Sucedió en el 2020 a mediados de Octubre. Dos amigas y yo íbamos a pasar unos días a Palacios de la Sierra, un pueblecito de Burgos, invitadas por una de ellas: Carmen. Llevábamos preparando el viaje desde el verano, teníamos muchos deseos de salir de la ciudad, tocar tierra, ver cielo, conocer nuevos paisajes. Todo estaba preparado, listas las maletas y las ganas. Nuria recogería a Carmen con el coche en un punto estratégico de la ciudad, luego me recogería a mi, le venía de paso para tomar la Gran Vía dirección Lérida-Zaragoza. Haríamos una parada en Soria para comer algo y descansar, probaríamos los torreznos, típicos de Soria y estiraríamos las piernas por la Alameda de Cervantes donde tomaríamos un café para más tarde continuar con el viaje un par de horas más, hasta llegar a Palacios. Calculamos sería entre cinco y seis de la tarde. Javi, un amigo de Carmen nos tendría calentita la casa, a petición de nuestra amiga. Pero sucedió lo que temíamos y no queríamos que sucediera. A menos de cuarenta y ocho horas de nuestra marcha, el Piqueras en una frase escueta nos pinchó los tres globos anunciando que confinaban Burgos -capital y provincia-. Así que no quedó más remedio que deshacer las maletas y las ganas: todas, y esperar a que llegara la primavera y se fuera el maldito bicho.
EL VIAJE FRUSTRADO
Ropa de abrigo
calcetines de lana
pijama de franela
ropa interior nueva.
En Burgos las temperaturas son muy bajas
me recuerda la amiga.
No te preocupes si algo te dejas,
en la casa hay de todo,
no lleves secador
ni toallas
ni nada de baño,
tampoco comida,
llevo caldo para la cena
compraremos cecina y morcilla
en la tienda de Ana
todo está estupendo.
Coge buen calzado
con pantalones de montaña
eso sí es obligado
para pasear por la sierra
y visitar la necrópolis del cerro
-tiene su interés-
además de hermosas vistas.
Pasaremos por el cementerio
a llevar flores a Juan,
y al bajar, visitaremos
"el roble centenario"
al monumento más noble de Palacios.
Poco antes de comer
tomaremos unas cañas en la terraza de Ana,
en su tienda de la plaza,
compraremos infusiones, tomates y rosquillas
-todo ecológico- de la mejor calidad.
Coge jersey de cuello alto
camisetas
neceser con las pastillas,
la tarjeta de asistencia -por si acaso-
Que poquito nos queda querida:
¡y qué ganas tengo!
muchos han sido los meses de encierro.
¡A la mierda el viaje y las maletas!
Acaba de anunciar el Piqueras
que confinan Burgos
desde mañana a las ocho,
que no podemos entrar
los que venimos de afuera,
que nos quedemos en casa,
que no se admiten turistas
ni viajeros, ni gente de paso,
que tiempo habrá
de conocer La Catedral, El Espolón y La Cartuja,
el Monasterio de las Huelgas,
los paseos por el río Arlanza,
el caminar por los pinares
o el casco viejo de Burgos.
Castillo, conventos, y cartujas
todo estará en el mismo sitio
en primavera. Solo cabe esperar,
confiar que se vaya este bicho.
Que el que quiera rezar
que rece
pero que lo haga en su casa.
Que cada cual -en la suya-
se monte la fiesta en la terraza,
se sirva un par de cañas
con un pincho de morcilla
-comprado en el Bon Área-
y le eche ingenio y unas risas,
que para pecar
con un asado de lechazo
no hace falta irse tan lejos.
Ventajas tendrá
no tener que confesarse
aunque de buena mano se
que en Burgos dan indulgencias
a pronto pago,
se dice que el perdón
va incluido en la cuenta del asado.
"Valor añadido es":
¡Se me hace la boca agua!
¡Me consuelo!
Me deshago por dentro!
¡Mejor... no lo pienso!
me voy tan pronto pueda
escapar de este encierro
¡me voy para Palacios!
Tengo asuntos pendientes:
varios.
Elena
La primavera llegó siete meses más tarde -el Covid19 nos dió un respiro- y por fin hicimos el deseado viaje. Recorrimos todos los lugares descritos y otros parajes preciosos de la naturaleza Castellana-Leonesa, porque Burgos es una extensa alfombra verde coronada por un cielo de nubes blancas espectaculares e intensas, caprichosas y viajeras que en los atardeceres por el ocaso se vuelven rojas y naranjas: no podía dejar de mirarlas. Toda la provincia fue fácil de recorrer. La catedral -visita obligada- una auténtica joya gótica. Los paseos por las tiendas del casco antiguo entre calles peatonales también son muy agradables. Y qué decir del lechazo a la leña con sus patatitas panaderas y su copa de Rivera... genuino "placer de dioses" que no puede viajero alguno dejar de probar.