En
eso estamos de acuerdo.
Elena Larruy
lunes, 5 de octubre de 2020
DESAPRENDER ES POSIBLE
Cada cosa que aprendes es una mentira menos que te pueden contar. Con este aforismo que tomo de Benjamín Prado doy comienzo a una serie de columnas con las que quiero reflexionar. Te invito a participar.
En las vacaciones del año pasado viajaba con un grupo de personas, entre las que se encontraba una joven mexicana residente en España, había venido a hacer un master a nuestro país hacia unos cuatro años, conoció el amor y se quedó a vivir. En la convivencia de dos semanas viajando por Tailandia compartimos muchos momentos de experiencias y confidencias con el grupo. En una de esas tardes de charlas descansábamos sentadas en la cama de la habitación que compartíamos, no recuerdo cual era el tema pero mi amiga Rosa y yo le dijimos que nosotras ahora estábamos en la etapa de desaprender. Ella que se ganaba la vida dando clases de desarrollo personal a través de una página web cazó al vuelo el término ¿desaprender? ¿qué queréis decir con desaprender? nos preguntó de inmediato. Desaprender es otra forma de seguir aprendiendo, le dijimos. Es dudar y cuestionarse lo aprendido. Actualizar las ideas, los credos, las rutinas. Informarse de fuentes fiables para construir más pensamientos propios y no tanto heredados. A eso llamábamos desaprender. ¡Uhmmm! se quedó escuchando y tomando notas de lo que estaba oyendo. Interesante dijo la despierta y extrovertida mexicana. Le habíamos dado pie a la duda que la llevaría con toda seguridad a abrir muchas más puertas.
De la misma manera que para encontrarse primero nos hemos de perder, para desaprender primero es necesario aprender. No hay nada más relevante que la educación. Primero nos educan, después en la etapa adulta, tenemos el deber de educarnos continuamente, sabiendo que la capacidad de cambio que tienen las neuronas decrece con el tiempo, según apuntan los neurocientíficos. Así que no perdamos tiempo ni ocasión de revisar patrones de conducta, comportamientos, mitos y creencias heredadas. No perdamos tiempo ni ocasión de seguir haciéndonos preguntas.
Elena Larruy
Cómo pensamos, decidimos y aprendemos por Mariano Sigman, neurocientífico