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lunes, 26 de junio de 2017

HACER REAL LA VIDA Y DARLE VALOR

Somos un complejo laberinto de pensamientos, emociones, necesidades, conocimientos y vivencias que necesitan de la voz escrita para ordenarse y entenderse. Hacer real lo irreal a través de cualquier lenguaje escrito. Cuanto más concreta y precisa es la palabra más visual y entendible es la voz. Sin embargo hay formas en el lenguaje y en general en cualquier manifestación artística,  que nos cuesta entender, por estar expresadas de manera, dijéramos,  abstracta o surrealista, poco comprensibles al entendimiento lógico y razonado. Son voces con otra ordenación subconsciente, que requieren de especial sensibilidad y confianza, para su comprensión. Fernando Pessoa las conocía todas, y nos las hizo llegar a través de sus personajes heterónimos. La que muestro a continuación es la de Bernardo Soares. 

Habitaciones junto al mar Edward Hopper

La mayoría de las personas enferman por no saber decir lo que ven y piensan. Se dice que no hay nada más difícil que definir en palabras qué es una espiral: es necesario, se dice, dibujar en el aire, con la mano y sin literatura, el gesto ascendente y ordenadamente enroscado con el que aquella figura abstracta de los muelles o de algunas escaleras se manifiesta ante nuestros ojos. Pero siempre que nos acordemos de que decir significa renovar, podremos definir sin dificultad una espiral: es un círculo que sube y sube si llegar nunca a acabarse. Se muy bien que la mayor parte de la gente no se atrevería a definirla así, porque supone que definir es decir lo que los otros quieren que se diga, y no lo que es preciso decir para definir. Lo diré aún mejor: una espiral es un círculo virtual que se desdobla subiendo sin nunca realizarse por completo. Pero no, esta definición todavía es abstracta. Buscaré lo concreto, y así todo podrá visualizarse: una espiral es una serpiente enroscada verticalmente en torno a nada. 
Toda la literatura consiste en el esfuerzo para hacer real la vida. Como todos saben,  incluso cuando actúan sin saber, la vida es absolutamente irreal en su realidad directa; los campos, las ciudades, las ideas son cosas absolutamente ficticias, hijas de nuestra compleja sensación de nosotros mismos. Son intrasmisibles todas las impresiones salvo si las volvemos literarias. Los niños son muy literarios porque dicen tal como sienten y no tal como debe de sentir quien siente según otra persona. Oí una vez a un niño que, queriendo decir que estaba a punto de llorar, no decía: "tengo ganas de llorar", que es lo que diría un adulto, es decir, un estúpido, sino: "tengo ganas de lágrimas". Y esta frase, absolutamente literaria, hasta el punto de que resultaría afectada en un poeta célebre sí pudiera llegar a decirla, explica sin ambages la presencia cálida de las lágrimas que saltan de los párpados conscientes de la amargura líquida. "¡Tengo ganas de lágrimas!". Aquel chiquillo supo definir bien su espiral.
¡Decir! ¡Saber decir! ¡Saber existir a través de la voz escrita y de la imagen intelectual! Todo esto es lo que en la vida vale: lo demás son hombres y mujeres, amores supuestos y vanidades ficticias, subterfugios de la digestión y del olvido, gentes removiéndose como bichos cuando se levanta una piedra bajo el enorme pedregal abstracto de un cielo azul y sin sentido.

Fernando Pessoa
Libro del desasosiego
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