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viernes, 20 de junio de 2025

UN ROPERO NUEVO PARA MI ALMA

                                                                            

UN ROPERO NUEVO PARA MI ALMA

El alma atesora un gran ropero de vestidos, trajes y atrezos, de todas las medidas y colores con diferentes formas y hechuras, para múltiples funciones, con las que viste y reviste a la persona en su paso por la vida. En cada una de ellas el actor puede cambiar su estatus, su circunstancia, su contexto, su país, su ciudad, su familia… En definitiva, su experiencia de vida. Es la asistenta que todo lo sabe, que todo lo tiene, que todo lo ve, que todo lo escucha. Conectada a la fuente superior de un Todo al que pertenece.

Contaba Jesús Callejas, en una reciente entrevista con Risto Mejide, que no le asustaba la muerte, porque creía en la inmortalidad del alma. Yo, siento lo mismo que piensa Callejas, que el alma nunca muere, ni envejece ni enferma. Trae incorporada “de origen” una inteligencia autónoma innata, muy alejada de nuestra limitada comprensión. Su misión es vivir eternamente aprendiendo, mejorando su parte, y la de la especie; enriqueciéndose de conocimientos que exploran en lo más hondo de los fundamentos de la realidad del Ser, y que se expresan de forma sutil y entrevelada.  

De este saber etéreo extrasensorial se desprende una dimensión infinitamente fondeable, de textura resbaladiza y nada palpable, que se nos escapa como línea de horizonte huyendo, pero que a la vez nos permite disfrutar y aprender del viaje de la vida y su paisaje de inestimable valor.

El alma existe. Aunque una parte de la mente no la reconozca. Aunque a la ciencia, que explora en lo intangible de sus pulsiones vivificadoras, le incomode llamarla por su nombre. Aunque muchos, entre los que no me encuentro, defiendan que solo es una creencia, fruto de una necesidad humana, por su temor a la muerte. Somos naturaleza viviente y sintiente, en diferente grado y estado de desarrollo.  

Aristóteles (384-322 a.C.)  el que fue la máxima autoridad del pensamiento creador del primer gran sistema filosófico y de la ciencia occidental, no concebía la materia viviente sin el alma, sin la “esencia” como la llamaba.  No se puede entender la existencia de lo que existe y es haciendo vivir al alma en las mazmorras, soterrada y olvidada en la más absoluta oscuridad. El alma no es una cenicienta.

Cada día de nuestra existencia el cuerpo se desgasta, degrada su biología de materia orgánica, muere lentamente, poco a poco se va apagando; pero no así el alma que la asiste. Hay un momento en que esta ha cumplido su función y necesita transformarse. El alma necesita una mudanza, un cambio de estado, de casa, de pareja, de trabajo, de ciudad, de ropero, de experiencia… Porque su misión en esta y otras vidas no es otra que mejorar su condición, aprender y aumentar su valor, extendiendo su saber al Todo al que pertenece, y del que a la vez se retroalimenta.

El alma necesita un vestidor nuevo, cada vez que cambia su estado. Como el que yo ahora vivo en mi vida nueva con otra pareja. No me ha hecho falta una muerte física, mis órganos y mi cuerpo responden, están sanos y fuertes. Para el alma el tiempo y el espacio no son lineales ni secuenciales. Conforme crece, se supera y evoluciona la conciencia de la persona, se expande y experimenta en planos superiores de mayor vibración.

Reproducirse es el proceso natural de la vida, en un movimiento constante universal de transformación. Vida y muerte son pulsiones que van juntas.   

Un alma despierta exige una vida sana.  Proyectos, ilusiones, compromisos, voluntad, colaboracionismo, a veces soledad. Observación de todo cuanto acontece a su alrededor, de cuáles son las señales que la alertan, de cual su acometida, su responsabilidad. ¿Cuál es nuestro compromiso? ¿Escuchamos sus demandas? ¿Sus necesidades, que son las nuestras? Cuando acompasamos esa fuerza motriz interna que nos incita el alma, moviliza nuestra sonrisa, estamos fértiles; la verdad se manifiesta en nuestro rostro, la nuestra; mejora nuestro estado físico y emocional. Ese es el mejor curriculum vitae; la mejor carta de presentación. Cuando damos la mejor versión de nosotros. Eso es, sin duda a equivocarnos: Tener éxito.    

Hace poco más de un año que me separé, del que fue mi compañero, mi esposo, mi amigo, mi pareja de vida.  Estuvimos juntos cincuenta años. No hubo nada que perdonar, nada que reprochar. Había llegado el momento de la separación, no teníamos nada más que darnos, lo consumimos todo. Nuestra vida de pareja se había desgastado, como se desgastan unos zapatos viejos. La convivencia se convirtió en algo monótono y desilusionante. Había que tomar decisiones, y lo hicimos de una manera madura y reflexiva.  El alma nos pedía a los dos un fin de contrato, para devolvernos la alegría de la convivencia que habíamos perdido. Claro que hubo dolor y duelo, es condición de la vida que lo haya, pero no lo vivimos como un fracaso, ni hubo desgarro, ni nos hicimos daño. La vida nos había preparado, estábamos entrenados, no para este envite, que por ambas partes nos era desconocido, pero sí para retos superiores. Personalmente traté al dolor como un aliado amigo, y de ahí la fuerza, la comprensión y el amor de las personas amigas y de la familia que me ayudaron a superar el duelo. La nuestra es una familia responsable y pacificadora. Honesta. Y ese y no otro fue el trato que le dimos a nuestra separación. Aunque cada uno haya tomado caminos diferentes, nunca dejaremos de ser la familia que fuimos.  

En los primeros pasos de mi recién estrenada vida con Winni, desarmada y desnuda, mi alma se viste de novia y se entrega libre de cargas pesadas, deudas y equipajes, enseres y objetos que no necesito, de hábitos deshilachados y pensamientos amarillos. Habilito los espacios de mi nuevo hogar con especial atención y cuidado.  No sé todavía con suficiente claridad cuál será el papel que representaré, ni el vestuario para mi recién estrenada vida. Me toca un Vivir renovado más despierto y auténtico, con enseñanzas nuevas. Tengo junto a mí al maestro. Lo elegí con cuidada insistencia. También desconozco las prendas que vestirá mi alma en los rodajes de esta novel vida que ahora comienza, ni el papel que interpretará junto al que ya es su nuevo compañero de baile, de escena y de vida. Lo que sí sé es que la vestiré con especial cuidado; de ahí mi ropero nuevo.  


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