LA DIVINIDAD EN EL ARTE
No se puede buscar a Dios desde la interpretación intelectual: ahí no
habita, o si lo hace solo está de paso. Vive entre líneas y espacios ocultos a
la lógica de un razonamiento.
La divinidad existe en todo proceso creativo, y se percibe desde un estado de silencio y
armonía con una una mente aquietada, conectada a una red pacífica y amorosa.
Desde ese escenario se puede sentir la
atmósfera y pulsión con lo divino.
Cuando me recojo en mi escritura como hago ahora, la estoy sintiendo.
Antes he dejado fuera mis preocupaciones. Me siento fresca y ligera, como una mañana temprana de Mayo. Mi
corazón aquietado, es como el lecho del río, que se deja acariciar; como su
vereda, por donde fluyen mansos los pensamientos. Nada me detiene ni sujeta. Si no lo impido, con el forcejeo de mis
pensamientos, permito que todo suceda de
manera natural. Estoy en presencia de lo divino. Y desde ese estado de gozo y
serenidad acontece la experiencia inconfundible, genuina, auténtica.
Yo puedo percibir a Dios contemplando un cuadro de Modigliani, en un insignificante gesto de cariño, mirando la luna llena de de San Juan, acariciando la melena de mi nieta -son su cabeza apoyada en mi regazo- mientras miramos juntas una película. Lo puedo sentir abstraída en un bosque de hayas, bañada de los amarillos y rojos de otoño, o entre los rayos de sol que se
cuelan por los entrehilos de la cortina colgada en la habitación en la que me encuentro, donde cuelgo la mirada que nada ve.
Aurelio Huguet |
Cuando no juzgo y logro frenar el torrente de pensamientos que
me invaden, también puedo oírlo. ¿Y quién
es él? nos preguntamos a menudo. Me temo que más que menos veces Dios es una
creencia heredada: no cuestionada, sujeta a dictados, ritos y conductas perfectamente orquestadas. Para cada uno de nosotros es
algo diferente; cada cual lo interpreta y
viste con el hábito que más se le parece, por cultura y formación; se le pone
alas, cetros, coronas, intenciones, palabras robadas, credos, dogmas (…) Este no es mi Dios.
Mi Dios se expresa cuando vibro en un sentimiento de perfección y amor,
cuando no temo, cuando me reconozco en
los otros, cuando llevo dibujada en mi cara una sonrisa limpia, cuando "siento
la pureza" -sin interpretaciones-, cuando no necesito defender ni justificar mi verdad, cuando para quererme me sobran los intermediarios, cuando yo misma soy el prójimo.
Desde ese sentimiento de perfección que describo, construyo y creo. Y sucede que cuando coloreo el lienzo, anoto en la partitura, o dibujo
la estructura de un boceto que busca el
equilibrio, estoy impregnando de belleza y sensibilidad la obra creativa, la que más tarde compartiré con los otros para ser sentida, observada y disfrutada.
Es en ese proceso de alumbramiento creativo “musical” donde la letra:
la mente organizada, con la música: el espíritu intuitivo, se confabulan para
dar lo mejor de sí, la esencia de lo divino.
El arte en todas sus facetas nos ayuda a entendernos y acercarnos a los otros -la comunión-. En cualquier manifestación de arte hay
belleza, la veamos o no. El arte y la creación se construyen de la mano de Dios. Su paraíso
siempre está a nuestro alcance.
Elena Larruy