Hasta que no llegaste no tuve casa.
Tú ni siquiera lo sabes.
A MIS PERROS
Suerte que tengo mala memoria
y olvido los agravios.
Suerte que tengo poco que perdonar,
suerte que he podido olvidar
que un día estuve tan triste
que me quise morir de pena,
y suerte que entonces
saltaste sobre mis piernas,
te acomodaste en ellas
y me ofreciste tu lomo
para que notara en él el latido de la vida.
Begoña Abad